La madre de Fran le abre la puerta a Caterina y esta se presenta con cortesía. Hola, soy una amiga de Fran, había quedado con él hoy, ¿puedo verle? La mujer la deja pasar y le indica el camino a la habitación de su hijo, extrañada porque esa chica es la primera persona a la que Fran recibe desde el accidente. El muchacho no ha sabido cómo negarse a verla, después de que ella le llamó por teléfono para recordarle su promesa de ayudarla a moverse por Madrid y volver a llamar para confirmar el día que llegaría. Aunque Fran no se hubiera puesto al teléfono, no podría poner como excusa que no había recibido sus mensajes.
Tarde o temprano tenía que suceder, se dice, desanimado. Puestos a aceptar la situación, pasemos la prueba de fuego. Ojalá se hubiera tratado de Carla. Si Caterina es lo suficientemente valiente como para hacer el viaje y tratar de convencerle para que salga de casa, lo menos que puede hacer Fran es recibirla. A pesar de que su viaje haya sido en vano y él tenga que decirle que debe romper su promesa, aunque con pesar, y que tendrá que apañárselas solita, perdón por las molestias.
Le encuentra tumbado sobre la cama, casi a oscuras, y al principio piensa que está dormido. Se acerca a la ventana dispuesta a subir la persiana, pero él la detiene con su voz.
—Pensé que dormías —le saluda, y descubre que se siente nerviosa. ¿Cuántas veces no había imaginado esto? Claro que de eso hace mucho tiempo. Parece ser que algunos sueños no se olvidan del todo—. Hola, espero no molestarte demasiado.
La verdad es que me importunas, Caterina, pero también excitas mi curiosidad. ¿A qué has venido? Le dice que puede sentarse en la silla, junto a la cama. Él está recostado sobre varios cojines, y no se mueve cuando ella se agacha para darle dos besos en la cara.
—¿Te he pillado en un mal momento? —le pregunta ella, confundida.
—La verdad es que sí—responde Fran sin dudar.
Está tan guapo como Caterina le recordaba, aunque lleva el pelo largo y no hay un atisbo de sonrisa en su cara. Diría que ha engordado un poco. Y al parecer se le han olvidado los buenos modales. Pero sea como sea, la fantasía regresa, y no precisamente para hacerse añicos. Por algún motivo, Cat se siente muy nerviosa.
Hay muchas cosas que quiere decirle, y no sabe por dónde empezar. Podría ir al grano: ya sabes, he venido a lo de la universidad, pero piensa que un poco de conversación para romper el hielo no vendría mal. Así que tú y Carla ya no estáis juntos, es una indiscreción. Te esperamos para Semana Santa y no apareciste, es cosa del pasado. ¿Es mi imaginación, o tanto estudiar te ha vuelto más bien borde? No ve rastro de libros o de cuadernos. ¿Qué coño está pasando?, podría ser la pregunta más apropiada. Porque Cat está segura de que hay algo raro con Fran. No es el mismo que conoció en navidades.
—Bueno, ¿y cómo estás? —se le ocurre preguntar, para iniciar una conversación.
Fran hace una mueca dedolor. ¿Acaso se está burlando de él? Su expresión se endurece.
—¿Cómo crees que estoy? —pregunta a la defensiva—. Menos loco de contento y con ganas de dar brincos de alegría, elige mi estado de ánimo.
Cat arruga el ceño.
—Eh, eh, descarga el arma, tío —protesta—. Que vengo de visita, no en plan fiscal.
Esta vez es Fran el que no comprende.
—Oye, no vengo de parte de Carla, ni voy a preguntarte qué pasó entre vosotros, y mucho menos a darte la charla, ¿vale? Eso no es asunto mío, he venido por una sola razón.
Fran toma aire y cierra los ojos. Todavía le duele escuchar el nombre de Carla.
—¿Por qué has venido, Caterina? —Se siente muy cansado.
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EL CHICO PERFECTO NO SABE BAILAR EL TWIST
RomantizmSegovia, año 96. Tres años después de haber terminado el instituto, Carla y Caterina se niegan a dejar morir su amistad, a pesar de que parece que ya no tienen nada en común. Carla se ha convertido en toda una mujer, estudia Derecho en el colegio un...