Prólogo

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Dicen que el amor tiene un lenguaje propio, uno que trasciende las barreras del tiempo y el espacio. Es una fuerza que puede unir a dos almas destinadas, sin importar cuán lejos estén. 

En aquella madrugada del día miércoles, mientras el mundo dormía, yo emprendía un viaje que me parecía eterno. Mis nervios eran un torbellino, mezclados con el miedo, la emoción y una expectación casi palpable. Cada kilómetro recorrido aumentaba la intensidad de mis sentimientos, y en el silencio de la noche, solo podía pensar en lo que me esperaba al final de ese viaje.

Mientras observaba el paisaje que pasaba rápidamente por la ventana, reflexionaba sobre mi vida y las decisiones que me habían llevado hasta ese preciso momento.

Ahora lo entiendo todo, cada decisión que tomé me llevó a conocerte.

En ese instante, supe que estaba a punto de vivir algo extraordinario, algo que cambiaría mi vida para siempre.

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