2. Adiós.

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Con la orden directa del sultán Suleimán ya decretada, Ibrahim no tiene más opción que seguir ese mandato, permitiendo que los guardias cumplan su deber de escoltarlo al palacio.

Ese mismo día en que le fue entregado el mensaje, tomó un barco que zarpaba al atardecer, presionado por los guardias, con tal de cumplir con el cronograma proclamado.

Observando con tristeza como el navío se aleja del muelle de Parga, es testigo de las lágrimas que se dibujan en el rostro de su padre, aunque éste intenta ocultarlas, siendo abrasado por Rico, que aún mantiene esa tenacidad en su mirada de no aceptar su partida.
Ver el llanto de su padre estruja el corazón de quien se va, provocando que sus ojos se cristalicen, y un nuevo vacío se forme en su corazón.

-(¿Qué estoy haciendo?)

Poco a poco se fue alejando cada vez más, hasta que esa añorada tierra a la que al fin había logrado regresar, se perdió en los confines del mar.

Poco a poco se fue alejando cada vez más, hasta que esa añorada tierra a la que al fin había logrado regresar, se perdió en los confines del mar

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La mirada del joven Visir explora los rincones pintorescos de la costa en la que acaba de atracar el barco. Siendo éste lugar una de las paradas que han de realizar para descansar, antes de continuar el viaje hacia la capital.

-Pasha, ya preparamos un lugar para que pueda hospedarse, como lo ordenó.

-Bien, llévame a ahí.

Ibrahim le había indicado a los guardias que encontraran una posada en la cual pudiera hospedarse por esa noche que pasarían en el muelle, con la total intención de no dormir en el barco.

La posada es una de las más ostentosas del lugar, contando con múltiples puertas y pasillos con grandes arcadas y delicados diseños artísticos.
Siendo examinada por la mirada del Pasha mientras es escoltado a su habitación.
En donde quedaron dos guardias en la puerta, y el resto permanecería en alguna de las habitaciones cercanas para no levantar un revuelo innecesario, todo por orden del Visir.

A la mañana siguiente, los guardias se reunieron en la entrada principal del establecimiento, aguardando al Pasha, según la hora que él había programado.
Los rayos del sol ya comenzaban a calentar y aún no había señal de él, por lo que algunos de ellos se vieron en la obligación de ir a llamarle.
Al llegar a la habitación de su superior, algo estaba fuera de lugar. Los guardias de la puerta que realizaron el último turno, no se encontraban en su sitio, por lo que apresuradamente dieron unos golpes en la puerta, solicitando permiso para ingresar. No hubo respuesta, en ninguno de los reiterados llamados, así que entraron sin más.
En el suelo de la habitación se hallaban inconscientes los dos guardias faltantes, pero sin la presencia del Gran visir en ésta.

-¡Busquen al Pasha! Rápido.

-¡De inmediato! -afirman al unísono el resto de soldados.

Tras unos breves instantes de búsqueda y de chequear la salud de sus camaradas, confirman que no hay rastros de Ibrahim por ningún lado. A excepción de un mensaje, cuidadosamente colocado en los pies de la cama, dentro de su correspondiente estuche.

Donde tú estés y no lo estés (Suleimán x Ibrahim)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora