II

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Pov Betty

Después de nuestro pequeño momento de intimidad, nos habíamos dado una ducha para luego pasar a desayunar. Armando se encontraba tan dichoso, casi parecía ir saltando por la casa mientras se acomodaba para salirnos a Ecomoda. Hace apenas una semana me había enterado de nuestro milagrito y no había encontrado un momento especial para darle la sorpresa hasta esta mañana mientra lo veía llorar por algo que ni siquiera había sucedido. La angustia en sus ojos mientras me confesaba el miedo de casi haberme perdido simplemente había podido conmigo y se lo termine confesando sin vueltas. Ahora parecía como si todos esos fantasmas hubieran desaparecido y se encontraba notablemente feliz tarareando alguna canción que no conocia y besandome cada vez que pasaba cerca de mi.
No me había atrevido a confesarle, pero yo también estaba ligeramente nostálgica. Hace un año me encontraba con el dilema de mi vida, un millón de dudas y mucha gente en contra de mi presidencia y manejo. Después de todo intente cada día demostrarles lo contrario, con trabajo duro, honestidad y transparencia. Y la decisión de mi corazon, el había hablado y como era sabido lo había elegido al único dueño de el: Armando Mendoza. Encaminarse por las aguas de un romance con el menor de los Mendoza no había sido nada fácil, fui criticada y mal aconsejada por mucha gente de su entorno; ser aceptada por sus papás tampoco fue facil, inclusive después de casi un año solo había tenido contacto con ellos unas dos veces y sospechaba que lo hacían porque mi aspecto había cambiado, de no haberlo hecho Doña Margarita no se atrevería siquiera a voltear a verme así como lo había hecho tantas veces en la empresa cuando yo aún no era nada y mucho menos sentarse en una mesa conmigo. Pero al final lo que más pesaba era todo lo que Armando había cambiado, era un hombre completamente nuevo, el hombre de mis sueños. Así fue que di el si enseguida y cuando quise parpadear ya me encontraba siendo "de Mendoza". Aún recuerdo el impacto en la élite de ese momento, Marcela había intentado por meses manejar sola un matrimonio mientras que en mi caso en tan solo una semana ya me encontraba de blanco; además de que todas las mujeres y modelos del ambiente habían perdido un hombre más del mercado. Ellas lo buscaron hasta mucho después, pero el solo tenía ojos para mi y lo había demostrado una y otra vez. El siempre me elegía a mi.
Aún así, eso no me quitaba el leve sabor amargo que me dejaba el saber que en 3 días sería la junta directiva más dura y muy probablemente la última que tendría como presidenta de ecomoda. En 3 días el traspaso de el poder hacia los Mendoza-Valencia iba a efectuarse finalmente junto con el lanzamiento de la nueva colección. Eso significaba que todos los miembros de la junta debían de estar presentes y eso incluía a los auto exiliados. El solo imaginarlo un escalofrío recorrió mi espalda. Pensar en Mario Calderon volviendo a estar cerca me traía el viejo recuerdo de "usted tiene que estar con Betty por la empresa". Observe a mi esposo beber el café que le quedaba en su taza.

No, el no era ese hombre.

Almenos ya no más.

A: ¿en qué piensa tanto, mi amor? -su voz me sacó de mis pensamientos. Se inclino y beso mi frente- ¿qué te atormenta?

B: nada -sonrei y le di un pequeño beso- solo pensaba que quizás podríamos mantener al bebé en secreto almenos unos días, para estar seguros de que todo esta bien y además estar más tranquilos después de los próximos días que nos esperan, ¿no crees?

A: -el asintió algo preocupado- cierto...casi lo olvidaba...la junta

B: -asenti terminando mi te- supongo que los buenos días en algún momento acaban

A: se posponen -me corrigió. Se levanto y se puso detrás mío frotando mis hombros- ¿cuánto nos queda?

B: dos días para la llegada de tus papas, tres dias para la junta -dije mientras disfrutaba de su tacto- supongo que tendremos que ir a buscarlos al aeropuerto -el asintió. Un escalofrío me recorrió el cuerpo al pensar que antiguamente esa era una actividad que doña Marcela hacía-

A: aún tenemos dos días más, haré que sean los mejores dos días que pueda tener, mi vida. Así incluso cuando parezca ir todo mal pueda recordar que siempre podemos salir del hueco sin importar que tan profundo sea

B: -sonrei con felicidad y me levante colocandome frente a el mientras envolvía mis brazos en su cuello- en tres dias usted va a volver a tener su empresa y posiblemente la presidencia...¿me va a botar, doctor? -hice un pequeño puchero- ¿me va a enviar lejos? Si lo hace déjeme en Cartagena

A: olvídelo, Beatriz, olvídelo -dijo serio- ¿usted de verdad esta trayendo esas cosas ahora, mi amor? ¿De verdad cree que después del traspaso yo vaya a botarla con niño y todo a otro pais? Y por si no fuera poco, a Cartagena! -nego- sobre mi cadáver, Betty

B: tranquilo, mi amor. Solo es una broma -acaricie su mejilla-

A: ¿sabe que? No le creo, es un humor demasiado negro para usted. ¿Es que acaso eso es lo que la está atormentando? ¿Mario Calderon? -lo observe tomar aire- ¿Marcela? -me sonroje levemente. Ahora me sentía una tonta- ay, mi picarona, usted más que nadie sabe que yo la amo como un loco y jamas la dejaría y mucho menos por Marcela ¡eso si que no!

B: ¿me lo promete, doctor?

A: se lo juro, Betty -me besó y sonrei en medio- se lo juro por lo más sagrado que es usted y este bebé nuestro -el acaricio mi vientre-

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Llegamos a Ecomoda muy puntuales como siempre. Armando estacionó la camioneta y Wilson luego del saludo matutino lo parqueo en el estacionamiento interno. El tomo mi mano y sonrei entrando. Nos recibió Mariana con un buenos días, aunque se encontraba con una gran preocupación en su rostro, iba a preguntarle si había sucedido algo pero antes de poder hacerlo Armando me jalo al ascensor para subir hacia las oficinas.

B: mi amor, tu no notaste algo rara a Mariana? Como descompuesta

A: mm...no, no, mi vida. Igual y estaba algo distraído, tengo como algo acá en el estómago, un malestar...no se

Lo observe afligido y de repente pude sentir lo mismo.

B: como...un mal presentimiento?

Las puertas del ascensor se abrieron y los dos salimos bajo las miradas de terror de Sandra, Sofía, Berta y Aura Maria.

B: ¿qué pasa muchachas?

Armando apretó mi agarre y finalmente pude ver que era lo que tenía a media empresa aterrada. Al final del pasillo y a punto de entrar a la sala de juntas se encontraba Mario Calderon y Marcela Valencia.

A: si, mi amor. Un mal presentimiento -murmuro-

La tormenta después de la calmaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora