La celebración por ambos campeones se extendió hasta altas horas de la noche en sus respectivas salas comunes. Los de Hufflepuff sentían una enorme dicha de que el campeón de Hogwarts fuera alguien tan destacable como Cedric Diggory, pero al mismo tiempo, y después de algunos tragos de cerveza de mantequilla, varios alumnos formaban un coro alrededor de él preguntándole lo que nadie entendía sobre Harry Potter.
-Pues yo no creo que Potter no haya puesto su nombre en el Cáliz de Fuego. - expresó de forma tajante Zacharias Smith, un alumno de cuarto curso cuya actitud nunca agradó a Cedric. - Sólo quiere llamar la atención. Desde que llegó a Hogwarts sólo se la pasa metiéndose en problemas para destacar y que lo estemos alabando siempre.
- Eso no es cierto.- comenzó a decir Cedric bastante enojado, pero se vió interrumpido por otro alumno de su curso.
- Estoy seguro que tú vas a acabar con Potter en el torneo Cedric. Eso le demostrará a todo el colegio que Harry Potter no es más que un aprovechado con suerte.- exclamó con desdén.
-¡YA BASTA! - Gritó con cólera. - Escuchense un momento, pareciera que no somos de Hufflepuff con esos comentarios. ¡Harry Potter es tan campeón del colegio como lo soy yo! Si no lo quieren apoyar, genial, están en su derecho, pero no me usen a mí para desprestigiar su imagen.
-Tiene gracia que lo digas, hace rato todo el Gran Comedor escuchó cómo te quejabas abiertamente de que Potter participará.- replicó Smith. Cedric recordó cómo en una parte de su rabieta se abría la puerta que daba al comedor y supo que se referían a ello.
- No lo decía porque no quiera que participe, lo decía porque me parece absurdo que cualquiera piense que Harry metió su nombre en el Cáliz de Fuego, y no voy a permitir que se le acuse injustamente. - dijo Cedric con firmeza. Todos los tejones lo miraron con cierta aprensión; sin embargo, nadie se atrevió a decir nada, al menos no frente a Cedric. El castaño, sin mirar atrás, abrió la puerta que llevaba a los dormitorios de los chicos, y sin miramientos salió de ahí buscando estar lejos de sus compañeros de casa.
Se sentía bastante decepcionado, entendía que la reacción de sus compañeros estaba movida por el fuerte sentimiento de lealtad que es fundamental para pertenecer a la casa de Helga Hufflepuff, tanto para su campeón como para la casa misma; sin embargo, con todos los comentarios que tuvo que escuchar, supo también que se estaban dejando de lado valores como la justicia y la empatía, que eran también fundamentales, y todo por la codicia de una gloria que la casa de Hufflepuff nunca había conocido. Esa noche, Hufflepuff no se sintió Hufflepuff, sino más bien como Slytherin. Había lealtad en todo este cúmulo de emociones, pero está lealtad estaba movida más por un espíritu de autopreservación y ambición propio de Slytherin, y no por un sentido de justicia abnegado. Nadie se había preocupado por lo que Harry hubiera sentido, ni comprendido lo absurdo que era su aparición en el Cáliz de Fuego, para ellos, lo importante era demostrar que Cedric era mejor opción de campeón que Harry, y a Cedric no le pareció un motivo de lealtad sincero.
En la sala común de Gryffindor, se respiraba un ambiente totalmente diferente. Si bien, la mayoría de leones no creía tampoco que Harry no hubiese puesto su nombre en el Cáliz de Fuego, estaban encantados con el hecho de que uno de los campeones fuera de Gryffindor, y estaban dispuestos a apoyar en todo a su campeón, independientemente a las extrañas circunstancias en las que fue seleccionado. Harry, aunque agradeció enormemente el apoyo de su casa, estaba cansado de que nadie aparte de Cedric, Dumbledore y McGonagall fueran los únicos que le creyeran. Necesitaba urgentemente hablar con Ron y con Hermione por todas las cosas que estaban pasando, desde sus preocupaciones por el torneo hasta su reciente descubrimiento sobre sus sentimientos por Cedric. Harry no quería admitirlo frente a nadie, pero sentía que estaba a punto de llorar, se sentía enormemente abrumado y confundido y lo único que necesitaba era el consuelo de sus amigos, pero no había rastro de ellos en la sala común.
Por otro lado, parecía que nadie en la sala común quería escuchar que no tenía hambre, nadie quería escuchar que él no había puesto su nombre en el Cáliz de Fuego, nadie en absoluto se daba cuenta de que no estaba de humor para celebraciones... Lee Jordan había sacado de algún lado un estandarte de Gryffindor y se empeñó en ponérselo a Harry a modo de capa. Harry no pudo zafarse. Cada vez que intentaba escabullirse por la escalera hacia los dormitorios,
sus compañeros cerraban filas obligándolo a tomar otra cerveza de mantequilla y llenándole las manos de patatas fritas y cacahuetes. Todos querían averiguar cómo lo había hecho, cómo había burlado la raya de edad de Dumbledore y logrado meter el nombre en el cáliz de fuego.
-No lo hice -repetía una y otra vez-. No sé cómo ha ocurrido.
Pero, para el caso que le hacían, lo mismo le hubiera dado no abrir la boca.
-¡Estoy cansado! -gritó al fin, después de casi media hora-. No, George, en serio... Me voy a la cama.
Lo que quería por encima de todo era encontrar a Ron y Hermione, necesitaba hablar con sensatez de todo lo que pasaba en su mente, porque apenas y entendía la mitad de todo lo que estaba pasando. Insistiendo en que necesitaba dormir, y casi pasando por encima de los pequeños hermanos Creevey, que intentaron detenerlo al pie de la escalera, Harry consiguió desprenderse de todo el mundo y subir al dormitorio tan rápido como pudo.
Para su alivio, vio a Ron tendido en su cama, completamente vestido; no había nadie más en el dormitorio. Miró a Harry cuando éste cerró la puerta tras él.
-¿Dónde has estado? -le preguntó Harry.
-Ah, hola -contestó Ron.
Le sonreía, pero era una sonrisa muy rara, muy tensa. De pronto Harry se dio cuenta de que todavía llevaba el estandarte de Gryffindor que le había puesto Lee Jordan. Se apresuró a quitárselo, pero lo tenía muy bien atado. Ron permaneció quieto en la cama, observando los forcejeos de Harry para aflojar los nudos.
-Bueno -dijo, cuando por fin Harry se desprendió el estandarte y lo tiró a un
rincón-, enhorabuena.
-¿Qué quieres decir con eso de «enhorabuena»? -preguntó Harry, mirando a Ron. Decididamente había algo raro en la manera en que sonreía su amigo. Era más bien una mueca.
-Bueno... eres el único que logró cruzar la raya de edad -repuso Ron-. Ni siquiera lo lograron Fred y George. ¿Qué usaste, la capa invisible?
-La capa invisible no me hubiera permitido cruzar la línea -respondió Harry.
-Ah, bien. Pensé que, si hubiera sido con la capa, podrías habérmelo dicho... porque podría habernos tapado a los dos, ¿no? Pero encontraste otra manera, ¿verdad?
-Escucha -dijo Harry-. Yo no eché mi nombre en el cáliz de fuego. Ha tenido que hacerlo alguien, no sé quién.
Ron alzó las cejas.
-¿Y por qué se supone que lo ha hecho?
-No lo sé -dijo Harry. Le pareció que sonaría demasiado melodramático contestar «para verme muerto».
Ron levantó las cejas tanto que casi quedan ocultas bajo el flequillo.
-Vale, bien. A mí puedes decirme la verdad -repuso-. Si no quieres que lo sepa nadie más, estupendo, pero no entiendo por qué te molestas en mentirme a mí. No te vas a ver envuelto en ningún lío por decirme la verdad. Esa amiga de la Señora Gorda, esa tal Violeta, nos ha contado a todos que Dumbledore te ha permitido entrar. Un premio de mil galeones, ¿eh? Y te vas a librar de los exámenes finales...
-¡No eché mi nombre en el cáliz! -exclamó Harry, comenzando a enfadarse.
-Vale, tío -contestó Ron, empleando exactamente el mismo tono escéptico de Fleur-. Pero esta mañana dijiste que lo habrías hecho de noche, para que nadie te viera... No soy tan tonto, ¿sabes?
-Pues nadie lo diría.
-¿Sí? -Del rostro de Ron se borró todo asomo de sonrisa, ya fuera forzada o de otro tipo-. Supongo que querrás acostarte ya, Harry. Mañana tendrás que levantarte temprano para alguna sesión de fotos o algo así.
Tiró de las colgaduras del dosel de su cama para cerrarlas, dejando a Harry allí, de pie junto a la puerta, mirando las cortinas de terciopelo rojo que en aquel momento ocultaban a una de las pocas personas de las que nunca habría pensado que no le creería, y Harry, sintió que el nudo en su garganta se extendía por todo su cuerpo. Había imaginando que quizá nadie en el colegio le creía, había considerado que era ampliamente probable que los de Slytherin lo convirtieran en un objeto de burlas, había imaginado la posible hostilidad por parte de los miembros de Hufflepuff al eclipsar la gloria de su campeón, pero no había imaginado un trato tan frío e indiferente de su mejor amigo, no cuando le necesitaba más que nunca.
Harry se sentó en su cama, sintiendo todavía en su pecho una opresión extraña, y entonces cerró las cortinas del dosel de su cama, y se puso el pijama. A Harry lo invadió un miedo mayor que alguno que hubiera sentido, temía que lo que había pasado con Ron pasara también con Hermione. Harry no quería pensar eso, quería pensar que Hermione, al ser tan lógica y calculadora, se diera cuenta de que es un error, pero aún así el miedo estaba latente; nunca hubiera esperado una situación así por parte de Ron, y aún así, estaban los dos en el dormitorio tratándose como un par de extraños.
Las lágrimas comenzaron a surcar el rostro del moreno de manera silenciosa. Harry nunca lloraba y por lo general, no sabía qué hacer cuando alguien a su alrededor lloraba; sin embargo, en aquel momento no quería hacer ningún esfuerzo por contener sus lágrimas. En un sólo día, parecía que su vida en Hogwarts hubiera dado un giro de 360°. Lo que el profesor Moody había dicho y la preocupación de Cedric le habían hecho pensar en si realmente será un atentado contra él, o si más bien era un gesto generoso. Harry rápidamente descartó aquella idea, pensando en que no tenía sentido que alguien pensara que era buena idea ponerlo a competir con tres magos con mayor habilidad y mayor experiencia que él; sólo iba a hacer el ridículo. Estaba también el asunto con Ron, que fue la primera persona con la que Harry se sintió seguro en Hogwarts después de Hagrid, y sentía que le había dado la espalda deliberante en el momento que Harry más deseaba un consejo suyo. Estaba su sueño que tuvo en el verano, el cual todavía sostenía cierta angustia e incertidumbre, sobretodo porque Sirius había tenido la convicción de regresar al país a raíz de ello, arriesgándose a ser capturado por los dementores. Y por último, estaba su más reciente descubrimiento, que lo asustaba tanto como las demás cosas que rondaban por su cabeza.
Harry no sabía qué significaba exactamente el que te gustará alguien. Sabía que sus padres se habían conocido en el colegio y se habían enamorado. Sabía que sus tíos se habían conocido en la universidad y habían empezado a salir, pero a sus padres no podía preguntarles por el cómo se fue dando aquella chispa. Si fuera con sus tíos, no habría terminado su pregunta cuando tío Vernon ya le estaría encerrando en la alacena bajo las escaleras mientras tía Petunia le gritaba que no hiciera preguntas. Otra cosa que a Harry le preocupaba, era que en todas las expresiones de romance que conocía, todas tenían a un hombre y a una mujer como elementos de la ecuación, y no a dos hombres o a dos mujeres. Harry sabía muy bien lo que opinaban algunos muggles respecto al tema de la homosexualidad; había escuchado de su tío Vernon un día que anunciaban en el telediario una marcha por los derechos LGBTIQ+, decir que aquellos no eran más que unos alborotadores del orden público, y que merecían la cárcel por comportarse de un modo tan antinatural, pero aquello no sorprendía a Harry, puesto que cualquier cosa que saliera de su perfecto mundo ordenado era una abominación, y sabía que muchas personas muggles podían llegar a presentar la misma postura. A Harry le preocupaba, porque no sabía cómo era el mundo mágico en esos temas, y deseaba que entre la comunidad mágica, aquello no fuera un tema tan estigmatizado como lo era con los muggles. Le asustaba enormemente que todos le comenzarán a dar la espalda por ser todavía más anormal, le asustaba no tener la libertad para entender mejor todos estos cambios, y sobre todo, le asustaba no tener a nadie que le ayudará a comprender todos estos nuevos sentimientos, ya un amigo le había dado la espalda, y temía que el resto lo hiciera al descubrir aquellos pensamientos.
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Entre dragones, sirenas, laberintos y un cementerio
FanfictionCuando Dumbledore lee el nombre de Harry Potter al salir del Cáliz de Fuego, el corazón de cierto pelinegro se detiene repentinamente, sumado a que ese mismo día, se da cuenta de que puede sentir cosas que en la vida imaginó que podía sentir. Harry...