La sangre estaba en todos lados, en el piso, en la madera, en su ropa... y especialmente en su cara y manos.
El sol estaba saliendo, eran alrededor de las 6:34, el amanecer estaba empezando... y su madre se estaba llendo.
¿Por qué? ¿por qué su madre se convirtió en un monstruo? ¿por qué atacó a sus hijos?... ¿por qué el no pudo proteger a sus hermanos menores?
Sanemi estaba viendo todo lo que pasaba en sus ojos, la sangre de los cadáveres de sus hermanos comenzaba a oler mal, y su madre se estaba comenzando a ir como ceniza.
En ese momento Shinazugawa veía todo en shock, quería gritar, maldecir... llorar... y no podía.
Todo lo que alguna vez prometió proteger se había ido, se había esfumado, como las cenizas de la leña cuando se quema.
Un dolor de cabeza se formó en el cuerpo de Sanemi, sentía un intenso dolor que le lastimaba también el pecho.
En un momento dado, ya no podía ver los colores, todo se comenzó a convertir en una mescla de negros y blancos, ya no podía ver los hermosos colores del día... Y eso por el momento, no le estaba importando en lo más mínimo.
Sus ojos se cerraron con fuerza, se sentía muy imponente, inútil, inservible... incapaz, sentía que les había fallado a sus hermanos y a su madre, el había prometido que sería el pilar de su familia, el que los llevaría adelanten, el que los cuidaría sin pedir algo a cambio... el fallo en su promesa de cuidar a su familia.
...
—¿Qué es eso?
Shinazugawa escucho un ruido que provenía de su casa, el llanto de un bebé.
—Oh... Genya.
Los pies de Sanemi se comenzaron a mover dentro de la casa, quitaba los escombros para poder caminar y que nada lo estorbara, busco con su mirada desesperada, su respiración entre cortada y sus manos temblorosas.
—¡Genya!
Busco otra vez con la vista, las lágrimas se comenzaron a sentir bajando de sus ojos.
—¡Genya!
Las manos de Sanemi quitaban las maderas, las cosas, todo para lograr darle paso.
Al ver lo que tanto buscaba su respiración fue más rápido, y en un rápido movimiento, con sus manos agarra a genya de la cuna.
—Genya...—Su voz tranquila, con cariño y miedo dijo el nombre—... Estás vivo...
Sanemi vio como las lágrimas de genya caían, era un bebé tan pequeño de unos meses, seguramente se despertó por el ruido de antes. Y el no se había dado cuenta.
Los brazos de el lo agarraron con fuerza, pero con delicadeza al pequeño niño de pelo negro.
—...Tranquilo, tranquilo...
El pequeño dejo de llorar y gritar, volviendo a dormir en los brazos de el, las manitas de genya agarraron la camisa de Sanemi, haciendo que no se pudiera alegar de el.
—Hermano... —Las lágrimas de Sanemi caían, sentía tanto dolor, pero cariño al ver a su hermano pequeño, a su hermano menor de ese modo.
Sanemi vio todo su alrededor, sus hermanos menores muertos, la casa destruida en una buena parte, el sol saliendo... y con el clima frío de la mañana.
Miro a su pequeño hermano durmiendo en sus brazos. Percibía un pequeño calor en su pecho, no todo estaba perdido...
—Genya... —Llamo con dificultad, pero con cariño—...Te prometo que desde ahora, no me voy a separa de ti hermano... te protege, pase lo que pase... Genya.