24. París

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📅 CASI UNA SEMANA DESPUÉS

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📅 CASI UNA SEMANA DESPUÉS

Tanto Aroa como Juancho me convencieron de denunciar a Hugo o por lo menos de pedir una orden de alejamiento, para que no se me acerque más. Después de pensarlo, decidí hacerlo y esta misma mañana me  la han concedido la orden, después de haberlo denunciado. Hugo no puede acercarse a mi a menos de 10kms, con lo cual, me deja más tranquila porque sé que no tendré más encuentros inesperados.

-En el vestuario estaban haciendo apuestas -la voz de Juancho me hace concentrarme en él, y no en lo que realmente siento, que estoy deseando acabar con esta pesadilla. La de Hugo y mi madre.

-¿Y qué iba ganando? -le pregunto intentando demostrar un mínimo de interés para no preocuparlo más de lo que está.

-Niña.

Si sonrisa al decirlo es algo que me estremece y a la vez, emociona. Aunque no me lo haya dicho, sé que él también quería una niña. Por sus palabras y sus gestos. Levanto mi mano hasta posarla en su mejilla. Esta, se siente caliente a mi tacto. Lo miro sin poder creerme la suerte que tengo. De tenerlo. De que forme parte de mi vida y de que nos una algo más que nuestro bebé.

Porque ese algo es lo que siempre deseé. Tener alguien que me quisiera sin condiciones. Para quien yo fuera lo más importante pero que también respetara lo que soy y como soy. Y ese alguien es él. Nunca me enamoré de nadie. Porque nadie merecía mi amor. 

Solo él.

Juancho. 

Porque creo que lo quiero desde aquella vez que me cambió la sacarina por azúcar, y que en ese momento sellamos nuestro destino.

-Ya tienes a tu princesa -curvo mi boca en una pequeña sonrisa, la cual se ensancha al ver la suya. Su rostro refleja tanta emoción que casi me hace llorar.

-Estoy tan feliz, Tali. Estoy deseando ver su preciosa carita -me abrazo a Juancho sintiendo un nudo muy grande en mi garganta. Estos días han sido tan horribles, que lo de hoy, el saber por fin el sexo de nuestro bebé, ha sido lo que necesitábamos para dar luz a todo lo que sufrido- Ei, no llores, por favor.

Juancho me aparta de su cuerpo, y al ver que, efectivamente, estoy llorando, lleva sus pulgares a mis mejillas para quitarme todas esas lágrimas.

-Por fin soy feliz, Juancho -le admito sintiendo que de ahora en adelante, todo va a ir bien- y es por tu culpa.

-Y yo me declaro, culpable, mi niña.

Sus labios se estrellan con los míos besándome con calma. El superior repasa el inferior mío de una forma lenta y pausada, disfrutando ambos del beso. Siento como los latidos de mi corazón se aceleran. Como mi respiración se agita y como todo mi cuerpo arde por su causa. Siento su aliento entremezclarse con el mío. Su boca besa, mordisquea y succiona la mía. 

-Somos una familia, Tali. Tú, el bebé y yo. No volveré a dejar que tengas miedo. Te lo juro.

Le sonrío sabiendo que es verdad. Que él daría la vida por nosotros y que siempre me va a proteger. Recibo otro corto beso suyo antes de que él se ponga el cinturón. Juancho arranca el coche, y en cuanto lo hace, pone una mano en mi muslo. 

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