𝟎𝟓.

2.6K 237 23
                                    

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


EL VESTIDO NEGRO QUE HABÍAN PREPARADO PARA ELLA ERA APENAS UN POCO MENOS OSTENTOSO DE LO QUE ACOSTUMBRABA. Similar a su ropa de cama, un cinto fruncido alrededor del vientre, mangas ceñidas hasta los codos y una bata a juego con la pieza en un profundo color negro, cosido delicadamente con brillantes hilos rojos. Declinó la opción de accesorios, su mamá no la amonestaría por vestir modesto para una pequeña cena familiar en su solar.

Solo su amorosa madre y ellos. Daemon parecía haber encontrado algo mejor que hacer y sus hermanos de sangre más pura que la suya aún eran demasiado jóvenes para permanecer despiertos hasta la última merienda. Visenya lo prefería de ese modo, un momento a solas con los primeros vástagos de Rhaenyra era justo lo que necesitaba para pulir las asperezas que se habían afilado con la intervención constante de su padrastro en sus vidas tal y como eran.

Desde luego, Visenya adoraba a Viserys y Aegon el menor, eran apestosos aunque encantadores, siempre risueños y siempre curiosos, con sus cabellos de oro blanco, sus profundos ojos color amatista, mejillas regordetas y balbuceos adorables. Le recordaban a Joffrey cuando no era el niño mimado que rogaba seguir de brazo en brazo aun cuando podía usar los pies correctamente, cuando el único sonido que dirigía a su persona era un "enya" intentando llamarla desde el regazo de su madre.

Él no había desarrollado la misma personalidad que el resto de su sangre Velaryon, había mucha influencia de Daemon Targaryen en él, audaz e imperioso, mucha energía para un cuerpo tan pequeño, si alguien se lo preguntaba.

Se untó las manos en cremas, masajeándose los brazos y el cuello, inundando sus fosas nasales con el aroma esencial a frutos secos, notas amaderadas y miel. Cepilló su largo cabello húmedo junto al tocador, incapaz de llamar a su doncella pues la tarea era demasiado absurda en sí misma para molestarse, a pesar de lo que dijeran los maestres. Una dama debía aprender a atenderse con sus propias manos después de todo, tal vez su herencia era la de una princesa pero sus rasgos realmente alimentaban las dudas de la corte con su apariencia común.

Una de las razones principales por las que habían dejado atrás la Fortaleza Roja, su primero hogar, en Desembarco del Rey–y según las palabras de Jace–era el rumor persistente de que ninguno de ellos era semilla legítima de su padre Laenor, el hombre con el que había crecido, a quien había amado y a quien había perdido muy joven para aprender a vivir sin él. Por supuesto, se hacía preguntas al respecto pero nadie se atrevía a compartir las respuestas, no con el corazón como lo sabía de su hermano mayor.

Jacaerys se había negado a resolver el enigma. "Prefiero llevarlo conmigo hasta mi pira funeraria, a mentirte vilmente en la cara", dijo él.

La determinación en la voz del muchacho que había madurado a su lado como el heredero de su madre era por lejos la más devota de todas, fiel a sus promesas y leal a su bienestar particular. No podía culparlo por esconder secreto alguno, ella habría hecho lo mismo por cuidar de su sangre.

𝐒𝐀𝐍𝐆𝐑𝐄 𝐘 𝐃𝐑𝐀𝐆𝐎𝐍𝐄𝐒 +21Donde viven las historias. Descúbrelo ahora