Después de la llorera y de una sesión de peli, manta y cosquillitas, Miriam se estaba quedando dormida en el sofá.
—Miri, vamos a la cama— le dijo Mimi rascándole la cabeza.
—¿A la mía?— preguntó la gallega frotándose los ojos con el puño del pijama.
—¿A cuál quieres?— preguntó Mimi en respuesta sonriéndole.
—A la mía pero contigo— dijo Miriam mirándola.
Siempre que dormían juntas lo hacían en la cama de la gallega, pues lo habían cogido por costumbre.
—Jum... me lo pienso— respondió Mimi.
—No— dijo Miriam cruzándose de brazos y poniendo cara de enfadada.
—¿Me vas a obligar?— preguntó la granadina riéndose al ver la cara de niña pequeña que estaba poniendo.
—Sí— respondió Miriam segura, levantándose del sofá y cogiéndola del brazo para que se levantara ella también.
Llegaron a la habitación de la gallega cogidas de la mano, y una vez dentro Miriam cerró la puerta tras ellas.
—No te vas a escapar— le dijo al ver cómo la miraba Mimi.
—Yo nunca me he escapado— le contestó. —Yo siempre acabo cayendo en la trampa del león— sonrió.
—¿Y te gusta la jaula?— preguntó la gallega con una sonrisa pícara.
Uffffff, a Mimi esa Miriam le encantaba, y la ponía a mil.
—Me encanta— dijo mordiéndose el labio.
Miriam no aguantó más y se lanzó a su boca desesperada. Llevaba desde el momento del baño queriendo besarla de nuevo, y Mimi parecía que también, porque la correspondió con las mismas ganas.
Ambas se enzarzaron en una pelea de lenguas y así llegaron a la cama. De un empujón, Mimi tiró a Miriam al colchón y automáticamente se colocó encima de ella y continuó besándola.
Así siguieron un rato hasta que la granadina empezó a bajar los besos por el cuello de la gallega y por detrás de su oreja. Miriam empezó a jadear.
Suficiente. Suficiente para que Mimi no aguantara más. Le quitó la camiseta y le bajó el pantalón de un tirón y en un segundo. Nadie a excepción de ella, y ahora Miriam, sabía las ganas que tenía de comérsela entera.
Poco a poco fue subiendo por sus piernas dejando un reguero de besos en ellas. Cuando llegó al punto se detuvo y alzó la mirada hacia la gallega.
—¿Bien?— preguntó Mimi desde allí abajo.
Miriam asintió y le acarició la cabeza.
No podía evitarlo, la granadina tenía miedo. Las cosas con Miriam se sabían cómo empezaban, pero nunca cómo iban a acabar, y tampoco quería hacer nada que les perjudicara en ese punto de la relación. Ese punto en el que por fin se veía la luz al final del túnel, en el que parecía que todo iba a ir bien.
De repente Mimi empezó a rallarse demasiado. ¿Y si después de follar con Miriam volvía a dejarle de hablar? ¿Y si era eso lo único que quería?
La gallega la sacó de sus pensamientos. —¿Qué pasa?— le preguntó incorporándose sobre sus codos.
—Emmmmmm... nada, nada— contestó la granadina, volviendo a su tarea y dejándole un beso ahí, por encima de la tela.
Miriam volvió a tumbarse y jadeó inconscientemente. Mimi empezó a darle mordisquitos por encima de la tela y a juguetear con el filo del tanga. La gallega levantó las caderas buscando más, dejándole así acceso a la mayor para que pudiera quitárselo de una vez.
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Te quiero en cada rincón de Galicia
FanfictionMimi era hogar, y Miriam quería quedarse a vivir en Granada para siempre.