CAPITULO 2

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BENJAMIN

No podía resistirlo mas. La espalda me estaba matando, y mi cuello se estaba tensando. Hasta podía sentir mis ojos cruzarse, de tanto leer. Necesitaba un respiro. Podía llevar todo este papeleo al hotel, dormir un par de horas, y volver a leerlos. Pero por ahora, estaba agotado.

Reúno todos los papales en una sola carpeta, y los coloco bajo mi hombro. Tomo mi chaqueta del respaldo de la silla, y apago la lampara que utilizaba para leer.

La oficina esta desierta. Ya todos se han marchado a sus casas, y seguro incluso ya están durmiendo. En cambio yo, soy un animal nocturno, mis horas mas eficaces son por las noches, cuando ya no hay tanto bullicio de los empleados, o el tintineo constante de los tacones de las empleadas, o esas risas escandalosas de algunos trabajadores. Mis oídos son sensibles al ruido, puede escuchar incluso el zumbido de una mosca, a metros de distancia. Es por eso que prefiero la noche. La quietud, la paz, sobre todo, el silencio.

-¿Aun aquí, señor Lara?- pregunta sorprendido, el vigilante del edificio, sosteniendo una taza humeante de café en sus manos.

-Hay mucho que hacer- le digo con una sonrisa cansada -nos vemos mañana Hugo-

-No vemos mañana señor Lara- me despide con la mano, y regresa a tomar su asiento en la banca frente a las puertas del edificio.

Otra de las razones por las que me gusta la noche, es porque la gente ya esta demasiado agotada, como para seguir socializando. Nunca fui una persona muy social. En la escuela, y la universidad, siempre fui muy solitario. Era popular por el hecho de que me destacaba en las materias, y todos corrían a mi ayuda, o querían hacer grupos de trabajo conmigo, pero de lo contrario, siempre me mantuve solo. Era solo que se me daba muy mal la platica casual, y la gente a veces solía pensar que ere antipático, cuando respondía con monosílabos, o simplemente sonreía a lo que decían, por lo que prefería el silencio.

Con pasas lentos, llego a mi auto.

Coloco todos los papeles en la parte trasera, dejando mi chaqueta sobre ellos.

Dejo mi ventana abajo, disfrutando el viento de la noche.

Decido pasar comprado algo de comida, porque dudo que el restaurante del hotel, aun este abierto.

Paso por un autoservicio de comida rápida, y luego manejo directo al hotel.

La recepción del hotel esta en silencio, puedo escuchar mis pisadas sobre el piso de mármol. Es casi un ambiente tétrico. La luces de los pasillos encenderse mientras camino, dejando tras de mi la oscuridad.

Cualquiera se asustaría de verme vagar por los pasillos, casi como un fantasma. No seria la primera vez que me sucede. Ya me ha pasado varias veces en la oficina. Todos suelen decir que camino con demasiado sigiló, casi como un fantasma.

Subo al ascensor, y al cerrarse las puertas, dejo caer mi cabeza hacia atrás, apoyándola en el respaldo del ascensor.

Cualquiera pensaría que me la he pasado corriendo un maratón, por el agotamiento que se dibuja en mi rostro. Pero no es mi cuerpo el que se siente agotado, es mi mente. Y al ser algo intangible, no se como explicarle a los demás lo que siento. Y realmente nunca he sido de las personas que se quejan.

Salgo del ascensor, a un pasillo igual de desolado que la recepción. Escucho levemente el murmullo de algunos huéspedes que aun sigue despiertos. Una ducha, y alguien parece estar viendo la guerra de las galaxias en algún cuarto.

Suspirando con cansancio, tomo la tarjeta para abrir la puerta de mi cuarto, del bolsillo trasero de mi pantalón.

Al abrir la puerta, me llevo una sorpresa.

Uno de los carritos de limpieza de las empleadas del hotel, esta en el pasillo de entrada de mi cuarto.

Cierro la puerta tras de mi, con mis cejas juntas. Camino despacio hasta donde esta la cama, y al parecer el carrito no es la única sorpresa que me llevo.

Tendida sobre al cama, acostada en posición fetal, esta una de las empleadas del hotel, durmiendo plácidamente. Su boca esta levemente abierta, y sus espesas pestañas, se mantiene estoicas.

Me quedo de pie frente a la cama, si saber que hacer.

Sin duda, esto ha sido lo mas bizarro que me ha sucedido hasta ahora en mi vida.

El teorema de las posibilidadesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora