Capítulo 1

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¿Puedes dejar de joder por solo... no lo sé... cinco minutos? ─ hablaba mi madre, en español. Al ver el rostro de mi hermano mayor, que definitivamente adoraba molestarla, soltó una carcajada y luego volvió a su postura de seriedad ─ Mejor que sean diez minutos. ─ la mudanza la tenía harta, y lo sabía, porque yo también lo estaba. En realidad todos lo estábamos, por eso a Jayme no se le había ocurrido una mejor idea que disfrazarse de arbol de navidad, con mil girnaldas y adornos redondeados de navidad colgándole de las orejas. 

─Prometo que ésta es la última ─ decía mi padre, mientras bajaba del gran camión una caja más. Parecía pesadísima, y me lo confirmó el golpe que se escuchó al momento de dejarla en el suelo. ─ Bella, ¿podrías ayudarnos con ésta? ─ preguntó ─ Tiene bastantes cosas de tu madre, y hay muchas de estas fotos que... podrías quedártelas. 

─Hablas de las fotos de la abuela como si fueran revistas porno, papá. Creo que podemos manejar la idea de que murió. ─ habla Emma, mi súper sutil hermana mayor. Jayme es el primogénito de la familia, pero ella es la más mimada. Por eso, se le permite decir cosas tan bruscas como esa sin que nadie le diga absolutamente nada. 

─Basta ─ le digo ─ Llevaré esa caja a mi habitación y luego bajaré las que... mamá quiera. 

Desde que la abuela murió, hace tan solo un par de meses, mi madre se niega a ver sus fotos. Es como si deseara eliminar la idea de que alguna vez tuvo una madre. No quiso escuchar los audios que encontré con su voz, ni quiere ver ninguna foto suya. En cambio yo, soy completamente lo opuesto. Supongo que por eso mamá es un poco más feliz, porque ignora sus problemas mientras que yo me inundo de emociones. 

Jay me hace el favor de llevar la caja a mi habitación, y me deja la dificilísima tarea de abrirle las puertas y correrle las cosas del camino. Siento que todavía piensa que soy una niña que no puede con cajas pesadas... pero no me quejo. 

─No puedo creer que siga ignorando esos comentarios que hace, ¡si fuera uno de nosotros-

─Pero no somos. ─ me calma mi hermano. Suelto un bufido, porque no sé si me genera más odio el comentario de Emma, o que él nunca se queje de ella. Jay da una mirada alrededor de mi habitación; ahora mismo las paredes son blancas, y cuenta únicamente con una cama para dos en medio, una ventana, y un par de repisas. Es un lienzo en blanco, y lo único que me gusta de ésta mudanza es el poder empezar de nuevo. ─ Tendrás un gran trabajo por aquí ─ nota él. 

─Si, mis posters ya están calentando para empezar a jugar. 

─No te emociones mucho, van a querer pintar y si otra vez se te estropea un poster no quiero verte llorar. ─ menciona, recordando la última mano de pintura rosa que mi padre dió en mi habitación, que arruinó por completo un poster de The Ones, dejando una gota de pintura justo en el rostro de Amybeth. 

─Jay, Bella, ¿bajan? hay unas cosas suyas aquí ─ menciona Emma. Jay hace rodar sus ojos mientras yo lo golpeo en el hombro y me adelanto en la escalera. 

Cuando llega la noche, tengo bastantes cosas ya organizadas, y un cajón lleno de fotos de la abuela. Le designo el cajón más bajo de mi escritorio, por si mamá quiere guardar algo, que no se encuentre con las fotos y abra la herida. En el primer cajón, pongo mi diario de notas, como siempre. 

Antes me gustaba decir que era mi diario íntimo, solo que no era diario. Escribía las cosas cuando me pasaban. Y después, al ser la más pequeña de la familia, siempre resultaba espiada, así que empecé a usar acertijos y palabras clave que solamente yo podía entender al leer. Así fue que comencé a escribir poemas, escritos, y cartas con metáforas un poco rebuscadas. Sigo utilizando ese método de escritura incluso ahora, que somos adultos. 

Mis escritos no son lo único que no ha cambiado con el tiempo. La sensación extraña de tener a papá en casa no se va aunque hayan pasado casi un año desde la vez que volvió para quedarse. 

Mi padre siempre trabajó como arquitecto, para diferentes empresas, siempre internacionales. Hubo una época en la que mamá, Emma y Jay lo siguieron por el mundo, pero una vez nací yo, sumado a los estudios iniciales de Jay, ésto llegó a su fin. Resumen: Mi padre trabaja por cuatro meses en el exterior, regresa a casa una semana, vuelve a marcharse por cuatro meses más, y así sucesivamente. Al menos ahora nos encontramos todos juntos. 

Que hayamos terminado en Sherman Oaks no es casualidad, acabamos de atravesar el país desde New Jersey para poder pasar más tiempo con él. Es algo bueno, aunque no termine de acostumbrarme a escuchar el sonido de su voz en vivo. 

No tengo ni idea de cuál es su próximo proyecto. Solo agradezco que esté en casa porque todos estamos de mejor humor. Incluso mamá, que suele estresarse bastante rápido. 

─La semana que viene tendremos invitados, espero eso no sea un problema ─ menciona él, mientras cenamos. Desde la prehistoria, mi lugar es junto a Jay. Al comienzo de los tiempos esto se dió porque mi hermano era el único capaz de lograr que coma sin hacer un berrinche, y luego, porque diseñamos un lenguaje secreto de pisoteos y choques para comunicarnos cosas sobre lo que está pasando en la mesa. En ciertos momentos, cuando Emma se pone demasiado intensa y queremos abofetearla, él me pisa, y cuando alguno dice algo que podría ser tema para discutir más tarde, pateamos suavemente la pierna del otro. 

─¿En serio? ¿Tan pronto? ─ pregunta mi madre. Estoy segura de que Emma ni siquiera escuchó nada de esto, porque se concentra en su teléfono mientras cena, fingiendo que ninguno de nosotros existe. 

─En algún momento tengo que comenzar a trabajar, cariño. ─ habla él, en ese tono... extraño. Ella lo mira seria, pero luego sigue comiendo e ignora la ironía de su comentario. Puede que haya exagerado un poco cuando dije que todos estábamos de mejor humor. 

─¿Nuevos clientes? ─ pregunta mi madre. 

─La empresa ha decidido que seamos dos arquitectos para el diseño. David es el socio que han elegido. Queremos plantear un par de ideas para presentar en cuanto la empresa nos llame. ¿Está bien? Puedo posponer la cena si la semana que viene es muy pronto. 

─Está bien. Creo que podremos hacer de esto un lugar decente en una semana. Y si no le gusta, que se encargue él mismo. ─ bromea, mi padre sonríe y niega con la cabeza. ─ ¿Han pensado que harán estos primeros días, chicos? ─ nos pregunta, da el caso de Emma y su celular por perdido. 

─Ordenar esto, evidentemente ─ hablo. Si papá quiere traer gente en una semana, ya vamos tarde. 

─¡Vamos, Bella! Hablo de... después. ¿Qué quieres estudiar? ¿Arquitectura? ─ pregunta y alza una ceja. 

─No. No es lo mío.  ─ hablo

─Claramente Jay será el primer arquitecto de la familia, pero ¿qué hay de tí? ─ esquivo la pregunta, porque no tengo intenciones de decirle a mi padre que prefiero trabajar en una cafetería antes que ser arquitecta. Ha pasado tanto tiempo lejos de nosotros que no puedo pretender que me conozca. 

─Creo que pondré una verdulería. ─ bromeo ─ ¿Me pasas el pan? 

─Tarde o temprano vendrás a mi preguntando cómo llegué a donde estoy hoy. ─ bromea él también. O al menos espero que se trate de una broma. ─ Cuando tu hermano comience a ganar dinero, ahí querrás ser como nosotros, ¿a que sí, Jay? ─ pregunta él, y cuando éste quiere responder, coloco una mano en su rodilla. 

Sé perfectamente que mi hermano no quiere ser arquitecto, así como sé que le aterroriza la idea de ser quien le diga a su padre que todo su esfuerzo en endulzar la carrera que lo mantuvo lejos de nosotros, fue en vano, porque ninguno de sus tres hijos seguirá con el legado Stewart al momento de elegir una carrera. Ignoramos toda esa situación, e intentamos cenar como una familia normal. 

La foto de familia convencional nos queda muy grande, porque detrás de las cortinas, solamente somos gente insegura de dar el primer paso para terminar con todo esta farsa. 


You Are In Love | Elizabeth OlsenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora