Capitulo 26

98 9 0
                                    

.Zadckiel.

Sus manos se encuentraban tensas, y agarraban con total fuerza la espada que empuñaba. Aquel muñeco de madera y paja que se encontraba frente a él había perdido su forma luego de todos los ataques que recibía por parte de su espada. Esta era su manera de liberar el estrés, entrenando. Aunque él solo lo sentía como un calentamiento.

Sus gruñidos y gemidos era lo único que se oía en esa área del campo de entrenamiento donde se encontraba. Trataba de mejorar sus ataques, prácticar las diferentes formas de evadirlos; o solo buscaba una excusa para clavar su espada a alguien.

En un giró veloz, mezclado con un gruñido cargado de ira, clavó su espada en el corazón del muñeco. Una pequeña pausa le ayudó a controlar su respiración, apesar de que el aire salía de entre sus dientes.

Dejó la espada clavada y caminó hasta el fondo donde encontró los grifos y lavabos. Lavó sus manos rápidamente antes de enjuagar su rostro tratando de buscar una manera de relajarse. Se concentró en el agua cayendo, tanto que no había oído que alguien se acercaba, solo lo hizo cuando notó su sombra en la pared frente a él.

—¿Que haces aquí?—preguntó secamente sin voltear.

—Viendo que no era el único que necesitaba liberarse—dijo la voz de Evan a sus espaldas.

—¿Liberarse? ¿Tú?—mascullo con ironía sosteniendo con fuerza el lavabo—¿De qué te liberas?

La respuesta no llegó enseguida, tardó un par de minutos.

—De no cumplir a mis palabras.

Esa respuesta hizo que Zadckiel se diera la vuelta. Por un momento no vió al hombre que lo había cuidado desde los once años, solo vio a su rey. No había asomo de alguna expresión, ni de sentimientos; solo el rostro de un hombre que llevaba el peso de todo un reino sobre sus hombros.

Tenía mucho en su mente, pero no tenía los ánimos de pensar en qué decir de un momento a otro. Las palabras simplemente brotaban de si mismo.

—¿A qué te refieres? ¿A eso de que jamás doblarias las manos ante Ikary?—pronunció con astio acercándose al rey—Pues no, no lo cumpliste.

El rey no apartó los ojos de su mirada, a pesar de que la suya solo mostraba enojo.

—Jamás pensamos atravesar este tipo de circunstancias, Zadckiel. No tenía otra opción—masculló.

—¡No digas eso! ¡Claro que tenías opciones, pero nunca quisiste usarlas!—protestó Zadckiel entre dientes frente Evander—Fuera de eso, preferiste comportarte como un cobarde.

Sabía que si cualquier otra persona lo escuchara en ese momento, pensaría que lo encerraría, o incluso que podrían cortarle la cabeza por tal insolencia. Pero eso a él no le importaba en lo más mínimo, y sabía que al rey tampoco. Su rencor era lo único en lo que podía pensar.

En un instante algo tenso, el rey dió un severo paso hacia él apuntandolo con su dedo. Su mirada era cada vez más severa.

—Cuida tus palabras, Zadckiel, que no se te olvide quien soy—susurró en un tono que asustaría a cualquier persona, pero no a él.

—No lo olvido, mi rey; es imposible olvidarlo—respondió sin cuidar su tono.

—Mucho cuidado, Zadckiel. Entiendo tu enojo; pero yo sé lo que hago, y tengo mis razones. Tu deber es obedecerme—sentenció el rey mientras retrocedia en dirección a la salida sin apartar su mirada del joven.

Aunque no dijo nada, no hacía falta. No podía olvidar de quien se trataba, asi que apesar de todo, inclinó su cabeza mientras el rey se alejaba, y lo dejaba solo con su enojo. Enojo que el rey decía comprender, pero que equivocado estaba.

LA ESPOSA DEL REY {Los Cuatro Reinos #1}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora