44. cari figli.

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capítulo cuarenta y cuatro
QUERIDOS HIJOS

capítulo cuarenta y cuatro QUERIDOS HIJOS

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No sabía si había tomado la mejor decisión, una parte de ella se lo repetía constantemente, pero había otra que simplemente no podía ignorar el hecho de que su familia parecía estar más feliz desde que Sam había vuelto a vivir con ellos. En cuestión de días, los gemelos ya corrían por toda la casa, solían jugar al escondite con su padre, asustando varias veces a Chiara al no saber dónde estaban, pero las carcajadas de sus hijos que se escuchaban por todo el lugar, sin duda hacían que valiera la pena. Incluso Brianna, quien, a pesar de seguir algo apartada de Sam, sonreía y pasaba más tiempo con sus padres y hermanos, aunque no tanto como antes de todos los problemas.

Chiara se había dado cuenta de lo rota que había estado su familia en ese tiempo, de cómo se había separado poco a poco incluso antes del nacimiento de Damien y Eliza. También había entendido que a pesar de que podía hacer muchas cosas por sí misma, sin duda, cuidar de tres hijos en todos los aspectos le había resultado algo complicado. Pues su vida se había dividido entre su dolor, los gemelos y la manada Aico, haciéndola arrepentirse bastante de haber alejado a Brianna sin quererlo.

La italiana no tocó su comida en todo el almuerzo, se notaba un tanto distraída, pero intentó que nadie lo notara. Y cuando los chicos junto a Sam se despidieron de ella para seguir con sus rondas en el bosque, Brianna subió a su habitación, dejando a la híbrida con los dos pequeños tri-híbridos de cabello oscuro que parecían tener ya tres años.

—Damien, Eliza, hora de la siesta. —llamó ella a los pequeños que en menos de un minuto ya se habían escondido en alguna parte de la sala o el comedor.

¡No estar nosotros, mami! —escuchó la vocecita de su hijo y la risita de su hermanita detrás de una de las columnas de piedra que había en la sala.

Chiara sonrió con ternura y tomó del sofá a los peluches favoritos de sus hijos, el león de Damien, Zozo, y un elefante, Luna, que le pertenecía a Eliza.

—Bueno, si no están, creo que llevaré a Zozo y a Luna con sus nuevos dueños, tal vez si los lleven con ellos a todas partes. —canturreó la mayor sabiendo que sus hijos saldrían al instante de su no muy elaborado escondite.

Y sonrió cuando en un instante y con una fuerza enorme, sus hijos se abalanzaron sobre ella, haciéndola caer de sentón en el puff que había en la sala con ellos encima.

—Zozo es mío. —gruñó Damien.

"Luna es mía, mami" dijo Eliza con lenguaje de señas sin alejarse de la italiana.

◖ oi, 𝔡𝔞𝔫𝔤𝔢𝔯𝔬𝔲𝔰 𝔞𝔣𝔣𝔢𝔠𝔱𝔦𝔬𝔫 ; s. uley ◗Donde viven las historias. Descúbrelo ahora