Fuimos de nuevo al comedor y nos servimos de los varios tipos de comida ya en la mesa. Miré como Cecil se servía pura carne y estuve a punto de decirle que comiera algo de vegetales, cuando de pronto él abrió la boca para echarse el primer bocado y mostró sus puntiagudos colmillos. A veces se me olvidaba que los vole son carnívoros. Luego me giré a Veraz, quien se servía carne y semillas. Gretos era el único que comía vegetales como yo.
—Esa última clase me encantó— comenté.
—No estuvo mal— admitió Gretos.
—No sé, no entendí mucho— se quejó Veraz.
—Tú nunca entiendes nada, pájaro tonto— se mofó Cecil.
—Si no fuera un crimen, ya te habría sacado los ojos.
—Inténtalo, aquí te espero— continuó Cecil.
—¡Chicos, no se peleen!— intenté calmarlos— pero Cecil, estuvo mal lo que le hiciste a Veraz, creo que deberías disculparte.
—Si aún quieres tus dientes para mañana— gruñó Veraz.
Cecil me miró con una expresión de hastío, luego se giró hacia Veraz, rodó los ojos y suspiró.
—Está bien, lo siento.
—Bien, bien. Es importante conservar el respeto entre amigos— les espeté— Veraz ¿Perdonarías a Cecil?
Este dejó escapar una última expresión de odio antes de inclinarse contra el respaldo de su silla y cruzarse de brazos.
—Esta vez. Si lo vuelves a hacer, ni Liliana te podrá salvar.
Cecil me hizo un gesto de aprobación. Solo esperé que no se metiera en problemas de los que nadie lo pudiera sacar.
Al terminar el almuerzo nos fuimos a cambiar a los buzos y de ahí nos dirigimos al gimnasio. El profesor de la clase de infiltración nos esperaba.
Para mi fortuna, no todo eran clases teóricas; en las clases de infiltración íbamos a aprender todos los secretos que necesitaríamos para entrar y salir de propiedad privada sin que nadie nos viera. Ese día el profesor nos tenía preparados una pista de carreras con un par de obstáculos. No era nada difícil, apenas unas cuantas vallas fácilmente eludibles.
—Cuando tengan que infiltrarse en un lugar donde no son bienvenidos— comenzó el profesor— muchas veces el enemigo estará atento y los buscará por todos los medios posibles. Para esas ocasiones ustedes deben siempre recordar la regla de oro de toda sombra: mantente en la oscuridad.
Entonces apuntó a la pista con un control remoto y apretó un botón. Casi de inmediato las luces se apagaron, excepto las de ciertos focos especiales que se quedaron iluminando espacios bien específicos. Fuera de los focos, la sala se había sumido en oscuridad.
—Vayan y corran por la pista. No pueden salirse de los límites. No necesitan apresurarse, pero tampoco pueden caminar y detenerse ante cada obstáculo. El objetivo es pasar la pista en un tiempo adecuado sin ser pillados por las luces. Ahora vayan y siempre recuerden: Manténganse en la oscuridad.
Más fácil dicho que hecho. Dentro del gimnasio no había más obstáculos que los que había dispuesto para la pista, pero sin las luces no podíamos saber bien dónde estaban.
—¿No es un poco peligroso?— preguntó una compañera.
—Sí, solo un poco— contestó el profesor— no es nada comparado con una infiltración de verdad, esto es lo más básico de lo más básico. Si creen que es mucho para ustedes, pueden irse ahora de Penumbra.
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La Helada Garra de la Muerte
AdventureSecuela de De las Sombras al Corazón. La Helada Garra de la Muerte continúa la historia de Liliana poco tiempo después del final del libro anterior. Esta vez, deberá probarse y entrenar para convertirse en una sombra.