Por la noche llegué a mi habitación, ya bastante cansada con la clase de infiltración y el paseo al barrio comercial. Abrí la puerta como cualquier noche, pero entonces un cuchillo pasó volando junto a mi cara y se enterró en la pared.
—¡Ah!— chillé.
Me llevé una mano al pecho, pero entonces noté que quien había arrojado el cuchillo era Serva, mi compañera de habitación.
—¡Serva! ¡¿Qué te pasa?!— alegué.
—Algo tan lento no te va a matar a ti— contestó ella. Su voz glacial y desinteresada como siempre.
—¡Esa no es excusa! ¡¿Se te olvidó que nos dijeron que está prohibido atacar a otras sombras dentro de Tezcat?! ¡Es una regla capital!
—Pero no te ataqué— gruñó— deja de quejarte, huma.
Apreté los dientes, irritada.
—La próxima vez que lo intentes, les diré a los profesores.
Ella me miró un tanto sorprendida. Luego se puso de pie lentamente, se acercó directamente a mí y al último momento se desvió para ir a recoger su cuchillo.
Por Padre, esa chica a veces me ponía los pelos de punta. Contaba con que Serva no se atrevería a romper una norma crucial en su segunda semana en Krux Tavoi. Pensé que no podría dormir en toda la noche, pero apenas me apoyé mi cabeza en la almohada, caí completamente dormida.
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Nuevamente me desperté con los ruidos de la ducha de Serva. Esperé mi turno para lavarme aún medio dormida, me vestí, hice la cama y salí corriendo hacia el comedor porque llegaba tarde al desayuno. A pesar de que esperaba cambiar, me pareció que esa iba a convertirse en mi rutina durante mi estadía en la Academia.
Llegué atrasada a la mesa, como siempre. Comencé a servirme un poco de todo, cuando de repente Veraz me tomó una muñeca.
—No comas mucho hoy, nos toca entrenamiento físico a primera hora— me recordó.
Pensé en algunas veces en que había tenido que pelear con un monstruo justo después de comer, la sensación no era agradable.
—Gracias, se me había olvidado— le espeté.
Él asintió y volvió a lo suyo. Vaya, ese Veraz podía ser muy atento a veces.
Comimos rápido lo que nos quedaba y nos fuimos a los vestidores para ponernos los buzos otra vez. Luego salimos al patio. La profesora de entrenamiento pasó lista y nos mandó a dar un par de vueltas de inmediato para calentar. Yo intenté seguirles el paso a mis amigos, pero poco a poco me fui quedando atrás, el aire comenzó a faltarme, mis piernas no se elevaban tanto como quería. Odio hacer ejercicio; es agotador, sudo entera y me duelen los músculos después. Es horrible. Sentí que estuvimos corriendo por horas.
Finalmente la profesora nos dijo que fuéramos con ella. De inmediato dejé de correr y caí al suelo agotada. Respiraba tan fuerte que sentía que se me quemaba la nariz por dentro.
—¡¿Cómo me metí en esto?!— alegué.
"Apenas corrieron diez minutos" me alegó Brontes.
—¡¿Diez minutos enteros?!
"No es nada".
—¡Es demasiado!
"Estás exagerando. Además, eres la única en el piso. Vamos, levántate".
Me fijé alrededor; los demás estaban junto con la profesora. Yo me acerqué también, esperando que nos dejara descansar por lo menos media hora.
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La Helada Garra de la Muerte
AdventureSecuela de De las Sombras al Corazón. La Helada Garra de la Muerte continúa la historia de Liliana poco tiempo después del final del libro anterior. Esta vez, deberá probarse y entrenar para convertirse en una sombra.