4

11 1 0
                                    


Ingrid

Había pasado toda la tarde con la joven Elizabeth que se veía mejor que cuando llegué. Ya había tomado un poco de color al comer la sopa que le traje, le pregunté si sufría de alergias en medicamentos. Como ella negó le di un poco de medicina que traía por si mi pequeña se enfermaba, no sabía si funcionaría, pero hacía el intento. Aún tenía su voz ronca y le costaba moverse por el dolor del cuerpo, la mandé a darse un baño frío y como un pequeño cachorro obedeció a mi orden, se quejaba cada que tenía que caminar o que el agua fría le tocase. En su mirada pude notar lo agradecida que estaba, tampoco voy a pretender que lo diga con palabras, verla mejor me llena de felicidad. Es una niña que necesitaba ayuda y otras niñas no la van a ayudar. La vi salir del baño con su cabello húmedo y un pijama de ositos. Una ternura.

— Muchas gracias por todo Profesora — Dijo mientras se acercaba a mí y me abrazaba, no pude no corresponderle el mismo acariciando su espalda con suavidad.

— Nada que agradecer, se lo difícil que es estar solo y enfermo — Murmure sin apartarle, se sentía tan bonito poder hacer esto por la gente.

— De verdad, estoy muy agradecida, no sé qué hubiera hecho sin su ayuda — Me dijo con una sonrisa hermosa en su rostro. Realmente ya se sentía mucho mejor.

— Te excusare, no te preocupes en venir a la clase esta semana — Estaba siendo razonable.

— Muchas gracias, le debo una — Volvió a sonreír y no pude evitar sonreír.

— Perfecto, mañana vendré a la misma hora, ahora tengo que ir por mi hija... cuídate mucho y descansa pequeña — Me levanté del sillón y le di un último abrazo antes de irme no sin asegurarme que estuviese recostada.

~

Beth

La Profesora Ingrid había venido y la realidad pensé que me daría una falta pues no me había excusado era lo más razonable, pero, todo lo contrario, fue amable, me ayudó a mejorarme y cuidarme yo estando en un estado de un pie a la tumba. Fue un ángel caído del cielo, sin duda es una madre espléndida, pasé la noche pensando en aquella mujer tan amable... no pensé que fuese tan bondadosa o esa no fue la impresión que me dio la primera vez que le vi. Suspiré aburrida y encendí la televisión en busca de alguna película o serie que pueda entretenerme en estos momentos de soledad. Llegó Amelia con su amiga Helena, trajeron comida y algunas medicinas... que bonito se siente esto.

— ¡Querida Beth! Te ves mucho mejor que como te dejé, vinimos pronto pudimos salimos más tarde de lo acordado — Dejó sobre la cama las medicinas. — La Profesora me dijo los medicamentos que podías tomar y me dio dinero para completarlo — ¡Maldita sea! ¿Podía ser más dulce esa Profesora? ¡Imposible! Ha hecho demasiado por mí y siento que no merezco esto.

— Es un ángel. Son unos amores muchas gracias, prometo pagárselos cuando comience mis estudios y trabajo — Dije realmente agradecida, pero ambas negaron.

— No rubia... no tienes por qué hacerlo, tranquila que lo hacemos de corazón — Mis ojos se cristalizaron al escuchar a Helena pues nunca nadie me había tratado de esa manera, ninguna amistad incluso mi familia y era algo nuevo para mí. Su aura es tan hermosa igual la de Amelia no me puedo sentir más segura y completa en este momento, se siente hermoso tener amistades así. No ha pasado mucho y ya me han ayudado de una manera increíble.

— No llores corazón aquí estamos para cuidarnos, eso hacemos las mujeres. — Se acercaron y me abrazaron, tengo claro que no todas las mujeres son como ellas, no todas están dispuestas a ayudar a alguien que no conocen, pero se sintió como estar en familia... una verdadera familia.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Oct 18, 2023 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

Epifanía del amor Donde viven las historias. Descúbrelo ahora