LA NADA

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El nerviosismo se apoderaba de mí. Llegaría a otro lugar, algo nuevo. Era todo diferente.

Había decidido alejarme de la casa de mis padres, y optar por vivir sola un tiempo. A tan solo dos horas del hogar de ellos ahí me encontraba. Estaba casi por llegar al que sería ahora mi 'hogar'.
Para llegar, cruzaba una larga carretera en donde alrededor solo había llanuras y lámparas que alumbraban el camino cuando anochecía. Claro, aún era de día, no me gustaba manejar de noche y menos en una carretera como esa.

Era sábado, y no había nada de coches, era la única que estaba conduciendo, me gustaba eso, así, no habría ningún accidente. Sin embargo también se sentía extraño, solitario y demasiado tranquilo para mi gusto. Sin siquiera un ruido, solo el del motor del auto, las llantas contra el pavimento y la ligera música que puse en el estéreo a mi gusto.

La verdad es que estaba un poco nerviosa, se podría decir que ahora estaba realmente sola, pero cerca de mi casa nueva vivía mi primo de parte de mi padre, así que si necesitaba algo, él estaría ahí.

Amaba la naturaleza, una de las cosas que me convenció de ir a ese pueblo era que había un largo río, muy grande, y cuando llovía, el río se llenaba tanto de agua como para tapar todas las rocas que tenía ahí. Supongo que hasta un cuerpo o dos taparía. Que miedo.

Justo en ese momento, mientras conducía, comenzó a llover poco a poco. Puse el parabrisas para tener una mejor vista de la gran carretera. Mientras pasaban los minutos, me daba hambre, y ya había comido todos los paquetes de chucherías que traía conmigo. Mágicamente, como si el universo me hubiera escuchado, en una esquina de la carretera, así, de la nada, había una pequeña tienda de víveres. Aparqué el carro justo enfrente para fijarme en el nombre de la tienda.

"La nada"

Bajé del coche y pasé por la puerta de la tienda, no había nadie. Supongo que por eso tenía ese nombre, o porque estaba literalmente en la nada. Que mala espina. Estaba a punto de irme, pero en ese instante, un señor de unos cuarenta años, con un tatuaje de una araña en su brazo derecho salió de ella y me saludó con una sonrisa de oreja a oreja.

—Vaya, hasta que hay algún cliente. Pasa querida, ¿Qué necesitas?

—Solo quiero unas sabritas y una coca-cola sin azúcar, por favor —le dije—.

—Con gusto —me dijo y buscó lo que le pedí—.

Cuando lo trajo me dijo el precio, y le di el dinero, le agradecí y caminé hacía la salida de la tienda, antes de abrir la puerta, abrí la bebida y la probé. Sabía extraño. Claramente decía que era sin azúcar. ¿Estaba caducada? Me fijé en el envase. Tenía grabada una fecha muy lejana.

—¿Algún problema? —dijo el señor, con otra sonrisa muy grande, me espantó un poco cuando de repente volvió a hablar, supongo que vio que yo solo veía la bebida sin salir de la tienda—.

—Le pedí sin azúcar, señor —le reclamé—.

—No tiene azúcar —me aseguró, una vez más, con una sonrisa—.

Preferí irme y seguir manejando, solo me quedaban quince minutos. Terminé la bebida y subí al coche.

No había avanzado ni dos kilómetros cuando a través del espejo del auto, vi que que un coche negro venía atrás de mí, no le tomé importancia y seguí, cuando de repente, comenzé a marearme, me tamabaleé, y no pude aguantar, detuve el coche y dejé caer mi cabeza sobre el volante.

Fue entonces cuando el coche negro, me alcanzó y por el cristal vi como el señor del tatuaje de la araña salía de este. Se asomó por mi vidrio abierto y sonrió, otra vez, abrió la puerta, y yo sin fuerzas, no podía hacer nada. Y ahí, volví a sentir el nerviosismo de nuevo y como un cuchillo atravesaba mi estómago.

FIN

La Nada - One ShotDonde viven las historias. Descúbrelo ahora