Enciendo un piti, y un suspiro prolongado me da los segundos que necesito para poder explicarme con Vero, y lo más importante, aclararme yo misma.
- Soñé que estaba enamorada de un chico que se llamaba Mateo.
Confieso algo tímida. No sé por qué me hace sentir culpable soñar que estaba hasta las trancas de otro hombre.
- Vero, fue muy real.
Me quejo.
- Y le quería muchísimo.
Me mira con un gesto que no podría descifrar. Una mezcla de lastima y confusión.
V: ¿Y Sebastián?
- Le odiaba.
Confieso agobiada.
- Le odiaba con todo mi ser.
Me mira atentamente.
- Habíamos sido pareja, desde que yo tenía quince años.
V: El siempre dice que por esa época ya estabas loquita por él y buscabas excusas para verle en Algeciras.
Me recuerda con el mismo humor que lo cuenta Sebastián. Yo prefiero decir que solo me parecía muy guapo y mis hormonas de adolescente me jugaban una mala pasada. No hemos dejado de picarnos con esta historia en todos estos años.
- Ya, pero en el sueño no era así.
Chasqueo la lengua.
- Lo habíamos dejado.
Le cuento.
- Íbamos a casarnos... a escondidas... cuando yo cumplía los dieciocho... pero él me dejaba tirada el mismo día de la boda y se iba a Miami.
Relato amargamente.
V: Anda, nena...
- Yo me desesperaba por recuperarle, y me inventaba un embarazo.
Confieso avergonzada.
V: Joder chiquilla, que estás viendo muchas películas tú.
Me riñe divertida, sacándome una sonrisa.
V: Venga, sigue contándome.
Se interesa.
- Pues que nunca contestó a mis cartas y después de darme cuenta que si yo hubiera estado embarazada de él, se la sudaba, empezaba a odiarle.
V: Normal, aunque tú también, menuda capulla.
- Ya.
Vuelvo a suspirar. Vero me mira expectante.
- Pasaban todos estos años y yo no volvía a enamorarme de nadie, hasta que conocía a un chico guapísimo, que se llamaba Mateo.
Inevitablemente encorvo mis labios en una sonrisa al pensar en él.
- Al principio era un cretino. Me mentía diciéndome que se llamaba Martín y me estaba investigando.
V: ¿Por qué?
Pregunta sorprendida.
- Sebastián quería saber que había sido de aquel bebé que me inventé, y le contrataba para averiguarlo.
V: Hostia nena, que mente más retorcida que tienes.
- Fatal.
Le doy la razón, calando de mi cigarro.
- Pero en vez de investigarme, nos enamorábamos, y yo me terminaba enterando que me había mentido todo el tiempo, y lo dejábamos.
Aunque nada haya pasado realmente, siento un nudo formarse en mi garganta.
V: Y entonces te he despertado.
Adivina.
- No. Le perdonaba.
Corrijo.
- Estaba tan pillada por él, Vero.
Confieso.
V: Pero, ¿quién es, le has visto alguna vez?
- No.
V: Anda, cuéntame como era...
ESTÁS LEYENDO
Todos los secretos (Segunda parte)
RomansaUna historia en la que TODOS tienen algo que ocultar