CAPÍTULO 21: Campanillas entre la nieve.

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La campanilla de invierno es una flor delicada y graciosa que florece a finales de invierno. Su capacidad para prosperar en condiciones duras y emerger de la tierra helada le ha valido el reconocimiento internacional. Simboliza la resistencia y determinación necesarios para abrazar nuevos comienzos.

Sus delicados pétalos blancos y sus brotes verdes nos recuerdan que, incluso en los momentos más oscuros, siempre existe la promesa de una nueva vida.

Ni que decir tiene que la noche en la que Amelia les contó sobre la inminente llegada de Assane y Diego, el pobre Min-ho no pegó ojo. Como tampoco lo hizo las dos noches siguientes.

No ha podido ver a ninguno de los dos, pues cuando por fin pudo recomponerse para terminar de escuchar el relato de Amelia, esta les explicó que Assane y Diego iban a quedarse a dormir en una casa rural del Albaicín y que ambos harían turismo intenso antes de la cena de Nochebuena. Así que, entre que ellos parecían ocupados y que el propio Min-ho trabajaba, no había sido posible verlos de ninguna manera.

Lo que él no sabía es que, durante esas menos de cuarenta y ocho horas previas a la cena, Diego y Assane en realidad tenían que atender asuntos relacionados con su negocio en una ciudad de las afueras y que, la verdad era que no iban a dormir en Granada hasta la misma noche de Nochebuena. Porque Amelia sólo había contado la primera parte de la noticia y como les había prometido a Assane y a Diego, dejaría que ellos contasen el resto en dicha cena.

A Min-ho le horroriza la idea de reencontrarse de nuevo con Assane en presencia de todos los demás después de tantos meses. Pues él se muestra muy dicharachero y mordaz siempre con sus amigas, pero se hace pequeñito cuando se siente inseguro y además está en presencia de personas con las que no tiene demasiada confianza, como son Diego y el propio Assane. Sin añadir los sentimientos que tiene por este, a los que trata de ignorar día sí y día también. Si Min-ho supiera que Assane está aún más nervioso que él, quizá podría lograr tranquilizarse un poco.

Amelia también les contó que, junto a Diego y Assane, había decido (si a ellas también les parecía bien), que la cena tuviese lugar en la casa rural que estos habían alquilado. Pues preferían no invadir la casa de los padres de Amelia, por si acaso había algún percance y bebían demasiado.

Nadie se opuso a esa decisión, pues en el fondo era la más lógica. Y aunque Min-ho hubiera tenido algo que objetar, tampoco hubiese podido, pues aquella noche, después de expulsar de su cuerpo toda la cena y el vino que acababa de engullir, también perdió la capacidad de hablar por el camino.

Pero, mientras Min-ho sobrelleva como puede su inminente reencuentro con Assane, y mientras Emma y Mara siguen con su vida como si no estuvieran nerviosas de estar ambas en la misma ciudad y de compartir junto a los demás la Navidad; Amelia y Diego parecen vivir al margen de todo. Pues ellos, para sorpresa de todo el mundo, no han hecho más que afianzar su relación, y, por supuesto, en cuanto Assane y Diego llegaron a Granada, y antes de ponerse a trabajar, Diego se escaqueó para ir corriendo a visitar a Amelia, dejando al pobre Assane plantado en la casa rural.

Ahora tan sólo queda un día para la esperada cena y cada una de las parejas se encuentra en un punto muy distinto. Sólo Amelia y Diego disfrutan de una calma y tranquilidad antes de la tormenta. Pues, si todo sale como ellos esperan, la cena de Nochebuena dará sus frutos para el resto de sus amigos.

—¿Qué haces aquí? —pregunta Amelia en cuanto abre la puerta de su piso a Diego. —Pensaba que Assane y tú teníais que cerrar las últimas cosas con el propietario ahora por la tarde.

—Y así era, —dice Diego sacudiéndose gotas de lluvia del pelo, y quitándose el abrigo. —Pero al final el tipo nos adelantó la cita y quedamos para comer. Ya está todo zanjado.

EL JARDÍN QUE DIBUJAMOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora