CAPÍTULO 74:

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PENSABA PUBLICARLES TODOS LOS CAPITULOS EL JUEVES. PERO COMO ESTÁN LAS COSAS LA VEO DIFICIL. ASÍ QUE AQUÍ LES VA UNO Y EL RESTO EL JUEVES.

BESOS

MONI EN MULTIMEDIA

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Semanas más tarde...

Tragué saliva, solo con ver esa puerta blanca frente a mi. La puerta que a lo largo de tantos años vi, y que el sentirla bajo llave cuando llegaba, me daba seguridad, porque sabía que el dragón no estaría en casa.

Y aquí estaba de nuevo.

Ceñí mi chaqueta, y una mano me rodeó, mientras una sombrilla nos cubría de la lluvia.

—¿Estás segura de que quieres hacer esto?

Miré la chapa de la puerta y busqué la llavecita en mis jeans, apretándola en la mano. Se sentía fría al tacto. Luego volteé para ver a mi mejor amiga.

—Sí, Flor. Quiero hacerlo.

Entonces me decidí a abrir la puerta y entrar. Mi antigua casita de Tijuana en México.

Tiempo atrás eso era lo que le había pedido a Andrew, cuando él prometió darme lo que yo quisiera. Quería visitar mi tierrita, ahora que contaba con visa legal de residente de los Estados Unidos. Ahora que nadie me perseguía. Y él me lo concedió sin reparo alguno. Se había encargado de absolutamente todo mientras se terminaba de recuperar de su pierna: los pasajes, el hospedaje – ni en casa de Flor ni en esta, mi antigua casa se quería quedar – y cuando yo pensaba mover un dedo al respecto, él ya lo tenía todo coordinado. Habíamos volado primero a LA para hacer una visita relámpago a su hotel y ver cómo evolucionaban las cosas, saludando a su amigo y las mías en el camino, y después habíamos cruzado en el jet a la ciudad de Tijuana, cayéndole de sorpresa a mi mejor amiga y los que antes fueron también mi familia. Noah había viajado también con nosotros, y aquí estábamos ahora, cumpliendo lo que yo tanto quería.

Andrew y la madre de Flor, detrás de nosotras, esta última cargando a su recién adquirido ahijado.

Me costó dar el primer paso al interior de la casa, por lo mucho que me temblaban las piernas. Pero cuando lo hice, mi cabeza se llenó de recuerdos. Unos lindos y la mayoría no tanto. Miré los alrededores de la salita, aspirando el aroma de la casa. Todo tal cual cuando yo me había marchado.

Las cosas que se me habían caído el día que volví de casa de Flor, aunque solo las envolturas al haberse podrido lo demás. Las fotografías empolvadas de la pared. El altarcito de mi morenita, con las dos velitas consumidas y las fotos de mi mamá y mi abuela.

Atravesé los pasillos y la cocina. Botellas por todas partes, quebradas o desperdigadas por allí. Solo mugre y polvo. Pero cuando entré al que era mi cuarto, el que dolorosamente debía compartir con Adolfo, todo me superó. Vi la ventana rota, los destrozos en el suelo que mi ex marido nunca había recogido, y caí de rodillas, rompiendo a llorar. Por todo lo que había sufrido allí. Por el miedo que nunca me había dejado sola. Por esa Mónica del pasado que se odiaba hasta a sí misma y que aunque ya había sanado, esas pequeñas heriditas que Adolfo me dejara, todavía dolían. Lloré por la falta que me hacía mi madre. Por haberle fallado cuando ella quería tantas cosas para mi y esos sueños se vieron truncados.

Sentí a alguien que se arrodillaba junto a mi y unos brazos que me rodeaban, y yo me recosté contra él, cubriéndome el rostro.

—Aquí estoy—susurró contra mis cabellos—todo esto ya pasó. Ya no eres esa mujer. Ya estás a salvo.

SUITE 405 (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora