ÚNICO

341 24 6
                                    




Era una tarde soleada en Manchester, algo difícil de creer en las Islas británicas. Aún así, el aroma a margaritas rodeaba el lugar, adornando cada banco en la iglesia. Los invitados ya estaban en su lugar, esperando con ansias “la boda del siglo”, como la habían apodado los periodistas amarillistas.

Todo estaba pulcramente ordenado, perfecto, sin un detalle fuera de lugar, excepto por el sudor que se estaba acumulando en la frente del morocho.

Enzo estaba nervioso. El traje le picaba, los zapatos le incomodaban y se sentía fuera de lugar parado en el altar, observando con una atención nerviosa a las puertas de la iglesia, por la cual Julián entraría en minutos.
 
Le dió una última mirada al lugar, recibiendo pulgares levantados por partes de Montiel, seguido de un golpe de puño en el corazón, haciéndole recordar por quién hacía esto. Era una promesa que él tenía que cumplir. Todo por Julián, su compañero.

Recuerda ese día a la perfección. El día que se dieron su primer beso, el día en que llevaron su amistad a un título más pesado, el de amantes.

Tenían diecisiete y dieciocho años. Él era el más chico, pero aún así, el que más sabía sobre la vida. Nunca supo bien el momento en que sus sentimientos por el cordobés empezaron a ser más fuertes que los de una amistad, pero sí recuerda el momento en el que el miedo se apoderó de su cuerpo al aceptar que le gustaba Julián. Dios, había corrido a contarle a su vieja, pidiéndole un consejo de vida, recibiendo un “uno no elige de quién enamorarse, y hoy en día, son pocos los que encuentran el amor”.

Aún así, había pasado un año, casi tres meses desde el nacimiento de Olivia, hasta que logró armarse de valor y encarar al mayor, juntando sus labios en un beso tímido, cargado de miedo al rechazo. Cuando este le correspondió el beso, se sintió en el cielo por un instante.

Todo fue demasiado color de rosas, demasiado perfecto los primeros tres meses. A pesar de que él había sido cedido a Defensa y Justicia, habían logrado marcar una rutina que los ayudaba a poder estar juntos. Fueron muy rápido, demasiado. Esto terminó asustando al bonaerense. El cordobés era su primera relación estable, y todo estaba yendo a los pedos, sin tiempo a dejarlo tomar un suspiro.

Al principio negó todo, se quiso convencer de que era el miedo por ser su primera relación estable, que habría un momento en el que todo pasaría. Y trato de pensar así por mucho tiempo, tomando todas las acciones del castaño para tratar de aferrarse a su relación.

El castaño era perfecto, en todo sentido. Olivia lo adoraba, era buen cocinero, se bancaba todos sus mambos, y lo más importante de todo, tenía un corazón de oro. Dios, Julián era la persona más buena que había en el planeta tierra. Inocente, bondadoso, tímido  y agradable, una masita que dejaba amor en cada lugar al que iba.

Creía que era amor, tal vez sí fue amor, pero en ese momento deseó con todo su corazón que lo que sentía por Julián era un amor más allá de lo fraternal y que lo que sintió al principio no fue solo una confusión por haber sido su primera amistad sincera. Pero sabía que no era así, y eso lo hacía sentirse la peor persona del mundo.

Pero él nunca había amado, no sabe si alguna vez lo hizo, lo que lo hacía sentir que había algo mal consigo mismo. Él lo quería mucho, lo amaba, pero tal vez no de una forma romántica.  ¿Por qué no podía profesar su amor de la misma forma que Juli lo hacía por él?

Estaban a una firma de obtener su primer departamento juntos, ese que al fin les daría la unión que tanto habían esperado. Aún así, Enzo sabía que por más que quisiera, él no podía compartir ese sentimiento de felicidad que mostraba el mayor.

Angels like you (EnzoxJulián)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora