Las olas del mar golpeaban sus pies con suavidad haciéndola sonreír. Sus ojos no se apartaban del sol escondiéndose al final del mar, a pesar de que los rayos solares desaparecían y el agua comenzaba a enfriarse sentía el aire calido. Emocionada levantó los brazos y dió una vuelta. Cerró los ojos un momento, escuchando el sonido del mar, la brisa, las gaviotas... y cuatro patitas apresuradas yendo de aquí a allá.
Yubin se giró para buscar a su acompañante que corría por todos lados persiguiendo a las gaviotas y al mismo tiempo huyendo de las olas que amenzaban con mojar sus patitas. Soltó una risita ante el desespero del pequeño por no lograr atrapar a las aves mientras se salvaba del agua.
-Ddoddo. -el canino dejó de correr, mirándola con la cabeza ladeada. -¿Regresamos a casa? -un ladrido y la colita de su peludo agitándose animadamente fue todo lo que necesitaba por respuesta. -Vamos, la cena debe estar lista.
Salió del agua y caminó hasta donde había dejado sus sandalias, las tomó y junto a Ddoddo recorrió los pocos metros que separaban el mar de la pequeña casa que habían alquilado para sus vacaciones.
Se detuvo afuera de la casa para limpiar el resto de arena de sus pies pero Ddoddo se sentó a su lado mirándola fijamente y soltando un par de gemidos tristes. Yubin rió asintiendo y acatando el pedido de su mejor amigo. Al abrir la puerta el canino entró corriendo y ladrando en busca de alguien. No tardó mucho en encontarse con su hermano felino que lo recibió dándole un golpe en la cabeza.
-Nannan, no hagas eso. -lo regañó la chica terminando de limpiar sus pies y por fin entrando a la casa, recibiendo un maullido como respuesta. Ddoddo le dió una lamida a la cabeza del gato y siguió con su búsqueda. Yubin fue detrás de él, no sin antes acariciar a Nannan. Mientras más cerca estaba de la cocina el dulce aroma de comida recién hecha se intensificaba.
Se encontró con su persona favorita frente a la estufa moviendo algo en una olla, el canino ya estaba sentado a su lado esperando que algo de comida callera al suelo. Sin hacer mucho ruido Yubin se acercó hasta estar detrás de ella y poder rodearla con sus brazos. La mayor soltó una risita ante el beso que su chica dejó en su cuello.
-¿Qué tal la playa? -preguntó apagando la flama de la estufa.
-Tranquila. -sonrió Yubin por encima del hombro de Handong. -Mañana irás conmigo y con Ddoddo. -el cachorro ladró al escuchar su nombre haciendo reír a las dos mujeres.
-Está bien pero ahora lávate las manos y siéntate que la comida está lista. -quiso zafarse del abrazo para empezar a acomodar la mesa pero antes de lograrlo Yubin la hizo girar para quedar frente a frente.
-Mmmm... -murmuró con los ojos cerrados y acercandose más al rostro de Handong hasta rozar su nariz. -Huele delicioso. -con una sonrisa juguetona besó los labios de su esposa causándole un enorme sonrojo en las mejillas. Soltando una risita se dirgió al baño para lavarse las manos y posteriormente sentarse a cenar con la mujer de su vida.
Ambas se perdieron en su conversación que fluía con facilidad, de vez en cuando prestando atención a sus mascotas que estaban echadas a sus pies.
Mientras Handong tenía una pequeña plática con Ddoddo y Nannan, Yubin sonrió enormemente por la vida que tenía.
Un trabajo cómodo que le gustaba y le dejaba disfrutar de su vida personal, dos preciosas criaturas de cuatro patas que la alegraban cada día, cinco amigas que aunque cada vez que las veía terminaba agotada por la cantidad de energía que tenían cada una y, por su puesto, la mujer que amaba justo frente a ella. De verdad estaba feliz y contenta con su vida.
Repentinamente su esposa se levantó y casi corrió a la habitación dejando a la menor completamente confundida. Regresó con una sonrisa y las manos escondidas en su espalda, al estar de nuevo frente a Yubin reveló lo que había ido a buscar.
Un sobre fue puesto en la mesa. La menor miró a su esposa un momento antes de tomar el sobre, una vez que lo abrió y leyó la hoja de papel dentro de este sintió que su mandíbula iba a caer al suelo.
-Perdón por no decirte que fuí al médico, tú estabas en el estudio y de pronto me sentí muy ansiosa así que Bora se ofreció a llevarme. -habló la mayor con algo de pena ya que sabía la ilusión que le hacía a su esposa de saber los resultados. Pero toda angustia se esfumó al notar el brillo en los ojos de Yubin.
-¿Es enserio? -preguntó casi balbuceando. Handong asintió con los ojos llorosos y una gran sonrisa.
-Al fin funcionó, cariño. Tendremos un bebé.
Yubin soltó lo que tenía en las manos y con lagrimas en los ojos y el corazón casi saliéndose de su pecho abrazó a la mujer que tanto amaba.
El pequeño canino ladraba y brincaba sin saber por qué sus madres lloraban pero parecía que Nannan sabía algo ya que estaba sentado en una silla moviendo la cola lentamente mientras las veía.
A la vida de Yubin se sumaría otra razón por la cual estar feliz.
Y por supuesto, a la de Handong también.