Sandra
Han pasado ocho semanas desde la boda, mi barriga ha crecido tanto que ya no puedo verme los pies, a patito sólo le quedan dos semanas para nacer. Estoy tan ansiosa por verla y tenerla en mis brazos. Su habitación en casa de Nanny y el abuelo ya está preparada, justo al lado de la de Dani y la mía. Cami está al otro lado. Ha comenzado a trabajar en un restaurante como camarera, Dani está trabajando en el taller donde preguntó por primera vez, le gusta mucho lo que hace, siempre vuelve feliz a casa después de su jornada. Su jefe está contento con él, realmente está muy contento. Mis hermanos me llaman todos los días, me preguntan constantemente por Patty y por mí, Tadeo y Dani parecen haber resuelto sus problemas, vuelven a tener la misma relación que antes, no puedo estar más feliz por ellos.
Aunque no todo es perfecto, Niccòlo y el ruso siguen haciendo sus negocios, Gabriel ha roto todo contacto con el italiano, se siente traicionado. Aún no le ha devuelto al ruso lo que quiere, su hermano. Cree que si se lo entrega el ruso podría atacar.
Respiro hondo, todo este asunto con el ruso me tiene siempre en alerta, tengo mi propia opinión, sinceramente creo que si él quisiera ya podría haber hecho algo, como secuestrar a Dani o a alguno de nosotros, sin embargo, no lo ha hecho. Sea lo que sea que tiene su hermano Vladimir lo quiere de vuelta.
Me froto el vientre con mis dos manos, ejerciendo un poco de presión, últimamente estoy sintiendo algunos dolores, la doctora dice que es totalmente normal para esta etapa del embarazo.
—Toma, cariño— me dice Nanny ofreciéndome un vaso con zumo de melocotón— ¿Te sigue doliendo?
—Un poco, el dolor viene y va.
Nanny sonríe.
—Pronto estará aquí.
—Nanny, ¿por qué el abuelo y tú no tuvisteis más hijos?
—Lo intentamos, pero sufrí varios abortos, luego me diagnosticaron una enfermedad que me imposibilitaba quedar embarazada, los médicos estaban sorprendidos de que hubiera sido capaz de concebir varias veces y que uno de esos bebés lograra nacer con vida.
—Lo siento, no debió ser fácil.
—No, no lo fue, sobre todo para Jerry, él quería más hijos, por suerte Melissa conoció a Martín y nos dieron unos nietos preciosos, Jerry ama a Gabriel y a Dani.
—¿Y Héctor?
—Ciertamente lo amamos, seguimos haciéndolo, pero tratamos de no nombrarlo— Nanny se pone una mano sobre su corazón— Nuestros corazones ya no son lo que eran, no soportarían tanto dolor.
—Entiendo, no volveré a hablar de él.
Niega con la cabeza.
—Puedes preguntar cualquier cosa siempre que quieras, cariño. Somos tu familia y mereces saber sobre nosotros.
—Entonces cuéntame sobre tu antepasados mexicanos.
Los ojos de Nanny brillan con emoción, le encanta contar la historia de su familia. A Cami y a mí nos la ha contado tantas veces, pero siempre me gusta escucharla.
Una media hora más tarde, veo de reojo a Cami entrando en la cocina, acaba de llegar de trabajar. Me levanto de la silla con mucha dificultad, la barriga me pesa demasiado, Patty ya está en tres kilos. Cami sonríe cuando me ve entrar en la cocina.
—Caminas como un pato mareado— me dice.
—Boba— me rio.
Le quito el sándwich de la mano y le doy un mordisco.
—¡Sandra!— se queja.
—Tu princesa tiene hambre.
Ella se ríe. Escuchamos un fuerte ruido que nos sobresalta.
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LA PRINCESITA #2.5 [Disponible en físico]
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