Harkan y Eros, me habían avisado que teníamos una reunión en media hora para hablar sobre el tema de la revolución, ya que tenían noticias nuevas.
Después de haber tenido un encuentro con Claudia, la prima de Damara, me había estado contando cosas sobre ella y me informó sobre Marcos, puesto que también era amigo de ella y necesitaba saber más sobre él para poder interpretarlo mejor en mis próximos encuentros ficticios con mi bruja.
Me contó los sentimientos encontrados que había tenido Marcos hacia Damara, y eso, hizo que algo dentro de mí hirviera de la rabia.
Nuestra cita, había sido simplemente para conversar y agradecerle por el colgante que me había traído para regalárselo a la meiga. Me comentó, que había lanzado sobre la piedra Jade un conjuro de localización, el cual, me cedió el poder de saber a cada momento donde se encontraba la bruja y lo había hecho a petición mía. Y gracias a eso, supe que ella y Meredith estaban escondidas a las afueras del invernadero espiándonos.
Sabía a ciencia cierta que estaba muy cabreada y dolida conmigo. Pero para rabiarla aún más, le propuse a Claudia desaliñarnos un poco para hacerla creer que habíamos estado íntimamente juntos en el cobertizo.
Y había funcionado, pues la había observado desde la buhardilla como se expresaba nerviosa en la conversación que tenía con Meredith en las escaleras de la entrada del pazo.
Estaba jugando sucio, lo admito.
Pero necesitaba hacerlo, pues era cierto que no podía quitarme de la cabeza a esa rubia rebelde y malhablada que me sacaba de mis casillas.
Me gustaba esa reacción que tenía sobre mí, puesto que eso, significaba que algo de mi le importaba.
Igual que ella a mí me estaba empezando a interesar, y estaba cagado por ello.
Debía cambiar mi actitud con ella, pues este mundo me gustaba, y aunque ella tenía muy claro que no quería atarse a nadie, yo al menos lo iba a intentar, y si la cosa después no salía bien, sería libre y me conformaría tan solo con ser amigos.
Aunque sé, que no habrá nadie en este planeta que tenga tanta conexión como la tenemos nosotros cuando estamos juntos, y saber que ella hace que me debilite, un miedo atroz se apodera de mí.
Jamás, una mujer ha logrado atarme, pero ella, es la única que lo puede conseguir si se lo propone. Pero estoy tranquilo, pues su actitud, me dice todo lo contrario, no va a mover un solo dedo en darme una tregua e intentar amansarme y enamorarme.
Después de darme una ducha, bajé las escaleras que me llevaban hacia el salón mientras intentaba localizar a los inmortales para la reunión.
Pero no los encontraba. Pensé en hablarle a ella mentalmente, pero me detuve. Sabía que no estaría en la reunión, pues les había dejado claro a todos que no la quería involucrarla en esto.
Los busqué por el pazo, y al adentrarme en la cocina, me encontré con Gina, la hermana adolescente de Damara.
—Hola Gina, ¿has visto a los chicos? —le pregunté amable.
—¡Hey! hola Ciro, pues creo que han bajado al subterráneo —contestó sonriente la morena de ojos verdes—. Los he visto adentrarse escaleras abajo.
¿El subterráneo? No tenía ni idea de que existiera esa parte de la casa.
—¿Y cómo llego hasta él?
—Solo tienes que abrir la puerta que hay en el pasillo, al lado del recibidor —me respondió agarrando unas cajas llenas de verdura—. Después bajas, no tiene perdida, encontraras una puerta de hierro que te lleva a la bóveda.
—Perfecto, ¿te ayudo?
Que maja era la niña.
Ella, durante estos días, se había mantenido al margen y solo había hecho que mirarme con buenos ojos.
—Oh no, no te preocupes, puedo sola.
—Insisto —le contesté quitándole la caja de las manos.
Luego ella puso los brazos en jarra, sonrió conforme, y cogió otra caja del suelo.
—Tengo que llevarlas a la despensa, soy la esclava de esta casa —dijo divertida.
No pude evitar sonreírle mientras la miraba por encima de mi hombro.
—No digas eso...
—Yo sé por qué lo digo —respondió resoplando— Por cierto, ¿Qué tal con mi hermana?
No podía decirle que las cosas cada vez estaban peor, así que le mentiría.
—La verdad es que bien, nos llevamos estupendamente.
—Mentiroso —me acusó.
Levanté las cejas por la respuesta, y me acompañó hasta la puerta que me había indicado una vez que habíamos dejado las cajas en las neveras de la despensa.
—No te creas que no me he dado cuenta de que ni siquiera pasáis tiempo juntos Ciro—me respondió con sinceridad.
Tonta no era, desde luego.
—Nos acabamos de conocer, debemos ir poco a poco.
—Y tan poco a poco
Le volví a sonreír y le despeiné su pelo corto azabache cariñosamente.
—Gracias por acompañarme.
Se repeinó el pelo alborotado y sonrió.
—Me caes bien demonio, anda, ve con ellos, te estarán esperando.
Le guiñe un ojo, y ella se despidió de mi con un asentimiento.
Mientras bajaba, me estiré bien la camisa, y me repeiné mejor el pelo que aún seguía mojado.
Todo el tema del complot que estaban generando contra nosotros me tenía nervioso. Entregaría mi alma de nuevo al infierno por tal de tener a mi lado a mi ejército, pues si estuvieran conmigo, nadie se atrevería a conspirar contra ningún aquelarre estando yo al mando.
Y aunque sabía que sería difícil reclutar a buenos guerreros, y que teníamos muchas posibilidades de no ganar este ataque, lo íbamos a intentar, pues no dejaría jamás, que nada ni nadie hiciera nada malo a este clan.
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La Meiga Número 5
FantasyLa sociedad las creía extinguidas, pero las meigas siempre han estado presentes en Galicia. El aquelarre Zafiro, asentado desde hace milenios en el bosque da Fervenza, es un clan de hechiceros con una larga tradición y dinastía familiar, que esperan...