Es real que cuando callamos y no expresamos nuestros sentimientos, es el cuerpo quien termina hablando por nosotros, nos habla a nosotros mismos para que actuemos. Todo tiene directa relación con nuestras emociones, que lamentablemente, generalmente postergamos, las guardamos y no dejamos evidenciar a nadie, ni a nosotros mismos que estamos experimentando una emoción.
Por años sentí dolor en diferentes partes de mi cuerpo, pero por el periodo por el que estaba pasando, nunca me di tiempo, ni me detuve a observarme y poner atención en mí. Primero, estaban mis hijos, sus necesidades, tener dinero suficiente para pagar las cuentas y para comprarle a mis hijos todo aquello que necesitaran, los gastos de la casa, etc. Estaba casada y mi marido si bien tuvo periodos de bonanza en su trabajo, esto había decaído mucho y los ingresos iban en baja cada vez más. Estaba trabajando como marroquinero y la demanda iba en bajada. Por lo tanto, había que hacer lo necesario para mantener la casa y procurar una buena crianza de mis dos hijos.
Con la seguridad de que las incomodidades que tenía eran producto de la venidera menopausia, seguí hacia adelante poniendo el hombro en todo. Ayudando a mis amigos a pasar sus crisis existenciales, a aclarar sus pensamientos, ingeniando soluciones a sus problemas, poniendo oído a sus angustias, resolviendo todo lo que acontecía en casa, lidiando con las crisis de ánimo de mi madre, y sus escenas de victimización constante, criando dos hijos paralelamente con mi trabajo, donde debía estar siempre atenta y evitar errores, atenta a las necesidades de mi hogar. Al poco tiempo, mi marido quedó sin trabajo, y me vi obligada a buscar un segundo ingreso. Conseguí otro puesto de trabajo, lo que hacía que mi jornada de trabajo se extendiera desde las 08:00 de la mañana hasta las 10:30 u 11:00 de la noche. Llegaba a casa y lo único que quería era mi cama, hasta el apetito se había esfumado. Así pasé muchos años, y casi sin darme cuenta, sentí que mi cuerpo ya no daba más. Dormía entre dos horas y media o tres horas, cuando tenía una buena noche, dormía 5 horas.
Me costaba mucho levantarme, me dolía cada parte de mi cuerpo y sentía que no despertaba hasta estar bajo la ducha. Luego de eso, me daba fuerzas y comenzaba mi rutina. No había cabida para dejar de trabajar o permitirme faltar a mi trabajo, ni un solo día. El dolor de cabeza era intenso y duraba días. Ya había consultado con mi doctora por esa causa, y llegó a la conclusion que era de origen "tensional". Nunca me resfriaba, ni eso me permitía.
Un día se intensificaron demasiado los dolores a mis caderas, lo mismo el dolor del cuello que se extendía por mi brazo izquierdo, estaban presentes día y noche. Entonces, llegué a la conclusión que mi problema era que tenía Artrosis, porque supuse que la había heredado de mi madre que sufre de artrosis en las rodillas. Conseguí hora con un Reumatólogo, para que me ayudara con los dolores, porque sabía que eso no tiene cura, pero necesitaba seguir trabajando, mis hijos aun eran menores y debían terminar su enseñanza media, para posteriormente entrar a estudiar alguna carrera en la universidad. Eso les permitiría tener una mejor vida que la de sus padres.
El día de la consulta con el doctor, le expliqué la gran mayoría de mis molestias, también la situación de mi madre, y que por ende seguramente también yo padecía Artrosis. El doctor pidió algunos exámenes como siempre, y me citó para unos días más. Cuando regresé con los exámenes y luego de leerlos atentamente, procedió a examinarme físicamente. Después de varios minutos, se incorpora y mirándome a los ojos, me dice que yo no tengo Artrosis, (uf, que alivio), que lo que tengo se llama Fibromialgia... (¡Plop!) No entendía nada, ¿cómo era posible semejante cosa? Yo sufría de fibromialgia... El doctor comenzó a explicarme el largo camino que tendría que recorrer, y la seguidilla de medicamentos que me esperaban por el resto de mi vida. Extendió una receta con tres medicamentos, para comenzar con "mi tratamiento". Salí completamente aturdida de la consulta de ese doctor. Él era el especialista indicado, además, tenía un gran conocimiento en fibromialgia, era de los pocos reumatólogos en Santiago, que se especializaba en esa enfermedad, por lo tanto, todo indicaba que yo debía acatar y someterme.
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Cómo eliminé la Fibromialgia de mi cuerpo y de mi mente
Short StoryUn repaso por el proceso que realicé, con el objetivo de sacar la Fibromialgia de mi cuerpo.