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Samantha pasó saliva y clavó los ojos en los suyos alzando la cabeza debido a su estatura.

—Creo que es lo más triste que he escuchado jamás... —murmuró con honestidad, una que alcanzó a tambalear a Kylian, quien se recompuso enseguida.

—Quizá si crees en eso, pero no todos pensamos igual. Un matrimonio es un contrato, por lo mismo la ley lo regula, de otra forma sería algo libre de hacer. El amor, Samantha, no sirve.

La joven aspiró hondo, era un caso perdido, comprendió.

—Veamos ese maldito contrato —pidió nerviosa por tenerlo tan cerca, de nuevo y es que su cuerpo reaccionaba sin mayor empacho, era absurdo.

—Antes hay unas cosas que deben quedar claras —comenzó, bajando el rostro. Ella no se movió aunque quería hacerlo, en realidad ansiaba salir corriendo y nunca más volver a verlo—. El matrimonio no es un juego, todo lo que hago me lo tomo muy en serio y esto no será la excepción. Así que espero lo mismo de tu parte.

Samantha apretó la mandíbula, mirándolo ahora sin alzar la cara, solo con los ojos dirigidos a él.

—No estoy aquí porque lo deseo —le recordó.

—Siempre hay elección, Samantha, siempre —aseguró sereno, con las manos enterradas en los bolsos del pantalón, porque de lo contrario ya las tendría sobre ella y eso era algo que no se permitiría por ahora. No lo veía mal, de hecho era bueno, eso no implicaba sentimientos, sino instinto, compatibilidad, lujuria y podía con ello.

—No si amas a los tuyos.

—Bueno, puedes elegir que las cosas sigan su curso... —dijo con frialdad.

—Quiero irme a casa, así que termina con esto de una jodida vez —exigió contenida. Kylian sonrió y se frotó la barbilla sacudiendo un poco la cabeza.

Le atraía sin remedio esa chispa que veía en ella, esa vitalidad permeada de ingenuidad que da la falta de experiencias. Una vez que Samantha bajara las defensas todo sería más sencillo y ella lo comprendería.

—Bien. Puedes hacer de tu vida lo que desees, pero nunca harás nada que ponga mi apellido o el tuyo en entredicho. ¿Está claro?

—Ilústrame —lo desafió.

Kylian se acercó un poco más y sujetó su barbilla, clavando los ojos en los suyos, observando todo su rostro pecoso con detenimiento, ¿por qué insistía en desafiarlo?

—Serás mi esposa y como tal espero que te comportes. Eso es todo.

—No pienso ser un objeto.

—Nunca sugerí algo semejante. Y no hace falta que te explique a qué me refiero. Compórtate desde ya como mi próxima mujer.

La joven buscó soltarse, pero él lo impidió y en cambio consiguió que la sujetara por la cintura y pegara a su cuerpo. Dejó salir el aire apoyando enseguida las manos sobre su pecho, aturdida, pues notó su excitación sobre su estómago, la firmeza de su pecho. Podría darle un gancho izquierdo sin problema o un buen rodillazo en la entrepierna, pero sospechaba que eso la afectaría, por otro lado, su cuerpo no reaccionaba como debía. Mierda.

—Solo en público, no esperes más de mí —logró decir, un tanto mareada por la cantidad de cosas que estaban ocurriendo, por la falta de control que estaba experimentando, por notar en la mirada de Kylian la fiera lujuria que lo sometía.

Eso no era normal, se dijo, sin embargo, ella misma lo experimentaba y la asustó.

—No hace falta más, pelirroja, en este terreno no tendremos problemas —musitó notando su turbación y la soltó, necesitaba aire. Esa mujer lo enardecía, comenzó a comprender durante las últimas horas, cuestión que le agradaba, sin duda, pero también le hizo ver que debía ir con pies de plomo para no cometer estupideces—. ¿Algo de beber? —preguntó de pronto.

Solo para mí.  Serie Streoss I •BOSTON•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora