𝐒𝐇 || Era 1950 en Corea del Norte cuando Sun-hee fue llevada a un campo de concentración. Allí conoce el amor enamorándose del enemigo, un soldado surcoreano.
Decidí desearte, decidí mirarte, decidí amarte aún cuando sabía cuál sería nuestro final...
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Esa plática entre nosotros fue especial por el hecho de ser espontáneo; sin pensarlo demasiado, sin remordimientos de por medio y una carga de culpa que siempre llegaba cuando el momento se terminaba. Y después de tanto tiempo en este lugar, de tantas horas y sentir que me ahogaba, me sentí escuchada.
Y podré jurar sentir ese brillo en sus ojos, esa conexión entre los dos mientras nos reíamos sin parar sobre cosas triviales. La simple mirada que de vez en cuando se permitía bajar a mis labios, mirándolos con suma atención, como si se hallará perdido en estos.
Seguramente solo fue mi mente que se lo imaginó, seguramente no pensaste lo mismo que yo. Seguro solo era mi razonamiento tratando de encontrar respuestas a preguntas no formuladas; solo eso, ideas vagas...
Y si así es, ¿por qué me ilusionas de esa manera? Me observas con tanta atención que por un momento creí interesarte, y no necesariamente en un sentido amistoso. Me prometí no volver a acercarme y dejar pasar las cosas, pero aquí me tienes, a tu lado sonriendo como una estúpida mientras tú pretendes omitir todo.
Mientras me pregunto, ¿qué pasará después de esto? Porque acepto que me está gustando la idea de tenerte en mi vida y, admito que esa idea me genera miedo. El hecho de pensar que no nos veremos más, que estos momentos serán recuerdos que algún día olvidaremos, y todo aquello que creamos se perderá.
Nos despediremos
Avanzaremos, y...
Nos olvidaremos.
Dime, Park. ¿Sientes lo mismo que yo? Y de no ser así, ¿por qué me miras de esa forma? ¿Acaso no te das cuenta de lo mucho que duele mi corazón cada que me observas?
Dime, ¿así duele cuando te enamoras?
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Y seguíamos siendo los dos en medio de lo que parecía ser un misterioso encuentro nocturno, sin nada romántico a nuestro alrededor, sin luna nueva o temas clichés. En medio de un cielo que anticipaba la nevada llegar, en medio del frío que recorría nuestros cuerpos y se colocaba en nuestra nariz.
