Capítulo 11: everything has changed

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Raquel no sintió el ligero temblor de sus manos provocado por los nervios hasta que aparcó frente a la casa. Una vez allí, se tomó un momento para respirar y tratar de calmar su ansiedad. No había tomado esa decisión en un arrebato de última hora; durante días aquel pensamiento había crecido en su cabeza hasta hacerse oír lo suficiente como para sentir que no podía tomar otra decisión.

Había salido de casa con una idea clara en la mente y había hecho todo el trayecto sin parar, sintiendo el miedo de que perder un solo segundo podría cambiarlo todo. No es que ahora dudase, pero, en todo el camino, no se había parado a pensar en la reacción que iba a tener él. ¿Querría verla? ¿Estaría enfadado con ella por la conversación que tuvieron la última vez que se vieron? ¿La habría echado de menos? ¿Había pensado en ella tanto como ella en él?

Una parte de ella creía firmemente que sus sentimientos eran recíprocos y, por ende, su visita no había sido en vano. Esperaba que Sergio estuviese dispuesto a escucharla, y, más que nada, esperaba que le diese una oportunidad. Quería estar con él, y quería hacerlo bien. Quería tener citas, quería pasear de la mano por la playa, quería despertar cada día con él, quería que conociera a su hija, quería criar a su bebé con él. Lo quería todo con él.

Sin embargo, su otra parte, la más racional, no estaba convencida de que Sergio fuese siquiera a escucharla. De todas formas ¿Qué le aseguraba que él se había enamorado perdidamente de ella como ella de él? ¿Acaso ella le hubiese escuchado si las circunstancias se hubiesen dado al revés? Tenía miedo de que sus propios sentimientos por él fuesen lo que le estaba nublando el juicio y estuvieran creándole expectativas sobre sus sentimientos por ella.

Respirando hondo, salió del coche y cerró la puerta intentando hacer el menor ruido posible debido a las horas que eran. Todo había sucedido bastante rápido desde que llegó a su casa e hizo el test de embarazo, y no fue hasta ahora que se dio cuenta de que había llegado al pueblo cerca de la una de la mañana. Sus pasos apenas resonaban en el camino de piedra hacia la puerta principal. Cuando estuvo frente a esta, levantó sus dedos temblorosos hacia el timbre esperando que aún estuviera despierto. Sintió su corazón acelerarse cuando oyó sus ligeros pasos acercándose hacia la puerta.

La puerta crujió conforme él la habría mientras se colocaba las gafas. Parpadeó para despejarse pues había estado tratando de dormirse alrededor de dos horas hasta que sonó el timbre. Cuando miró hacia la persona que estaba allí parada, sintió que su cuerpo se congelaba.

¿Acaso había conseguido dormirse y estaba soñando?

—¿Raquel? –Preguntó notando el temblor en su voz producto de sus nervios repentinos.

La rubia se quedó embobada en aquellos ojos oscuros que tanto había extrañado. Había llegado al lugar con miedo por su reacción y por como esta pudiera afectarle, pero, una vez lo tuvo delante, supo que no tenía que temer. Era Sergio. Su Sergio. Cuando ese pensamiento llegó a su cabeza, esbozó una pequeña sonrisa sincera mientras reunía el coraje para hablar.

—Hola, Sergio. –Su voz no fue diferente a la de él. También tembló, ya fuese por los nervios o por la emoción de estar a tan solo unos pasos de él.

—Raquel ¿Q-qué haces aquí? ¿Has venido sola? –Al ver el ligero asentimiento que ella le dio, su preocupación creció–. ¿Estás loca? Son muchas horas en coche y es de noche, Raquel. Podría haberte pasado algo.

Raquel sonrió al ver que, pese a no tener ni idea de que hacía ella ahí, su primera reacción había sido preocuparse por ella.

—Pero necesitaba verte. –Prácticamente susurró con miedo de cruzar una línea. No quería incomodarlo, pero, como no se sincerase con él pronto, sentía que las palabras en su garganta la iban a ahogar.

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