"Los días se pasaban cada vez más lento, eran siempre lo mismo." Eso decía mi hermano desde que empezó la carrera de medicina, el insomnio se hacía notar en sus ojos como el estrés en su comportamiento. Cada día que pasaba, parecía más un "zombie" que una persona.
En nuestra familia éramos sólo mi tía, mi hermano y yo. Nuestros padres fallecieron hace unos 10 años, y ahora tenemos 24 años. Tan solo recuerdo los ruidos de los frenos chirriar mientras mi papá gritaba desde el otro lado de la llamada, simplemente no hubo palabras en ese momento para expresar ese cocktail de sentimientos en la situación. Al fin de al cabo, escuché los últimos suspiros de tus padres antes de que un borracho los envistiera. Mi hermano se intentó hacer el duro mientras pasaba el tiempo, pero, cuanto más intentaba disimular, más se rompía y desquebrajaba internamente.
Mi tía era lo único que nos quedaba de nuestra línea de sangre, y aún así, la vida nos la quería quitar con una leucemia agresiva en etapa terminal. Sentía que nuestra vida se nos iba frente a los ojos, aún así luchaste por mantener la cabeza firme, John. Lograste sacarte tu título universitario en medicina, y trabajar en un reconocido hospital de la capital, yo seguía trabajando para el amigo de papá y cuidaba la casa de nuestra tía mientras tú estabas a unos 100 km de distancia de nuestro hogar.
Un día, tras ver que te habían dado un ascenso, fui a visitarte a tu casa. Tu apartamento estaba mayoritariamente recogido, menos tu habitación, que era una jauría de papeles e informes. Comimos pizzas esa noche, me invitaste a quedarme unos días en tu casa hasta que de pasará la temporada de tormentas, acepté sin mucha molestia ya que podría estar contigo unos días.
A la semana siguiente me contaste que tenías un caso de un niño con distintos tumores a lo largo del cuerpo, su quimioterapia no sirvió y sus padres decidieron pedir cirugía para removerselos manualmente. Y qué tu, ibas a operar a ese chicos de apenas 13 años.
Las horas pasar después de que fueras al quiromancia ha realizar la operación, me encontraba junto a los padres. En cuanto saliste, tu cara... Tu cara decía todo, tus ojos mirando al suelo y a la nada al mismo tiempo, esa inexpresión, daba hasta miedo. Los padres se derrumbaron, el padre comenzó a echar mares de lágrimas mientras se sentaba en los bancos del pasillo y la padre se arrodilló apoyándose frente a ti, pidiendo una respuesta.—¿¡Por qué!? ¿¡Por qué él!?— Gritó la mujer mientras agarraba la bata de mi hermano al punto de rasgarla.
La vuelta a tu casa fue totalmente en silencio, tan sólo dijiste —No pude hacer nada.— Cenamos con el mismo silencio hasta que tu también te derrumbaste, lloraste mientras decías el nombre del chico una y otra vez, la culpa de no poder salvar la vida de un niño que tiene la vida por delante, tiene que ser aplastante.
La noche fue tranquila, la tormenta no era tan fuerte como lo normal, pero la tranquilidad se esfumó con un fuerte sonido que venía del salón. Grité varias veces tu nombre para saber si había pasado algo o no, pero no había respuesta, hasta que decidí investigar por mi propia cuenta, que gran error.
Tu cabeza llena de sangre, mirada perdida y paralizante. Tu... Tu John, te habías suicidado frente a mi, frente a la única parte de tu familia que quedaba.