Eva
Juro que no lo hice a propósito.
En mi defensa apenas tengo mi licencia para conducir.
Mi respiración irregular me impedía pensar con claridad. Por suerte ningún policía se había acercado todavía para ver qué había pasado. Recordé cada uno de los sucesos que me había llevado a casi atropellar a ese chico.
Había recibido una llamada de mi novio.
Él estudia en otra universidad, pero suele molestarse cuando no le contesto las llamadas. Así que decidí utilizar el manos libres para poder atenderle. En cuanto salí del parqueo iniciamos una discusión, que la verdad no me sorprendió.
Todo empezó a complicarse desde que nos mudamos juntos.
Aquella discusión me distrajo tanto que no me di cuenta del paso peatonal que estaba frente a mis narices. Para no atropellar a las chicas que iban cruzando, terminé desviandome hacia la ciclovía.
Ahí terminé arrollando una bicicleta.
Por suerte no fue una persona. Eso pudo haber sido peor, ¿O no?
—¿Eva? ¿Estás ahí? —preguntó mi novio, al otro lado de la línea.
—Te veo en el apartamento, Arturo —le dije a mi novio, antes de colgar la llamada.
Bajé todo el volumen de la radio, con el golpe de mi corazón a todo dar dentro de mi pecho. Puse luces de emergencia, coloqué parking y salí de mi carro.
—Mierda —susurré para mí misma, cuando ví la bicicleta de aquel chico hecha un completo desastre.
Los neumáticos habían saltado fuera del aparato de metal, y el manubrio se había doblado contra el asfalto del lugar. Detrás de mí, algunos carros empezaban a bocinar para que avanzara.
Estábamos en la salida de la universidad, así que técnicamente no podían perjudicarme de ningún modo con el decano, ni con ninguna autoridad similar.
Sin embargo, en aquel momento solo me concentraba en poder apoyar a ese chico, que había terminado en el suelo debido a la conmoción.
—¡Lo lamento tanto! ¿Necesitas que te lleve a algún lado? —exclamé, acercándome a él.
Aquel chico de cabellera castaña, terminó por levantarse del suelo después de unos segundos, y se dió media vuelta. Me di cuenta en ese momento, que no era cualquier chico, y que no gozaba de mi simpatía.
La preocupación inicial empezaba a desvanecerse.
—Oh, eres tú —observé a Douglas Saavedra con una expresión de desdén, antes de cruzarme de brazos.
Aunque el chico me caía como grano en el culo, de todos modos me propuse a ayudarlo. Estaba por ofrecerle nuevamente un aventón y pagar por los daños a su bicicleta, cuando al niño mimado se le ocurrió soltar:
—¿Quién diablos te dió la licencia? —espetó el favorito del salón— Conduces como una maldita loca.
Sentí un pequeño golpe en el pecho y me percaté que ese chico, había estado fingiendo ser una mosquita muerta. Levanté la mirada en su dirección, con los ojos muy abiertos debido a la sorpresa.
—¿Una maldita loca? —exclamé, totalmente indignada.
—Eso, lo que oyes —contestó, con una mirada furiosa que jamás le había visto antes.
Douglas jamás había mostrado ese lado tan agresivo y molesto. En el salón de clases era todo sonrisas y buena vibra. Lo cual solo confirmó lo que yo ya sabía: era un hipócrita.
—¿Sabes qué? —espeté, empezando a caminar nuevamente hacia mi carro— ¡Te mereces esto y mucho más!
La furia empezó a corromper mi sistema nervioso, al ver cómo aquel chico se cruzaba de brazos y me observaba como si fuera realmente una loca sin razón. Caminé hasta los restos de su bicicleta y les di una patada, que terminó por destruirla por completo.
—¡¿Estás loca?! —chilló.
—¡Estaré loca, pero al menos no soy un niño mimado como vos!
—¡Te voy a acusar! —exclamó, en cuanto entré a mi carro, dispuesta a irme de ese lugar.
—¿Acusarme? ¿Cuántos años tienes? —escupí desde la ventanilla.
Puse mi carro en marcha y salí con velocidad de aquel lugar. Había pisado el acelerador hasta el fondo, y el aire de la tarde me pegaba en el rostro con fuerza, pero no pensaba otra cosa que irme de la universidad.
Estaba harta. Agotada. Y aquello solamente había colmado el vaso.
Había perdido otro examen importante, me había peleado con mi novio y para colmo, me había metido en problemas con el favorito de la facultad.
—¿Qué está mal contigo, Eva? —susurré para mí misma, colmada en lágrimas.
Estacioné mi carro en una gasolinería cuando estuve lo más lejos de la universidad que pude. Traté de calmar mi respiración agitada.
—Ese imbécil va a hacer que me atropellen —hablé, tratando de regular mi respiración.
Tomé un poco de agua embotellada y conté hasta diez un par de veces, antes de continuar con mi trayecto a casa.
Lo peor de todo es que al llegar a ese apartamento, lo único que me esperaba era la molestia y los reclamos de mi novio. ¿Acaso podía ser peor?
Observé la carretera, la cual estaba un tanto vacía y me di cuenta que estaba cerca del condominio donde vivía Esteban. Él rentaba un apartamento con Carmín, mi otra mejor amiga. Mi mente viajó a la posibilidad de quedarme con ellos, al menos por esa noche.
No me veía con la capacidad de conducir tanto, sabiendo como estaban mis emociones.
Después de un tiempo, decidí llamar al número de Esteban.
—¿Eva? ¿Pasó algo? —contestó preocupado, al escuchar mis sollozos.
—¿Puedo quedarme con ustedes esta noche? —pregunté, con la voz entrecortada.
Esa noche no regresé al apartamento que compartía con mi novio, pero le envié un mensaje explicándole la situación. A pesar de eso, sabía que lo más probable era que mi relación se acabara, al igual que mi carrera universitaria si el niño mimado decidía acusarme con el decano.
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¡Gracias por leer! <3
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Encuentro Accidental
RomanceUna chica que acaba de obtener su licencia de conducir y un chico que necesita un aventón.