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Isabel dejó su pesada mochila en las taquillas del vestuario del salón de actos, y respiró profundamente.

No solía ponerse nerviosa, pero en ese momento se preguntaba seriamente si no debería limitarse a cumplir lo que se esperaba de los alumnos de primero, y vivir entre la figuración, al menos ese curso.

Pero se recordó, por enésima vez, su sueño. Recordó por qué se marchó de casa, el esfuerzo invertido en ese futuro con el que soñaba, y recuperó gran parte de la calma perdida.

-¿Todo bien?

La voz masculina sobresaltó a la muchacha, pero se calmó enseguida, al ver a un joven de cabello negro y amables ojos castaños observándola, con un leve gesto preocupado.

-Todo bien, Jake. Sólo me he estresado un momento.

Jake era un buen amigo. Él estaba ya en tercero, pero se hicieron amigos el primer día, cuando ella se perdió buscando su primera clase, y él se ofreció a guiarla. Resultó ser un chico agradable, y que no dudó en tratar con ella, ayudarla y apoyarla, incluso sin conocerla. Aquello caló profundo en la muchacha. Jake, como ella, tenía claro que su mundo y su futuro eran los escenarios. Era un chico salido de la nada, que combinaba sus estudios con un trabajo a tiempo parcial que apenas le dejaba tiempo para dormir, pero aquello no parecía afectar a su formación: tenía las mejores notas de su curso, y casi siempre se llevaba los papeles protagonistas en las obras de la facultad. Además, había participado en obras reales con algunas compañías, con papeles más o menos importantes. Y cantaba como los ángeles, como constató en un casting al que le acompañó días atrás.

-¿Te presentas al Conde? -preguntó Isabel. Su amigo no había mencionado ni que fuese a estar allí en ese momento, pero sabía casi desde que se anunció la prueba que ella iba a probar suerte.

-Puede. -se encogió de hombros. - Me gusta Dumas, pero no estoy seguro de si me llevaría bien con el papel del Conde.

-¿Por qué no?

-Porque yo no sacrificaría todo por una venganza, incluído mi corazón.

Isabel sonrió. Desde luego, Jake no era en absoluto el estereotipo de machito celoso. Era mucho más sensible que cualquier persona que hubiese conocido nunca. No le imaginaba vengándose de nadie, haciendo daño a nadie y, mucho menos, sacrificando a la persona que amase por nada ni nadie en el mundo.

No, Jake era muy buen actor, pero como persona, jamás se llevaría bien con Edmond Dantés.

-¿Audicionas para Mercedes? -dijo el muchacho, devolviendo la pregunta.

Una sonrisa se dibujó en el bello rostro de Isabel, una sonrisa con un tinte misterioso que también tiñó su mirada azul. Se llevó un dedo a los labios, y su amigo no necesitó más. El papel para el que la chica audicionaba era un secreto.

-Entiendo. Suerte entonces, pequeña. -el joven se acercó a ella, y acarició su cabeza, en un gesto fraternal. Ella sonrió.

-Gracias, grandullón. - respondió ella, respirando hondo y encaminando sus pasos hacia el escenario.

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-Así que el "Conde de Montecristo"...Interesante.

Miriam jamás lo admitiría en voz alta, pero era una fan de los melodramas. El drama en general le encantaba, hasta que ella era la protagonista, claro. No era de extrañar que le llamase la atención una obra tan cargada de venganzas, corazones rotos, triángulos amorosos tremendamente tóxicos y lágrimas. Por primera vez desde que la conocía, Eric la veía emocionada con la idea de diseñar el vestuario de la obra de la facultad. Suponía que porque eso le permitiría a su amiga estar entre bambalinas y ver todos los dramas que iban a desarrollarse allí.

Echoes.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora