Si fuera rica

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El día nuevo había traído una nueva aventura y la verdad es que era imposible aburrirse en este hotel. Una nueva investigación de la guardia civil, esta vez por unas monedas de oro antiguas que habían sido robadas en un museo de Madrid y que habían aparecido en el cuarto de las maletas del hotel LaSierra. Porque por qué no.

Era completamente increíble. De una telenovela de estas donde tienen que enredar las tramas o una peli de esas dramáticas que ponen durante la sobremesa.

Por lo menos tenía al equipo entretenido, pensando en qué haríamos si tuviéramos esa cantidad de dinero.

Paolo comentó algo de comprarse una casa a pie de playa para vivir tranquilamente y añadió que se llevaría a Luz allí. Me mordí la lengua y no dije en voz alta que eso sería si ella quería irse allí, cosa que no creía que sucediera, y simplemente le contesté que no se pasara.

Mi sueño, era uno que había tenido siempre y por lo que me había dedicado al mundo de la cocina. Tener un restaurante.

"Yo sé lo que haría." Me tiré a la piscina, pero estaba en un círculo seguro. "Montaría un restaurante en Madrid bueno, bueno, bueno..."

José Antonio replicó un pelín molesto. "Pero, ¿y por qué en Madrid y no aquí?"

"Eso..." Chinchó también Luz.

Pero eso también lo había pensado un poco. "Hombre, no voy a hacerle la competencia a Vera."

Hasta ahora la idea había sido siempre abrirlo en Madrid y, a pesar del cambio en mis circunstancias, no veía el lugar cambiando, puesto que aquí ya con el restaurante del hotel y con menos demanda, no le veía el mismo encaje.

"¿Y tú, Luz?" Paolo me sacó del foco y me quedé interesada escuchando a mi novia.

Ella se lo pensó. "¿Yo? Ay, pues no sé... yo habría hecho como mi sueño de hippie de irme con la maleta a recorrerme el mundo." Me sonaba de algo ese espíritu viajero, creo que se lo había escuchado también a Silvia y la verdad, le pegaba bastante.

"Te pasarías la vida de un lado para otro." Medio afirmó medio preguntó Paolo.

Ella solo pudo terminar de confirmar. "Pues sí, de vacaciones permanentes."

"¿Por dónde empezarías?" Ya me parecía que se ponía un poco pesadito, acaso se iba a ofrecer a enseñarle Colombia, pero el caso es que me interesaba la respuesta, así que no interrumpí.

"No sé, por Asia." Pensó en voz alta, muy en su estilo, antes de confirmar. "Sí, me gustaría conocer Indonesia, Tailandia..."

El foco cambió a José Antonio y nos sorprendió a todos que no quisiera el dinero para mejorar ningún aspecto de su vida. No porque creyéramos que viviera mal ni nada, pero todos encontrábamos algo que podría ser mejor.

En cierto modo, admiraba eso de él. Tenía que estar bien el estar cómodo con dónde has llegado y lo que has logrado y no sentir frustración por cosas que sabes que podría comprar el dinero.

También nos sorprendió que ni siquiera quisiera el dinero pensando en que va a ser tío dentro de no mucho, pensando en las comodidades que podría darle a esa niña. Y eso no pudimos evitar señalárselo.

"Oye, pero qué lista ¿no? ¿No eras tú la que decía que quería montar un restaurante sola en Madrid? Y ahora vas y piensas en los demás, ¿no?" Se quejó Luz.

Me pilló por sorpresa y volví sobre las palabras que había dicho antes. En ningún momento la había excluido de mis sueños. "¿Sola? No." Me giré para poder mirarla a los ojos y hacerle llegar el mensaje. "Contigo. Evidentemente." Ella alzó las cejas en una pregunta que no terminaba de salir. "Tú la dueña, claro."

"¿En serio?" Preguntó algo pillada y me hizo gracia lo vergonzosa que parecía, cuando ya hacía tiempo que se había adueñado de mi corazón sin preguntar.

Me limité a sonreírla estúpidamente, no podía hacerlo de otra forma. "Sí."

"Oye, pues qué hacemos, porque yo quería llevarte a mi viaje hippie..."

No sabía si me apuntaba porque yo la incluía o no, pero honestamente me daba igual. Aún así, la piqué. "Tsss."

"¿A quién ponemos en la cocina?" Preguntó siguiendo con la fantasía.

Me entró la risa, pero aguanté como pude, señalando a Paolo. "A éste."

Las risas estaban aseguradas, pero el servicio no perdonaba y tuvimos que dejarnos de cháchara y ponernos manos a la obra. Y en medio de todo ello, las monedas desaparecieron.

Javier estaba de los nervios. Temía que el estrés que le causaba la investigadora que había venido de Madrid, volviera a hacer que tuviera otro problema al corazón.

Intentaba imponer su autoridad como sargento, pero todos le conocíamos demasiado, y yo, no es que quisiera llevarle la contraria, pero de verdad tenía cita con mi psicóloga, no podía quedarme hasta que aparecieran las monedas, si es que aparecían y no estaban ya lejos de Vera.

Afortunadamente, sí que debían estar cerca, porque aparecieron rápido y no tuve problema para escaparme como estaba planeado a mi cita.

Supuse que aprovecharía para contarle sobre sueños cumplidos y por cumplir, todo lo que había recorrido hasta llegar aquí y cómo me sentía donde me encontraba.

Y sabía, que como tras cada sesión y a pesar de haberle repetido que no era necesario, volvería a 'casa', a esa habitación de hotel, a los brazos de mi novia.

Ya nada volverá a ser como antesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora