parte única

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Izuku se apresuraba al taller de desarrollo de U.A, recién acabadas sus clases teóricas se dirigió a pedir nuevo equipo que había estado pensando tiempo atrás, tras descubrir que con el quirk que se le fue otorgado llegaron otros más que iría descubriendo poco a poco.

Izuku iba con un poco de prisa pues aún era temprano por la tarde pero había prometido a su madre acompañarla de compras cuando llegara y no quería hacerla esperar.

Cuando llegó al taller quedó postrado frente a la puerta, por su cabeza pasaba la duda de por qué las puertas de la institución eran de tal tamaño, lo obvio sería pensar que sería por personas que debido a su quirk fueran desproporcionadamente enormes, pero si así fuera también deberían ser más anchas y si se diera la posibilidad de que una persona tan alta asistiera al plantel también cabría la posibilidad de que fuera tan alta que aún así no entrará.

Alejando estos pensamientos decidió entrar al taller, nada más tocar la manija de la puerta una gran explosión alertó sus sentidos y en su cabeza un punzante dolor que trataba de alertarle a toda costa que se alejara de la puerta pero en un solo instante la gran puerta salió volando casi arrancando la cabeza del pecoso que solo podía alegrarse que allá salido volando a unos pocos centímetros de su cabeza pero no tuvo tiempo de celebrar porque al parecer acompañado a la puerta también se acercaba a gran velocidad a el una chica de cabello rosado.

Rápidamente reaccionó y se puso delante de la chica con sus brazos extendidos, si se quitaba o la dejaba seguir su curso podría lastimarse de gravedad o peor así que tenía que ayudarla, cuando la chica por fin llegó a sus brazos la tomo fuertemente envolviéndola entre sus brazos y por la velocidad con la que ella iba el pecoso comenzó a rodar por el suelo aunque en ningún momento soltó a la chica y se encargó de recibir todo el impacto de la caída mientras protegía con su brazo derecho que la chica no se golpeará en la cabeza.

Cuando por fin dejaron de girar el pecoso que sentía que le dolían partes del cuerpo que nunca antes había sentido soltó rápidamente de sus brazos a la chica con mucha vergüenza.

De hecho conocía muy bien a la chica que se postraba en su pecho, ella era Hatsume Mei, había sido de su equipo durante el festival deportivo, aunque, viéndola en este momento parecía más una chica salida de una película de muertos vivientes, tenía unas ojeras marcadas y ojos casi completamente rojos, su cabello parecía un verdadero nido de pájaros y su ropa totalmente desarreglada casi había perdido su color entre el negro característico de la grasa con la que trabajan los mecánicos, incluso su olor no era el más agradable tuvo que ser sincero, aún así no pudo evitar mirarla detenidamente teniendola tan de cerca... ella era muy bonita.

Rápidamente alejo esos pensamientos y pido ver cómo la pelirosa se levantaba de su pecho apollando sus manos en el suelo justo al costado de su rostro, el no podía estar más nervioso, teniendo a una hermosa aunque desarreglada chica encima suyo y en esa posición, ella tenía su vista totalmente incrustada en el rostro del joven, con un rostro neutral y cansado, se levantó lentamente y una vez parada dio media vuelta y camino de vuelta al taller.

Izuku se sintio un poco ofendido, el asumió del impacto para ayudarla y ni siquiera recibió un agradecimiento aunque rápidamente pensó que eso no es lo que busca una persona al realizar una buena acción y que ella ni siquiera se lo pidió así que se levantó del suelo escuchando como uno de los huesos de su espalda hizo un sonido para nada agradable al doblar su abdomen en un intento de levantarse.

Una vez de pie entro de una vez a aquel cuarto, era sin dudas un lugar muy sorprendente de ver aunque se sorprendió de ver solamente a dos personas en el, el que Izuku recordaba como el profesor del curso de apoyo y a la chica en cuestión que acababa de salir volando del ahí que ahora estaba como si nada delante de la mesa de trabajo al parecer atornillando algo mientras su profesor la reprendía sin éxito pues al parecer la chica nisiquiera se molestaba en escucharlo.

Dulce preocupación Donde viven las historias. Descúbrelo ahora