×Only one chapter×

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Después de la muerte de Odasaku...

En la mafia, nadie sabía dónde se encontraba Dazai actualmente. Pero nadie se molestó mucho en preocuparse, ya que todos sabían del incidente que había pasado días atrás.

A decir verdad, nadie sabía dónde vivía el Demon Prodigy. Sabían que no vivía en los apartamentos compartidos de la mafia, en una casa a su nombre tampoco. Muchos teorizaron que vivía en un contenedor de basura, otros, que vivía con el mismísimo Mori.

Solo una persona había sabido donde vivía, y esa persona ya no está con él.

Dazai vivía en un contenedor de transporte, alejado del resto de la sociedad, a más de una hora andando de la sede principal de la Port Mafia. Nunca le dijo a nadie donde residía, pero sabía con certeza que su jefe podría localizarle cuando quisiera.

Aunque, eso no era lo que estaba pensando el suicida. No estaba tratando de esconderse. No estaba tratando de huir. Solo... estaba ahí.

Tal vez su jefe sabía eso, tal vez por eso no había ido (aún) a por él.

Se encontraba sentado en la silla de plástico, una de las pocas cosas que había en su contenedor - casa. No sabía cuánto tiempo llevaba ahí sentado, tal vez minutos, tal vez horas, puede que incluso más de un día.

No había comido, aunque eso no era raro para él. Podía pasarse días enteros sin comer, ya sea por olvido o por la pérdida de apetito.

Solo hubo tres personas que se encargaron de que comiera. Uno lo hizo por un bien propio, otro está muerto... y aún no ha descubierto la razón del tercero.

Pero ahora mismo, tampoco piensa en eso.

Sus ojos recorrían a lo que llamaba su casa. Estaba ordenada, para sorpresa de todos.

Una semana antes de su muerte, Odasaku había venido y, viendo el desorden y la basura, hizo limpieza.

Dazai sí había desorganizado algo antes del accidente, pero apenas había tocado algo después de eso (a excepción de su cama, que se encontraba desecha en lo que parecía un nido). Apenas se había movido de la silla y de la cama.

A veces sí pensaba en eso.

Más bien, se veía a sí mismo desordenándolo todo, por diferentes motivos. De rabia e impotencia, para ver si algo se le caía encima y acababa con su sufrimiento, y, para no tener que recordar a su amigo cada vez que se quedaba mirando a la nada.

Se veía haciendo muchas cosas. Caminando por la casa, comiendo algo, limpiando el polvo, encendiendo el móvil y contestando algunas llamadas, e incluso se veía saliendo de su casa y yendo a trabajar. Pero todo eso se desvanecía cuando alguna basura golpeaba el metal y hacía un ruido que retumbaba por todo el contenedor, sacándolo de sus pensamientos.

Hasta cierto punto agradecía las interrupciones. No estaba acostumbrado a no estar consciente de su alrededor por tanto rato. Intentaba evitarlo, lo estaba intentando con todas sus fuerzas, pero no lo estaba consiguiendo.

Muchos pensarían que estaba enfadado con Mori, quien lo planeó todo. Él también quería estarlo, de verdad quería. Quería ir con él, maltratarlo y hacerle sufrir lo que Odasaku pasó.

Pero se encontraba allí, vacío, sin sentir nada más que un abismo mucho más profundo del que le acompañaba desde que tenía memoría.

Se odiaba a sí mismo por no haber llorado su muerte, se odiaba a sí mismo por no haber podido salvarle, se odiaba a sí mismo por no vengarle, se odiaba a sí mismo porque su muerte le estaba doliendo mucho y sabía desde un principio que no debía de haberse atado tanto a alguien como Oda.

Días vacíos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora