Leyó de nuevo el papiro que la pequeña avecilla había traído. Al principio no reconoció la letra, sin embargo, el contenido le hizo que el corazón se detuviese y se olvidara como respirar. Heraclio cumplió con su promesa de buscar una explicación a la ruptura de ambos; la había encontrado y eso puso los nervios de punta a Agatha. Ahora seguramente Egan pensaría que ella envió al chico de cabellos azabaches a preguntar, cuándo fue todo lo contrario.
«Bueno, ya el mal está hecho» pensó con una sonrisa mínima antes de guardar el trozo de papiro en algún cofrecito de madera que reposaba sobre el escritorio.Pasaron algunos días en los que Agatha trató de volver a su rutinaria vida de antes. Se levantaba, desayunaba, iba a la casa de las chicas a bordar, en las tarde salía, a veces se quedaba ayudando en el hogar o respondiendo alguna carta de las chicas de Corinto. En ocasiones se topaba con Calixto en el Varvakeios Agora, sin embargo, solía evitarlo disimuladamente, otras veces era el mismísimo Egan, al verlo desde la distancia hacia todo lo posible por parecer despistada, si iba con algunas de las muchachas le buscaba conversación de lo mas tonto e significante que le cruzara por la mente y si estaba cerca de algún puestesillo empezaba a tomar algunos de los productos para acercarse luego al dueño; pagando en ocasiones cosas innecesarias.
Pero, aquel singular día su rutina volvió a caer en picada. Se encontraba en el mercado público haciendo las compras de la semana, entre algunos empaques y la cesta de mimbre andaba en sus anchas por el lugar, se sentía de buen humor que entre unas cuantas risas correspondió a los halagos de unos cuantos chicos del pueblo, también danzó un poco cuando escucho una linda melodía nativa de Atenas. Aún tenía dolor por la relación terminada, sin embargo, en ese instante se sentía tan liviana y el Varvakeios Agora tenía pinceladas de un color más vivo, sus ojos marrones miraron entre los atenienses que se movían de un lado a otro y fue en ese momento cuando ocurrió, era como si estuviera en un segundo plano, las voces se escucharon distantes, las personas se movían en cámara lenta, pero el único ser que no parecía afectado por aquello era el chico de ojos avellanos.
Agatha lo vio abrirse paso entre nativos y turistas; para que al final sus fanales conectaran con los de ella, ambos se miraron un largo rato, como si estuvieran analizando al contrario. La chica miró como Egan alzaba algo dudoso su mano para hacerle un ademán de saludo, sin embargo, ella no le correspondió. Se le quedó mirando, como tratando de reconocerle y al final le sonrió suavemente antes de sentir un pitido ensordecedor en el oído que le hizo poner una mueca de dolor haciendo que se girara y colocara la mano en la zona afectada. Respiraba trabajosamente por las punzadas mientras sentía la mirada sobre ella, un escalofrío le erizó cada vello de su cuerpo. Se volteó un poco, mirando entre los mechones de cabello aquella expresión preocupada del ateniense que le observaba a unos cuantos pasos. Se asustó, pensó en cómo huir y cuando una bandada de turistas obstaculizaron el paso se echó a correr hacia su hogar.
«¡Maldición! ¡Maldición! ¡Maldición!»
...
Pasaron algunos días más.
La delfiense se encontraba en el riachuelo lavando algunas prendas cuando una palomita gris se apostó en la roca más cercana, con su singular canto atrajo la atención de la castaña.
—No vienes por parte de Heraclio ¿Verdad?— Con una sonrisa de medio lado se levantó de aquella roca baja y lisa en la cual estaba sentada lavando tranquilamente, con pasos precavidos se acerca a la orilla sintiendo como las telas del peplo se encontraban totalmente empapadas.— No es muy común que me lleguen cartas en estos días— Con sutiliza deslizó los dedos por la soga que mantenía amarrado el papiro a la garra del ave, los ojos marrones; tan comunes a los demás, se dispusieron a leer la esquela enviada, abriéndose con una enorme sorpresa al reconocer aquella letra y también al ver el escrito. Observo a la paloma que expectante aguardaba alguna indicación, con suavidad Agatha deslizó sus dedos por el plumaje grisáceo dándole así una pequeña caricia al ave.— Gracias, puedes regresar con tu dueño.
Con aquello vio al ave alejarse para luego posar sus fanales marrones en aquel trozo de papiro, lo observó antes de arrugarlo y colocarlo dentro de la cesta para proseguir con su labor.
Regresó cerca de las tres de la tarde, su progenitora se encontraba fuera, específicamente en el hogar de un paciente. La delfiense se mordió el labio con algo de nervios mientras pensaba si ir o no al encuentro de Egan, el corazón latía con frenesís hasta el punto de escucharlo en los oídos, los ojos marrones se fijaron en una tetradracma sobre la mesa; con prisa la tomo y apretándola en su mano, suspiro.
—Solo si es búho al primer intento, voy— Con aquella afirmación en voz alta, la lanzó. Vio al tetradracma girar en el aire y resplandecer con los halos de sol que se colaron a la estancia, la chica acunó sus manos observando en cámara como la moneda caía en las palmas, fue instinto apartar la mirada y respirar hondamente antes de volver la vista.— Maldita suerte la mía— Expresó con el ceño fruncido acompañado de una mueca de disgusto.— Espero que mi madre no llegue temprano hoy.
Agatha dejó las prendas tendidas para luego salir, al momento en que cerró la puerta; un halo de luz se coló a la estancia y el tetradracma con el tallado del búho relució sobre la mesa.
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ᴛᴡᴏ ᴛᴡɪɴ ғʟᴀᴍᴇs ᴅᴇsᴛɪɴᴇᴅ ɴᴏᴛ ᴛᴏ ʙᴇ ᴛᴏɢᴇᴛʜᴇʀ
Genç Kurgu«𝐅𝐢𝐠𝐮𝐫𝐚́𝐬𝐞𝐦𝐞, 𝐪𝐮𝐞 𝐡𝐚𝐬𝐭𝐚 𝐚𝐡𝐨𝐫𝐚 𝐥𝐨𝐬 𝐡𝐨𝐦𝐛𝐫𝐞𝐬 𝐡𝐚𝐧 𝐢𝐠𝐧𝐨𝐫𝐚𝐝𝐨 𝐞𝐧𝐭𝐞𝐫𝐚𝐦𝐞𝐧𝐭𝐞 𝐞𝐥 𝐩𝐨𝐝𝐞𝐫 𝐝𝐞𝐥 𝐚𝐦𝐨𝐫; 𝐩𝐨𝐫𝐪𝐮𝐞 𝐬𝐢 𝐥𝐨 𝐜𝐨𝐧𝐨𝐜𝐢𝐞𝐬𝐞𝐧, 𝐥𝐞 𝐥𝐞𝐯𝐚𝐧𝐭𝐚𝐫𝐢́𝐚𝐧 𝐭𝐞𝐦𝐩𝐥𝐨𝐬 𝐲 𝐚...