Capítulo 9. Noches difíciles.

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Teresa.


Estaba desesperada, sentía que me faltaba el aire de tanto correr. Me escondía entre las sombras de las calles, intentando evitar a toda costa los postes de electricidad que pondrían en evidencia mi presencia ahí. Pero, a pesar de todos mis esfuerzos, sentía que me estaban siguiendo.

No recordaba que mi casa quedara tan lejos del hospital, era como estar viviendo en un bucle. Tenía la sensación de que estaba recorriendo las mismas calles una y otra vez, sin realmente avanzar.

Y lo que más me preocupaba era que cada vez sentía esa presencia más cerca, no podía decir con exactitud qué era. El aire estaba sumamente pesado y aunque hacía mucho frío en las calles, mi cuerpo estaba cansado de huir. Mis pulmones, junto con mis vías respiratorias, ardían al absorber el aire frío de la noche, chocando en contraste con mi temperatura corporal. Era un verdadero infierno, y solo quería llegar a casa.

Sentía que si no me apresuraba, esa presencia extraña me alcanzaría. En ese momento me arrepentí de haber sido tan ilusa y haber pensado que era capaz de hacer un encargo como este. Era obvio que mi mala suerte me seguiría a todos lados, no había remedio para eso.

Continué corriendo aunque mis piernas se quejaban cada vez más, sentía que si no llegaba a casa pronto, caería al piso en cualquier momento. Mis piernas temblaban y las plantas de mis pies ardían, no había sido una muy buena decisión ponerme botas con un poco de tacón.

Estaba agotada, no podía más. Aunque lo intentara, mi cuerpo no daba para más y sabía que tarde o temprano aquella cosa me alcanzaría, ya que por más que tratara de avanzar por las calles, volvía a pasar por el mismo lugar. Comenzaba a pensar que era imposible huir.

Sintiéndome totalmente rendida, me detuve, y apoyé las manos sobre mis rodillas mientras tomaba aire desesperadamente. Sentía cómo cada vez todo a mi alrededor se volvía cada vez más oscuro, el color negro inundaba las esquinas de mi campo de visión. Estaba muy mareada, y a pesar del frío de la noche, gotas enormes de sudor bajaban por mi frente, y formaban hilos en mi espalda.

Cerré los ojos, aceptando mi destino de ser sumida por la oscuridad, que cada vez se hacía más presente a mi alrededor. Intenté quedarme quieta, y me fijé en que no se escuchaba nada más que la brisa en las calles, y aunque no podía decir si yo era la única capaz de percibirlo, había un constante susurro que parecía envolverme.

Volví a abrir los ojos al sentir cómo se filtraba una luz muy intensa través de mis párpados. Volteé inmediatamente hacia su dirección, y para mi desgracia, se trataba de un auto que venía por la calle. Casi de manera instantánea volvió a mí el recuerdo del accidente, y comencé a temblar.

Mis nervios se hicieron aún más grandes cuando vi que el carro se salía de la carretera y comenzaba a conducir por la acera. Venía directamente a mí, y no sabía qué hacer.

En ese momento, me desconocí, porque me alegré de pensar que al menos ese sería el fin de tantos eventos desafortunados. Había algo que me estaba haciendo pensar en la muerte como el equivalente al descanso que tanto anhelaba.

Todo estaba pasando muy rápido, pero desde mi perspectiva, podía observar cómo el auto venía en cámara lenta hacia mí, y lo único que me hacía dudar de mi decisión de no apartarme del camino, era pensar en que dejaría sola a mi madre.

Él es un ángel.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora