Robin
–Disculpe usted, señor, no lo había visto. Estaba demasiado embelesada observando la belleza de esta villa –hizo una pequeña reverencia como la perfecta muestra de su refinada educación.
Representaba la fiel imagen de una noble, con sus regios gestos y sus perfectas maneras aristocráticas, algo que ninguno de nosotros se esperaba después del último encuentro que habían tenido. Cualquiera que la viera en aquel momento no dudaría ni por un segundo de su educación ni su buena estirpe, cualquiera que no la conociera como yo.
No contesté, su inocente actuación me dejó sin palabras por unos segundos. Sorprendemente, había cumplido con su palabra y yo, estúpido de mí, me había preparado para discutir con ella. Delante de todo el mundo. Me había dejado llevar por mi estúpida ira y no había pensado las cosas con calma. Si hubiese actuado sin cabeza, las cosas se habrían salido muy rápido de control ya que estoy seguro de que María no es de esas mujeres que permitiría que un hombre cualquiera le levantase la voz.
Inspiré hondo.
Noté tras de mí la tensión que exudan los cuerpos de mis amigos, nerviosos por la situación en la que habíamos acabado. Me hicieron aún más consciente de la importancia de mi actuación, de las repercusiones que podía tener aquel teatro improvisado.
Y eso era exactamente lo que era: una actuación, un mero juego de máscaras hechas con palabras. Así que me preparé para interpretar mi papel principal.
–Oh no, mi señora, disculpe mi torpeza –hice una reverencia exagerada para darle aún más énfasis a mi gesto–. Me alegro de que le guste nuestra pequeña comunidad. Estoy totalmente seguro de que gozará de todos sus rincones, puede que sea algo pequeño, pero nuestro pueblo brinda verdaderas maravillas para los ojos sabios.
Sonreí, en parte por mi actuación, pero principalmente a modo de desafío hacia aquella muchacha que se alzaba orgullosa y sagaz ante mí.
Pude percibir la luz de un brillo pícaro asomar en sus ojos.
–También confío fervientemente en ello –sonrió con sorna aunque intentó ocultarlo con un rápido movimiento de su mano. Me sobrepasó con rapidez por mi derecha mientras la seguía de cerca por el viejo mayordomo. La chica inclinó la cabeza como saludo a mis acompañantes al pasar a sus lados–. Que pasen un buen día, caballeros.
Los murmullos de la gente del pueblo se reanudaron al mismo ritmo que aquellas botas de tacón se alejaban de nosotros. Todo el pueblo cuchicheaba sobre aquel encuentro, como ella le había hablado con elegancia, como él la había mirado de arriba abajo como si la estudiara, como el mayordomo se había quedado helado sin decir nada... pero el susurro que más se repetía entre los vecinos era el mismo: ¿sabría alguno de los dos quién era el otro?¿Sabría Robin Aguilar que aquella muchacha a la que había estudiado de arriba a abajo era la única mujer con la que nunca podría estar? ¿Sabría María de la Vega que aquel muchacho que le había saludado fervientemente sería su mayor enemigo? ¿Sabrían los chicos que eran las únicas personas destinadas a odiarse entre ellos hasta el final de sus días?
Me giré y enfrenté a mis amigos, intentando ignorar las voces que susurraban a nuestro alrededor.. Max estaba semiescondido detrás de León, como si aquello lo fuese a proteger si me descontrolaba y formaba un gran alboroto. León estaba aún más tenso de lo que me podía ni siquiera imaginar, con la mandíbula tensa, todo lo contrario a su hermano, que se hallaba relajado, con el rostro vuelto, observando a la melena pelirroja que se alejaba en la distancia.
León suspiró y se sacudió de hombros, intentando relajarse todo lo posible.
–Maldita sea, no pensé que fuera a aparecer por aquí –León se frotó los ojos.
–Hombre, teniendo en cuenta que lleva días encerrada en la casona, era lógico que acabara viniendo al pueblo –Lucas llevaba toda la razón–. No puedes pensar que no volveremos a verla nunca más cuando vive a menos de cinco kilómetros y este es el único pueblo en las cercanías.
¿Cómo has podido pensar que todo se había acabado? Que inocente y estúpido eres Robin. Me reprendió la voz de mi cabeza. No es como si la chica hubiese venido de visita a ver a su tío. Se había mudado allí, lo que significaba que habría más encuentros como aquel. Muchos más.
Un escalofrío me recorrió, no supe decir si por temor o por la anticipación a que aquello pasara.
Al menos todo había salido bien en este primer encuentro. Habían podido fingir que no se conocían de nada, y en cierto modo así era. Ella ni siquiera sabía el nombre de él. Y esperaba que fuese así el máximo tiempo posible.
Nadie en el pueblo podría sospechar de ellos después de las palabras que se habían cruzado, incluso si alguno hubiese atisbado alguna de las sonrisas pícaras que se les habían escapado. Ni siquiera su callado sirviente podría haber apreciado algo extraño en aquella conversación, excepto quizás que el enemigo jurado de su señor se había dado de bruces con su sobrina.
Mierda, se lo va a contar sí o sí. Hoy mismo se va a enterar.
–Tenemos que tener más cuidado a partir de ahora. Quiero que todos estéis atentos a lo que se diga en el pueblo, si hay alguna noticia de que viene o de que está aquí quiero saberlo. Debemos evitar que su nombre se diga en la misma frase que el mío –me mordí la uña del dedo pulgar mientras pensaba en ello–. Sea como sea.
–Supongo que yo tendré que visitar más a menudo a Marta, ¿no? –Lucas se rascó la cabeza, probablemente pensando en excusas para volver a hablar con la chica sin levantar sospechas.
–Sería de gran ayuda, la verdad –le dije, agradeciéndole sin palabras su participación en el asunto.
–Yo puedo intentar sonsacarle información al Padre Alejandro, a la salida de misa siempre habla de las nuevas del pueblo. Con suerte, me entero de algo –aportó Max mientras salía al fin de detrás de León.
–Eso es genial tío, nunca se me hubiese ocurrido. Pero ten cuidado, si el Padre se da cuenta de que estás metiendo las narices, va a querer enterarse de lo que pasa.
–No te preocupes por eso.
–Yo intentaré hablar con los vendedores cuando baje por las mañanas a la plaza, con suerte me entero de algo con suficiente tiempo para preparar algún plan o al menos para estar listos –asentí ante las palabras de León.
Todos se habían autoimpuesto tareas para ayudarme. Así era nuestra relación, yo necesitaba ayuda y ellos no solo estarían dispuestos a hacer lo que necesitara, sino que encima lo harían dándolo todo. Por eso los llamaba amigos con la boca llena, porque sabía que pasase lo que pasase siempre podía contar con ellos. Siempre estarían allí, protegiéndome la espalda.
–De acuerdo, tíos, a partir de mañana misión vigilancia activa de nuevo –todos asintieron ante mis palabras–. Ahora es momento de saltar al segundo paso.
–¿Segundo paso?
–Claro ¿Qué esperabas hacer si la chica aparecía por aquí?
–Pues no sé... ¿irnos lo más lejos posible? –dijo con sorna León, como si aquello fuera la mejor opción, bueno, como si fuera la única opción.
–Por supuesto que no. Aún tenemos que controlar lo que esa boquita dice., sobre todo ahora que todo el pueblo nos ha visto juntos y ella puede señalarme directamente con el dedo.
León suspiró profundamente.
–Tienes razón ¿Qué quieres hacer?
–Evidentemente... espiarla.
La sonrisa diabólica de Robin no avecina nada bueno.
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Enredadera negra y roja
FantasyUn valle encantado. Dos familias enfrentadas durante generaciones. Un amor condenado al odio y un odio destinado al amor. Dos herederos enlazados por la magia. ¿Qué podría salir mal? Verse con Robin, el hijo del mayor enemigo de tu familia, no es b...