~XXXIII~ Elías Ainsworth

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La rutina en Hogwarts había regresado un poco. Pero el peligro aun acechaba. Las investigaciones habían quedado truncadas era como si el enemigo fuera tragado por la tierra misma. Tanto la familia real como Libasset y su master, estaban presionados cada vez con el tema. La única opción era esperar y ver que hechos sucedían, alguna pista que pudieran dejar. Mientras los peligros en Hogwarts habían ido en aumento, las reglas se volvían más estrictas, solicitaban que ahora los alumnos debían ir en parejas o grupos pero jamás solos. Esto con el fin de evitar más casos de petrificación. Las horas de almuerzo aun eran ordinarias y llenas de actividad. Más la llegada de una persona llamaba la atención del alumnado. Era normal ver que llegaran personas que no fueran del colegio, pero en específico este invitado transmitía un aura única y fuerte. De tez blanca y sus cabellos de un rubio oscuro, el caballero camino por los corredores observando todo el lugar. No toleraba mucho a los externos, pero podía darles un punto a favor con el colegio.

— ¿Qué haces aquí?

El aludido de porte elegante dejo de observar el lugar para fijar su mirada en el anciano que estaba de pie en la puerta del gran comedor. El caballero sonrió con sorna al verlo.

—Cuanto tiempo, Dumbledore.

El anciano director tenía una sensación de alerta. ¿Cuánto tiempo había pasado de la última vez que lo vio? El caballero observo las manos del anciano, sus ligeras acciones mostraban que se preparaba para un duelo. Ese vejestorio jamás cambiaria.

—No he venido saldar cuentas, si eso te preocupa. No me hagas un salvaje como para ocasionar caos en un colegio lleno de alumnos.

Sin confiarse del todo, Dumbledore trato de mostrar más calma.

— ¿A qué se debe tu visita? —ni siquiera preguntaría como logro entrar, sabía que para el recién llegado era fácil abrir la barrera mágica del colegio.

Severus tuvo que casi correr al ser avisado de la llegada de su mentor. Libasset le mando el aviso por su red flu pero al invitado le dio por llegar sin aviso alguno. Ni siquiera espero a que las escaleras terminaran de subir, tuvo que casi brincar para llegar a la puerta. Más la escena en la oficina de Dumbledore era única.

Dos personas se hallaban serias viéndose uno al otro. Dumbledore con un aura de alerta y molestia, mientras que el invitado de ropas londinenses muggle y cabellos rubios oscuros le devolvía una mirada seria pero con una muestra en sus ojos de calma. Aun así el ambiente era tenso.

—Director. Vine de inmediato en cuanto me llegó la noticia.

—Que bien, Severus —fue la respuesta cortante por parte del anciano. Los cuadros en cambios se hallaban atentos al chisme.

El pocionista tuvo que llevar su mirada al invitado, que jugaba con parsimonia con su bastón. ¿Esta era la persona que envió Libasset? Le sorprendía que el director estuviera en estado de alerta ante la presencia del recién llegado.

Pronto sintió un escalofrió al sentir la atenta mirada del hombre de cabellos rubios. Era casi asfixiante el solo ser analizado bajo su atenta mirada. Ahora comprendía la reacción del anciano director. El hombre poseía un gran poder mágico que lograba transmitirlo con solo su presencia.

— ¿Este es el afamado pocionista que tanto habla la externa?

¿Externa? ¿Se refería a Libasset? Estas interrogantes pasaban por la mente de Snape. Era la segunda vez que escucha la palabra "externos".

—Severus, te presento al mago Elías Ainsworth. Es un conocido de la elfa guardiana de la profesora Kreuz —indico, Albus.

Entonces si era la persona que había dicho, Libasset. Elías se puso de pie, acercándose al pocionista, extendiendo su mano para saludarlo.

El hijo preferido «Dinastía Merlín»¹Donde viven las historias. Descúbrelo ahora