Día a día

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Un molesto sonido retumba en tus oídos, haciendo que tus ojos se abran lentamente, parece algo metálico acercándose a tí.

—¡A mover el culo nenas!—

Una irritante voz profunda resonaba por todo el edificio, parecía de un hombre, de una edad medio-avanzada.
Coges la almohada y la pones con fuerza sobre tu cabeza, cuando escuchas el sonido justo en la puerta de tu celda.

—Niñato, mueve el culo, estás aquí para trabajar, ¡No para calentar la cama!—
Apartas la almohada de tu cara, asustado, y te levantas, tus pies tocan el frío suelo, y todo tu cuerpo se estremece.
Pasados diez minutos, abren todas las celdas, y vas al amplio comedor.
Allí sirven un desayuno de extraña procedencia, pero "apetecible".
Mientras comes, estás cabizbajo, sientes todas las incómodas miradas sobre tí, al fin y al cabo eras algo afeminado, y un punto de mira fácil, pero sigues con lo tuyo.
Te terminas el aperitivo, y todos los presentes os vais a las duchas, las cuales están separadas de las de mujeres.
Te quitas el mono naranja y entras en el plato de ducha.
Abres el grifo y sientes el agua fría, la cual hace que te apartes un poco, poco a poco el agua se va calentando más y más, y ahora sí, te duchas "tranquilamente", quizas algo agobiado por la masculinidad presente.

Sales del plato de ducha y vas a los patios traseros, en donde te están esperando unas rocas ansiosas por qué las piquen.

Entre rejas | BlDonde viven las historias. Descúbrelo ahora