13. FEBRERO II

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KIHYUN

Hyungwon no dijo nada más, tan solo asintió despacio y pensativo antes de poner en marcha el coche.
Seguí callado mientras dejábamos atrás las calles y nos alejábamos de la ciudad.
Pronto estuvimos circulando por una carretera flanqueada por el bosque tropical. Él me sonrió cuando me miró de reojo durante un tramo recto y el gesto me calmó.

Así que empecé a relajarme, porque estaba agotado tras el día de nervios y esa conversación pendiente que parecía flotar entre nosotros. Valoré la posibilidad de dormir un rato, pero se esfumó de un plumazo en cuanto vi que nos desviábamos hacia la derecha para adentrarnos en un sendero sin asfaltar y estrecho.
—¿A dónde vamos? —fruncí el ceño.

—¿No tienes ganas de aventuras?

Su mirada traviesa me recordó al Hyungwon de siempre, el que le había pedido que fuese, y me calentó por dentro por esa sensación de familiaridad.
Frenó delante de una playa desierta.

—¿Qué hacemos aquí?

No contestó. Salió de la pick up, fue a la parte trasera y abrió la cremallera de la lona en la que guardaba las tablas de surf.
—Espero que estés bromeando —mascullé.

—¿No te apetece? Vamos, sal del coche.

—Esa no es la cuestión. Ni siquiera llevo ropa de baño.

—¿Ni ropa interior? —El muy idiota sonrió cuando notó que me sonrojaba. Apreté los labios—. No es que vaya a ver algo que no conozca bien, cariño.

Puse los ojos en blanco y él se alejó hacia la orilla. Me quedé allí un minuto largo observándolo caminar bajo el sol del atardecer y preguntándome si no era mejor enfrentarme al Hyungwon desconocido que a ese que siempre me acorralaba contra las cuerdas como si desease sacar mi parte más impulsiva, esa que yo intentaba dominar y controlar.

Lo insulté mentalmente un par de veces antes de dejarme llevar por el deseo y la envidia que me dio verlo en el agua. Me quité la camiseta y el jean, di gracias por haberme puesto ropa interior oscura. Después cogí una de las dos tablas que quedaban y me encaminé hacia la playa mientras contemplaba el cielo anaranjado.

—Has tardado —me reprochó cuando lo alcancé.

—Perdona, estaba enumerando todas las razones estúpidas por las que te sigo el juego.

—Me encanta cuando te enfadas.

Se alejó sumergiéndose en el agua y lo seguí.

No logré cabalgar las tres primeras olas buenas, pero en el cuarto intento me mantuve en pie sobre la tabla, con el cuerpo flexionado hacia delante, deslizándome con suavidad mientras el mar y su aroma me envolvían; y todo fue perfecto. Perfecto.

Esos momentos de plenitud que surgen cuando menos te lo esperas y que te sacuden, como si te recordasen que sí, que son posibles y que te llenan de energía.
Cuando tras tantas caídas noté que empezaba a estar dolorido y agotado, salimos del agua y nos sentamos en la orilla húmeda para secarnos un poco. El sol casi había desaparecido; los rayos rojizos y anaranjados salpicaban el cielo, que empezaba a oscurecerse y los pájaros que lo surcaban parecían pequeñas sombras desde allí, sobre el murmullo del mar.

—¿Cómo pintarías esto? —pregunté sin pensar.

—¿El cielo? —Hyungwon arrugó el ceño—. No lo sé.

—Algo te habrá venido a la cabeza —insistí.

Dejó escapar un suspiro y relajó los hombros.
—Con las manos…

—¿Cómo dices? —me reí.

—Eso —sonrió—. Con las manos. Cogería la pintura con los dedos y luego los extendería así hacia arriba —explicó colocándolos como una garra.

Lo que somos 2° Parte // HyungKi (Ad3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora