XXIX: Tiempo juntos

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En el almuerzo el corresponsal llamado Kadir, anunció que al día siguiente harían las entrevistas a la familia de Mohamed. Y pasado mañana a los novios. Notificarían al consejo y debían esperar la respuesta de este antes de marcharse.

El anciano Selim insistió en que lo mejor sería que se queden hasta la boda, pero Kadir dijo que eso también seria consultado al consejo.

Zeth se sentía un poco invadido, la mirada del anciano Selim siempre examinándolo, Zahid que también controlaba sus gestos y maneras constantemente. Por lo único que soportaba todo aquello y no se retiraba del comedor era por Samira, que cada vez que el anciano la miraba, buscaba de alguna forma tener contacto con Zeth, como para verificar que no la deje sola. De verdad estaba muy nerviosa y la noche anterior se había abierto y el le había prometido que no dejaría que la separen de su familia. Claro que pensaba cumplir. Pero en el fondo, también soportaba todo aquello porque le agradaba que Samira busque protección en él, le reconfortaba pensar que ella lo elegía a él para refugiarse o buscar seguridad. Pero Zeth no quería asumirlo, porque el no era elección de Samira, el era su única solución y eso le pesaba.

El día pasó y con el atardecer se marcharon los guías hijos del desierto de ciudad del norte.

En la noche, en la hora de la sobremesa después de la cena, todos estaban en los sillones reunidos y siguieron con la conversación, Zeth y Samira se sentaron un poco mas apartados del resto.

-En mi tiempo, el consejo no solo atestiguaba la boda de los hijos del desierto, si no también la consumación del matrimonio...- dijo el anciano Selim mirando a Samira y Zeth.

Samira se estremeció por completo y un temblor inexplicable sintió recorrer su cuerpo. Ese viejo asqueroso no podía estar hablando en serio.

Zeth que estaba a su lado, notó esto y sin pensarlo mucho, la tomó de la mano con delicadeza. Por supuesto que lo hacia sabiendo que el viejo los observaba.

Ante el gesto, Samira sintió que el temblor se esfumaba, y una calidez en su pecho la reconfortaba, sintió como su corazón se aceleraba y cuando Anisa habló en contra del comentario del anciano, ella casi no la escuchaba. Samira busco con sus ojos, los ojos de Zeth, y al encontrarlos el mundo al rededor se terminó de esfuma. Sus ojos grises tenían un efecto hipnótico para ella. Eran tan hermosos, tan misteriosos...

- ¿Te sientes bien? - Zeth se preocupó un poco.  -Samira, ¿te sientes bien? - volvió a preguntar Zeth despacio.

-Si, si... solo... estoy un poco cansada...- ella trató de volver en si, pero Zeth se acercó más para hablarle al oído y eso no ayudó mucho.

- ¿Quieres ir a tu cuarto? - susurró por lo bajo.

-N-Nno, está bien... puedo quedarme un rato más...- dijo ella en un susurro. La verdad era que podía quedarse de la mano de Zeth por toda la eternidad. ¿Porqué sentía esto ahora? ¿Qué le estaba pasando?

-¿Pasa algo hijo? - dijo Anisa mirando a su hijo.

-No nada... Samira esta un poco cansada, si nos disculpan, saldremos a tomar aire fresco. - dijo Zeth poniéndose de pie y llevando a Samira de la mano hacia el jardín.

-Frente a los enamorados, todos nosotros estamos de más...- dijo Mohamed sonriente, pero siguiendo con la mirada a su hija.

-Ya lo creo amigo mío. Tu hija y mi hijo, hacen una hermosa pareja. Dejémoslo que se conozcan más antes de su boda. – dijo Anisa viendo como se alejaban los aludidos.

Al salir al Jardín Zeth dejó salir aire de sus pulmones.

-Lo siento, se que dijiste que podías quedarte, pero también quería irme de ahí. - Dijo Zeth con seriedad.

Los hijos del DesiertoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora