La tradición de regalar flores el 21 de septiembre es muy notoria, muchos reciben flores y las presumen en redes sociales, como un símbolo del amor eterno que la pareja comparte. Pero para Santiago, es un día común y corriente. No tiene pareja y estos días le ponen de mal humor, por lo que siempre falta a sus clases ese día y se queda en su casa a aislarse del mundo.
Así que un día, empezó a escribir. Tomó su computadora, abrió un procesador de textos y escribió. Lo que se hallaba en aquella hoja era cómo el hombre de sus sueños, al cual describió con una estatura más baja que la de él, cabello negro y una barba, su nombre sería Henry Martín. Incluso lo había dibujado, haciendo una pose donde mostraba sus musculosos brazos y sacaba la lengua.
Su personalidad sería humilde, alegre pero a su vez tranquila, el tipo de persona que Santiago deseaba en su vida.
No pudo seguir redactando, había caído dormido.
( . . . )
Despierta, creador. Despierta...
Santiago sintió cómo alguien lo estaba removiendo, pero él no quería despertar. Estaba demasiado cómodo en ese momento.
¡Un momento! ¿Creador? Tomás se despertó de golpe, y cayó de la silla. Había un hombre que por alguna razón, era demasiado familiar. ¿Dónde lo había visto?...
—¡Creador! Estás despierto. —Era un hombre bajo, con una barba, músculos que resaltan...
Aún si estaba adormilado, dijo el primer nombre que se le vino a la mente. —¿Henry Martín? —Santiago estaba atónito luego de procesarlo. ¡Claro! Era igualito al hombre que había dibujado, incluso su retrato estaba ahí en su escritorio. —¿Cómo... cómo es posible?, ¿estoy soñando? Dios, debo estar soñando, tú no puedes ser real, no- ¡no! ¡¿Cómo es que mi creación ha tomado vida y está aquí conmigo?!
Henry se mostró asustado, retrocedió un poco. —Yo... tampoco lo sé. Perdón, de repente aparecí aquí.
Aún si Santiago se echó agua en el rostro, jaló su cabello, hizo de todo, Henry seguía ahí. Su hombre soñado era real.
Pero era cruel no darle un pasado, una historia, nada. La única persona que conocía Henry, era él.
—Me puedes decir Santiago. —Habló, en el tono más cuerdo que pudo. Esta historia era demasiado increíble para ser cierta.
—¡Santi! —Henry sonrió, y es la más hermosa expresión que ha visto Tomás. Una vibración le recorrió el cuerpo.
Pero tenía mucho que mostrarle.
( . . . )
Santiago le enseñaba a Henry sobre este mundo, sobre lo que estudiaba y las maravillas que había. El más bajo de ambos estaba encantado, en poco tiempo, ambos habían desarrollado una hermosa conexión.
Le había enseñado la facultad donde estudiaba, le presentó algunos compañeros (de los cuales, destacó uno llamado Luis Ángel Malagón, quien tuvo mucha química con él).
Fue así que Henry, un día, le regaló a Santiago una astromelia amarilla. Símbolo de una amistad que debe ser eterna.
—¿De dónde la sacaste? —Cuestionó Tomás, mientras atesoraba aquella flor.
Henry solamente se ruborizó. —Era bonita, así como tú. Me dijeron que es para que las amistades duren más, y de verdad, desde mi repentina llegada, me has tratado bien, y enseñado de tu mundo.
—Y siempre será así, Henry. —El castaño le dio un abrazo al hombre de barba, como si en cualquier momento fuera a desaparecer. —Eres mi creación, y te aprecio mucho.
Así, este autor empezó a escribirle un pasado a Henry, una historia y una ficha sobre él, donde indicara más datos. Pero luego se percató que conforme su creación aprendía cosas o se comunicaba con alguien, esta ficha se autorrellenaba, e incluso otros nombres aparecieron. ¿Quién sabe de dónde?
Diego Valdés, Álvaro Fidalgo, Luis Ángel Malagón y Alejandro Zendejas, son los mejores amigos de Henry.
¿Cómo habían aparecido tres nombres más? ¿En qué momento su adorada creación había socializado con ellos? ¡Seguramente ni de su universidad eran!
Pero eso no importaba. Santiago estaba feliz de ver que Henry ya se había adaptado a esta nueva vida, incluso comenzó a hablar de su propio pasado y de cómo era su "vida" anterior, sin perder consciencia de que era un personaje ficticio.
( . . . )
—Mi mundo es igual al tuyo, Santi. Solo que yo... no te conozco ahí. —Henry "La Bomba" (apodo que sus nuevos amigos le dieron) Martín, hizo un pequeño puchero. —Me gustaría tenerte en mi vida. ¡Bueno! En esa vida.
Tomás sirvió una taza de café. Henry la aceptó y nueva información se llenó a su ficha, su creación estaba teniendo criterio propio para determinar sus gustos y límites, y eso le encantaba mucho. Nunca podía anticipar sus decisiones, Henry era totalmente distinto a él, se dio cuenta de que era mucho más profundo de lo que imaginaba.
—Te prometo que arreglaré eso, Henry. Debo leer tu información completa para determinar qué tipo de... relación, tendrás con esa persona. —Y estaba algo celoso, a decir verdad.
—Quiero que seas tú, Santi. No deseo a nadie más.
Santiago no tuvo palabras para explicar lo que sintió, su corazón se aceleró y los colores se le subieron a la cabeza.
( . . . )
Mientras más avanzaba el tiempo, ambos tenían pequeños roces, rubores involuntarios, y algunos abrazos en silencio.
Santi no quería hacerse ideas, pero Henry estaba seguro de sus sentimientos, así que le regaló un tulipán amarillo, simbolizando lo mucho que lo amaba.
—¿Henry? —Santiago tomó con cariño el tulipán. —¿Tú... estás seguro?
—Te amo, Santiago. Me di cuenta de eso a medida que pasábamos tiempo juntos. Por eso... no sé si es egoísta, pero deseo que vayas conmigo a mi mundo.
—Yo... iré a donde tú estés. Siempre, te amo, te amo, Henry Martín. —Al decir estas palabras, ambos hombres se dieron su primer beso, uno corto pero lleno de ternura.
Lo que ambos buscaban, estaba junto al otro. La información en la ficha se actualizó: Santiago Giménez es la pareja de Henry Martín.
Y acto seguido, ambos desaparecieron, a un mundo donde estarán juntos por siempre.
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Santiago y su creación.
FanfictionSantiago es un universitario que odia la época de flores amarillas. Así que escribió al hombre de sus sueños. Y él cobró vida.