i. Camp

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Sentí un ligero toque en mi hombro, llamando mi atención y haciéndome voltear.

Al hacerlo noté a Katelyn, una mujer de alrededor de veintitrés años, cabello rubio y ojos marrones, con pequeñas pecas esparcidas por su rostro y labios rosados y finos, estos formando una sonrisa y dejando ver los pequeños hoyuelos que se formaban en sus mejillas.

—¿Lo quieres?—me dijo, entregándome un libro con cubierta roja, tan solo el título mostrándose en esta.—Se que te gusta leer—sonrió de nuevo—Bueno, incluso si no te gustara, necesitas algo para entretenerte...claro tienes a Sophia y Carl pero...—está paro cuando se dió cuenta que iba a empezar a tartamudear y enredarse—Solo tómalo—dijo finalmente.

Lo agarré y le di una sonrisa de agradecimiento, analizando el libro cuidadosamente.

Kate pasó su mano por mi cabello, enredándolo ligeramente y dejándolo desordenado.

Me senté en una de las bancas, al lado de Laura, quien estaba maquillándose mientras se observaba en un pequeño espejo que había encontrado en el cadaver de un muerto.

Al otro lado estaba Amy, una joven rubia que había llegado con sus hermanas y su novio, o bueno, un chico que encontró mientras llegaba al campamento y decidió volverlo su amigo con derechos, besándolo de vez en cuando.

Cosa que estaba haciendo ahora, por cierto.

—Que asco—hice una mueca de disgusto, colocando mi mano en el puente de mi nariz con frustración y alejándome cada vez más.

—Algún día tu lo estarás haciendo con alguien—dijo Mark, el chico con el que se estaba besando Amy, alzando sus cejas de manera divertida.

Mark era un chico pelirrojo con ojos verdes, tenía labios gruesos y un cuerpo definido, por lo que se veía mayor de lo que era.
Irónico considerando que era muy inmaduro para ser un adulto.

Me terminé de alejar para llegar a una rama relativamente grande que se había caído de un árbol, esta se había vuelto el lugar donde Sophia, Carl y yo leíamos y conversábamos. Bueno, Sophia y yo conversábamos y Carl leía cómics. A pesar de ser un niño muy sociable, hablar con las mismas dos chicas, quienes no hacían más que conversar de antiguos niños que les "gustaban", llegaba a estresarle.

Sin embargo, al llegar pude escuchar unos ruidos extraños atrás de aquel lugar especial.
Me acerqué lentamente, dando un par de pasos antes de parar titubeante.

Heaven || Carl GrimesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora