Lee Hyein había estado estudiando poesía las últimas semanas después de que el invierno iniciase, no entendía sus sentires, creía que se trataba de la pubertad pero la sensación afónica en situaciones emocionales la perseguía desde que tenía uso de razón, o así lo pensaba ella, creía que se manifestaba como una espectadora, a veces se mantenía bajo la lluvia observando a sus amigas bailando entre las gotas, no se movía, llegaba a casa empapada y con el presentimiento de que pronto se resfriaría, pero nunca sucedía, así se mantenía, durante toda su vida había estado esperando algo que nunca llegaría, o bien, que aún no llegaba, pero era intrigante.
También había comenzado a despertar por las madrugadas llorando y con la garganta incrustada en vidrio, durante aquellas ocasiones llamaba a Kim Minji pero nunca le atendía, creía que se debía a la estruendosa lluvia que irrumpía en sueños profundos y ahí se mantenía, estática en un ruido blanco constante que desvanecía cualquier otro posible rastro ajeno, se sentía como un fantasma, lamentada y solitaria, olvidada. Las mañanas siguientes a este tipo de eventos, Minji le devolvía aquellas múltiples llamadas, por lo general era durante el ocaso mientras Hyein reposaba en su pequeño balcón, la mayor le imploraba eternas disculpas pero Lee solo se reía, para aquel momento ya habría olvidado aquellos catastróficos momentos de no haber sido porque la mayor le hacía saber de las incontables llamadas perdidas que había recibido de su parte y del sentimiento de culpa y miedo que ahora persistía con ella, pero Hyein por instantes dudaba de que fuese real, quizá solo había sido un mal sueño. Las llamadas de Kim siempre la conmovían, le hacían sentir que estaba sola y que nadie más la buscaba, hacía un par de meses había perdido comunicación con Kang Haerin junto a Marsh, ambas habían sido muy cercanas a ella, en especial Haerin, quien mientras más le pensaba, más se alejaba. Lo poco que sabía de Hanni Pham era lo que Kim le contaba entre aquellas llamadas semanales, decía que Pham había comenzado a visitarla más seguido para asegurarse de que se encontrase bien, aunque no entendía por qué había de asegurarse sobre ello, pues si bien Kim se escuchaba algo sensible, ciertamente no se le notaba enferma, Lee Hyein entonces se preocupaba, pero tampoco podía hacer mucho desde su inhibición.
El balcón en donde reposaba la mayoría de los atardeceres era cálido, muchas veces había soñado con un lugar parecido a ese, en donde las vistas fuesen plenas y el crepúsculo dorado pudiese vislumbrarse bien durante las eternas y suaves primaveras, le recordaba bastante a los días de oro junto al resto de las chicas. Los campamentos habían sido sus favoritos, no recordaba con exactitud el día en el que había llegado, pero tenía la sensación de que ya había pisado aquel lugar con anterioridad, en el aire se emanaba una brisa familiar, y Hanni Pham, en ese entonces una completamente desconocida, la había acogido de primeras, poco después le había confesado que había sido su primera opción desde que la observó inmersa y frágil como una ventisca de otoño, quizá en eso se había convertido.