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Todo fue bien en la última expedición. Llegamos al fuerte durante la noche después de cinco días de viaje. Aunque fue un largo camino, algunas tropas parecían estar de buenos ánimos, conversaban con sus más cercanos mientras esperaban su turno para entrar al fuerte.

Antes de entrar al fuerte, noté la silueta de Avraliz y Kaira en aquella banca bajo el árbol. Una kitsune rubia los acompañaba, estaban cenando.

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Me duché con todo el esmero y la paciencia posible, en unos minutos más tendría mi primera cita con Ruina. El trabajo como héroe y como doncella nos impedía tener tiempo a solas, también sus estudios y sus conversaciones con el Cardenal nos alejaron todavía más.

A veces podía acercarme a Ruina. Escondernos al menos un par de minutos de los demás era difícil. No podíamos hacer mucho, nuestras conversaciones eran rápidas y nuestros besos y caricias fugaces, pero ahora por fin podríamos salir como una auténtica pareja, aunque todavía a escondidas.

Salí de la ducha y fui a vestirme.

En el tocador de mi habitación había algunos perfumes, no era muy fan de esas cosas. Por curiosidad usé uno con un aroma suave y frutal. Un poco en el cuello, nada más.

Mientras colocaba el perfume en su sitio, toqué el cofre que Avraliz me regaló. Desde lo que pasó con Ruina esa vez que leyó la carta, cuando regresé a mi habitación abrí el cofre pensando que tal vez habría una carta, pero no, los tres libros no tenían consigo nada más que sus hojas y letras.

No volví a abrir el cofre desde entonces.

El tiempo se acabó, tenía que salir ya. ¿Estaba bien si salía ahora? ¿O tal vez tenía que esperar a que Ruina contactara conmigo? No, lo mejor era que fuera a su habitación.

Bajando por las escaleras escuché el sonido de algún alboroto fuera de la mansión. Desde la noche en la que me hice novio de Ruina no le presté mayor interés. Como era la carpa del comedor, pensé que era normal tanto ruido.

En el primer piso, una de las puertas a la izquierda se abrió. Ruina salió, vestía su atuendo de doncella. Todavía no dominaba el maquillaje, por lo que no lo usaba. Al menos aprendió a peinar su cabello.

Me acerqué a ella con duda.

—¿Por qué vistes como doncella?

—Gracias, buenas noches para ti también, Matik.

—Perdona. Buenas noches, l-luces muy hermosa como siempre.

—Je, je. De hecho, creo que debo disculparme. Olvidé decirte que Kaira me invitó a cenar en el comedor y acepté. Lo siento, ¿está bien si dejamos la cita para otro día?

—Sí, está bien —dije—. Yo igual quería saber por qué hay tanto ruido en el comedor,

Ruina me sonrió. Caminamos juntos hacia la carpa, a medida que nos acercamos, lo primero en llegar a nosotros fueron gritos, sin palabras que pudiera identificar. Después, el sonido se ordenó en un patrón de ola. Subía y bajaba.

Cuando atravesamos la tela de la carpa, una fuerte luz nos cegó. A medida que mis ojos se aclimataban al entorno, noté que las mesas no estaban dispuestas en filas y columnas para abarcar tanto espacio como fuera posible.

Las mesas hacían una formación de medialuna que apuntaban hacia un escenario vacío. No sabía que hubiera algún tipo de espectáculo circense.

¿Mi deseo? ¡Ser el protagonista de este mundo!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora