Haruki se encontraba sentado en una fría banca del Parque Ekaterinovskaya, sus ojos recorrían los árboles desnudos con admiración. Cada banco, cada rincón del parque parecía haber sido cuidadosamente diseñado por él mismo. El frío viento que le acariciaba la piel era un deleite, un recordatorio constante de su amor por la estación invernal.
Absorbido por la contemplación de su creación, Haruki se perdía en las sombras que se alargaban por doquier, como si él conociera los oscuros secretos del parque bajo esa luz tenue del crepúsculo, marcando los momentos finales del atardecer.Mientras tanto, en la tranquilidad de la biblioteca universitaria de la escuela de facultades Vasilievich Dushevnyakov , Alexei permanecía absorto en la lectura de un antiguo libro. Cada página que pasaba representaba una obra maestra para él. Sentía que cada palabra escrita en esas páginas contenía un poder misterioso que lo atraía de manera irresistible.
Por otro lado...Dmitri continuaba tomando su café casi a diario, observando a través de la ventana de su oficina en el sombrío edificio que él mismo poseía en el hermoso pero gélido pueblo de Zimniy Pamyat. Cada taza de café llevaba consigo un amargo y dulce sabor, casi que como los secretos que se escondían entre las paredes de la antigua construcción que él habitaba. Las ventanas empañadas y la bruma perpetua del invierno ruso parecían atrapar los susurros del pasado que acechaban en las calles nevadas, y Dmitri no podía evitar sentir que algo oscuro aguardaba en las sombras, algo en su ser le decía que ciertas cosas no estaban ya no estaban tan bien, referente a la percepción de la realidad o de su...realidad...