—No teman, no pienso hacerles daño. —Dijo Arthur.
Los aldeanos se miraron entre sí, sus edades no parecían pasar de 17 a 34, no había ni un solo niño o anciano.
—¿Quien... eres? —Habló una chica finalmente.
—Soy Arthur. ¿Se encuentran bien, verdad? —Preguntó
—S-Sí, aunque... Hoy hemos perdido mucho. —Dijo un hombre mirando los 4 aldeanos muertos.
Arthur entendió, había escuchado lo que dijeron los bandidos.
—Gracias por salvarnos Sir Arthur. —dijo la chica de hace rato.
—No hay de qué... Ahora que los bandidos no están, deberían volver a casa. —Dijo Arthur.
Al ver cómo bajaron la cabeza, Arthur confirmó que ya no tenían casa.
—Ya veo... —Dijo, luego los encaró—. No puedo devolverles su hogar, pero si realmente no tienen a dónde ir, pueden venir conmigo.
Los aldeanos se miraron entre sí y miraron a Arthur, había una pequeña luz de esperanza en sus ojos.
—La decisión es de ustedes. —Dijo Arthur.
—Por favor, si no es mucha molestia... llevemos con usted. —Dijo un hombre.
Arthur asintió con la cabeza y miró los cadáveres de los bandidos, no quería ensuciar el bosque así que les pidió a los aldeanos que tomarán sus armas y enterraran los cuerpos.
En este mundo, los entierros eran más sagrados que en el nuestro, se dice que al hacerlo uno encuentra lo que los lugareños llaman "la divina paz" aunque solo es en este reino, no todos creen en lo mismo.
Dado que se mantenían reacios a enterrarlos, Arthur no estaba dispuesto a discutir sobre cuestiones Morales o religiosas por lo que amontonaron los cuerpos sobre palos de madera y los incendiaron.
Quemar los cuerpos es todo lo contrario a enterrarlos, en vez de la paz se dice se son condenados al sufrimiento eterno. Por eso los acusados de herejía son quemados, para que sufran sus acciones y creencias sobre las eternas llamas del infierno.
Los únicos que recibieron un entierro fueron los 4 aldeanos fallecidos.
Mientras caminaba, Arthur contemplaba su hacha de hierro con satisfacción, ya no era necesario usar su hacha de piedra aunque la de hierro sea muy grande.
Un hacha es un hacha al fin y al cabo.
Los aldeanos le contaron sus historias, de como asaltaron la aldea. Según ellos, le habían pedido a su señor que los ayudará ya que no era la primera vez que los bandidos los hostigaban.
Pero al ver que nadie venía a socorrerlos, se armaron de valor para ir más allá contra los aldeanos.
En una carta que recibió el fallecido jefe de la aldea, el noble había dicho que creía que ellos podían manejarlo, que no lo molesten con estos asuntos.
La aldea tenía menos de 25 personas siendo casi la mitad niños y ancianos. Y dado que los niños no se venden muy bien porque son débiles y hay que criarlos, lo mejor era acabar con ellos para no desperdiciar recursos.
Estos aldeanos aquí eran los más capaces para esclavos trabajadores o prostitutas. Y tristemente la aldea tenía más mujeres que hombres.
De los 10 aldeanos 8 de ellos eran mujeres. Contando a los 4 fallecidos, solo habían 6 hombres, de haber llegado antes, Arthur quizás podría haber salvado a los otros.
Ahora mismo necesitaba mano de obra pesada, podía poner a trabajar a las mujeres y chicas pero no sabía cómo se lo tomarían.
Y de los hombres uno no parecía tener ganas de vivir y el otro no se veía muy fuerte pero parecía dispuesto. Arthur suspiró.
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Rey De Reyes - Volumen 1
General Fiction¿Que pasaría si un joven amante de la estrategia, gestión de recursos y supervivencia va a otro mundo ambientado en la edad media dónde los castillos se alzan y las espadas chocan? Pues de eso trata esta historia, Arthur, un joven muy inteligente y...