Derribando poco a poco

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Mariana pankratrova.

Dios mío esos latidos aún estaban en mi cabeza. Cuando maximiliano salió el doctor me dijo que tenía 3 meses de embarazo y que estaban bien, hizo qué escuchara sus latidos y me dió la foto de ultrasonido. Aún no era tiempo para saber el sexo, pero que en la próxima consulta me diría.
Max había salido así que nos fuimos a la casa. Al llegar les conté a todos y hasta Alfredo saltaba de una pierna al saber la noticia, massimo me abrazo y me acaricio el abdomen y eso era lo que quería pero de otra persona. No me hizo preguntas de si era suyo o no..  Solo le encantó la noticia. Siempre decía que massimo era un príncipe azul aunque yo sabía que el era el peor de todos, no sabía por qué. Ya que conmigo siempre era cariñoso, pero intuía que tenía su toque de maldad.

No podía dormir, primero por qué la noticia aún seguía dándome alegría y más cuando sabía quién era el padre. Cosa que no quería decirle a nadie a la única que se lo dije fue a Andreina, pero su padre no tenía por qué enterarse. No quería que me perdonará solo por qué eran sus hijos. Y tampoco podía dormir por qué Max no había llegado. Después de largas horas escuché un ruido abajo y un alboroto.

— Que venga y me dé la cara— berreaba Max.

— Vete a tu habitación—le replicaba Alfredo. En el poco tiempo que llevaba aquí ya sabía quién era quién.

— No hasta que me dé la cara esa cobarde.

— ¿Que sucede?— sus ojos se fueron a mi abdomen que involuntariamente me estaba tocando ahí.

— Aquí está la mujer más cobarde del mundo—bocifero max.

— Estás borracho—no era pregunta pero igual me contestó.

—¡¡Siii!! estoy borracho y ¿Que?.

— Pues yo no hablo con borrachos— me heche a andar y no se por que pero me dieron ganas de hacerle una cositas asi que camine moviendo las caderas y con lentitud.

Cómo lo plane estaba atrás en un dos por tres.

— No puedes ignorame— sus voz ya no estaba tan histérica.

— Creo que sí puedo.

Musite y gire mi cara a un lado y le di un beso que prometía muchas cosas, era nuestro primer besos después de separarnos. el me siguió, cuando me separé y escuché

— Es como la kryptonita Corleone— dijo Angelo y Alfredo algo le lanzó por qué se quejo.

Llegué a la puerta y la deje abierta, el entro y parecía desesperado ya que se peinaba mucho el cabello hacia atrás.

— Esto solo será sexo placentero Mariana.

— Y quien dijo lo contrario—le seguí el juego, tenía que hacerlo por qué las ganas que le traía no las podía contener.

Cerró la puerta y lo atraje a mi boca, no sabía si era, por qué me había enterado que iba a tener sus hijos o por qué quería que quitará toda esa rabia que tenía encima.  Juro que lo quería odiar, pero el solo verlo me daban ganas de montarlo y cabalgar toda la noche.
Lo lance a la cama y me subí encima, no tenía nada de ropa solo una bata de seda roja, quito el nudo que tenía y cuando lo vio.

— ¿Ya estabas preparada?.

Asentí, ya que no podía articular palabra. Estaba antojada de un sexo salvaje no de hacer el amor con el.
Uni nuestras bocas y nuestras leguas danzaban a la perfección.
Entrodujo su mano en mi entrepierna y comenzó a tocar ese botón al cual estaba hinchado pidiendo a grito cariño.
Gemi extasiada de la maravilla que hacía sus dedos, no aguantaba, movía las caderas por la falta de penetración. Mi sexo exclamaba a gritos algo más, pero el me giró y me dejó en la cama.

No me hieras Tanto.   Aprende Conmigo Vol..1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora