04. Lo reyes de la paranoia

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Lucifer miraba fijamente una celda vacía. Se notaba que para sus adentros estaba insultando a cuatro vientos pero por fuera solo estaba en silencio.

–¿Dónde llevo la reina a mis pecados? —Murmuró mirando al demonio que estaba parado vigilando la zona.

El demonio que no sabía hablar solo bajó la cabeza en respuesta. No lo sabía.

Lucifer golpeó con su puño uno de los garrotes y salió rápidamente de los calabozos ignorando y esquivando las manos de las almas que suplicaban misericordia desde otras celdas.

Al subir las escaleras haciendo hacia atrás su capa, molestó, se cruza a una bestia. Se detuvo abruptamente cuando la bestia de cuatro patas bajaba los escalones y detrás, bajaban las demás bestias.

—Hola bonitas.

Las bestias rugieron, pero de un parpadeo a otro, se convirtieron nuevamente en tres hermosas damas, al cuales sus movimientos eran tan armoniosos que los encontraba rítmicos.

Las mujeres se enfrentaron a él en las escaleras.

—¿A qué debo el encuentro?

—Nos está costando cuidar al lacayo.

—Les dije que lo tengan dormido.

—Anoche fue luna llena, se nos ha escapado.

—¿Qué ustedes qué? ¿¡Se les escapó!?

—Se transformó y nos mordió. —La dama parecía ofendida. —Que mal creador eres.

—Encuentrenlo. Si llega a Emmeline hasta que ustedes...

—Lo sabemos.

Volvieron a convertirse en tres bestias nuevamente para correr escaleras arriba, yendo a buscarlo. Lucifer cerro sus puños y aspiró profundamente para luego exhalar, se encontraba estresado, tanto que le dolía la cabeza.

Siguió subiendo las escaleras, hasta que llegó al último piso, donde era usual ver únicamente a los demonios más importantes caminar libremente, junto a los guardias que había distribuido y algunos esclavos haciendo tareas.

Se detuvo cuando vio a lo lejos caminar a Azazel y Arzaylea por unos pasillos. Les costó distinguirlos, hasta que notó que era ellos dado el cabello de Arzaylea.

¿Por qué Arzaylea abrazaba tan públicamente a Azazel? Entendía que quizá eran amantes, pero...

Intentó alcanzarlos.

—Hermano. Arzaylea. —Saludó.

Ella fue la primera en girarse. Observó que era Lucifer y sonrió relajada. Aquella sonrisa alivió a Lucifer, quien tenía las cejas fruncidas sin entender muy bien que sucedía. Sin embargo, cuando se giró Azazel pudo ver el problema.

Azazel tenía la mano vendada, y en la punta de la venda el color rojo bordo dominaba. Él se mantuvo quieto por unos largos segundos, no tenía nada que decir más allá que una demostración a su mano lastimada.

—La reina le ha cortado los dedos.

Lucifer parpadeó.

—¿Qué hiciste?

—La irrité.

Azazel contestó sin más. Era lo que había hecho. Había entrado su habitación sin golpear o pedir cita previamente. Antes no necesitaba hacerlo con Lucifer, a él le daba igual como entraran donde él estuviese, se limitaba a dar un comentario sarcástico por la introducción o a decir alguna bobería.

En todo caso, si lo hubiesen interrumpido cuando se encontraba realmente ocupado lo hubiese regañado, humillado o ignorado. No cortarle los malditos dedos.

El Rey EspiritualDonde viven las historias. Descúbrelo ahora