¡Locura en la mansión!

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Suspiro mientras me despierto, todavía en la cama. Miro la hora en mi celular. Son las siete de la mañana. Demasiado temprano para empezar mi "condena". Me arrastro fuera de la cama y me dirijo al baño a prepararme. Me miro en el espejo y veo a una joven con el pelo revuelto y ojeras. No puedo evitar pensar en las palabras de mi madre, llamándome fracasada. Me duele, pero no me sorprende. Siempre hemos chocado en nuestras formas de ver la vida.

Después de ducharme y vestirme con algo cómodo, me dirijo a la cocina. Hay un post-it en la nevera, una lista de tareas para el día. Mi primer día como su "criada". Suspiro. Ni siquiera sé por dónde empezar, así que decido tomar el toro por los cuernos y comienzo con la limpieza de las habitaciones.

Las primeras habitaciones son bastante simples: un par de salas de estar, una cocina con electrodomésticos que probablemente valen más que mi moto, un comedor con una mesa para doce personas. Pero entonces, llego al garaje. Aquí es donde se encuentra la verdadera fortuna de Vasco.

El lugar parece más un salón de exposición de lujo que un garaje. Cientos de vehículos, desde coches deportivos hasta lujosos SUVs, llenan el vasto espacio. Pero lo que realmente me llama la atención es una motocicleta. La Monsutā. La miro, con una mezcla de asombro y envidia. Esa moto es una obra de arte, una joya de la ingeniería. Me imagino a mí misma montándola, sintiendo el viento en mi rostro, el rugido del motor bajo mí... Un escalofrío de emoción recorre mi cuerpo.

Después de unas horas, me siento exhausta. Mi espalda duele de tanto agacharme y levantarme, y mis manos están rojas e irritadas por los productos de limpieza. Pero la casa... la casa está impecable. No hay una sola mota de polvo a la vista, y todo brilla con un brillo recién pulido. Me siento orgullosa de mi trabajo, a pesar de todo.

Al final del día, me desplomo en el sofá, cansada pero satisfecha. Tomo mi teléfono y hago una videollamada a Naomi. En cuanto responde, me veo reflejada en su rostro de preocupación.

— ¿Estás bien, Valentina?— pregunta, frunciendo el ceño.

— Estoy exhausta, Naomi— le digo. — ¡Esta maldita mansión tiene más habitaciones que un hotel de cinco estrellas! Y mi día aún no ha terminado. Debo preparar la cena para el Sr. Magnate.

Naomi se ríe a carcajadas, y me uno a ella. A pesar del cansancio, no puedo evitar sonreír. Siempre ha sido así con Naomi, una risa es suficiente para iluminar mi día.

— ¿Quién lo diría, Valentina Martínez convertida en una ama de casa?— bromea Naomi.

Antes de que pueda responderle, escucho un ruido en la planta de arriba. Mi corazón comienza a latir con fuerza, y de inmediato cuelgo la llamada.

— Sólo debe ser mi "jefe"— me digo a mí misma mientras subo las escaleras sigilosamente, con un sartén en la mano.

Pero cuando llego arriba, me encuentro con una figura desconocida en la sala de estar. Un hombre, vestido de negro y con una máscara cubriéndole el rostro, está revolviendo en uno de los cajones.

Mis instintos de corredora clandestina se activan. No siento miedo, sino una extraña emoción. Este es un tipo de adrenalina que no he experimentado antes. Sin pensarlo dos veces, tomo un jarrón de la mesa cercana y lo lanzo en dirección al intruso.

El hombre da un salto al escuchar el ruido, pero en lugar de huir, se vuelve hacia mí. Me doy cuenta de que ha reconocido mi terrible puntería. El jarrón ha aterrizado a metros de él, destrozándose en mil pedazos.

— ¿Quién eres tú?— me exige, visiblemente sorprendido.

— Soy la... eh... ama de casa— respondo, intentando sonar amenazante. Me doy cuenta de cuán absurdo suena eso, incluso para mis propios oídos.

Limpia, acelera y... ¡Corre!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora